Una persona transexual sufre una agresión homófoba. Llega a la comisaría a denunciar. Se encuentra con que los policías la reciben con risitas. El agente que tramita su queja protesta porque el nombre masculino en los documentos no coincide con la identidad actual de la denunciante. La persona se marcha, doblemente agredida.
Esta situación no es excepcional en España, y ésa es una de las razones por la que el colectivo de gays, lesbianas y transexuales es de los más reacios a denunciar. Y es por eso que una asociación llamada LGTBIpol ha comenzado a trabajar entre todos los cuerpos de seguridad españoles: Guardia Civil, policía nacional, local y autonómicas.
“Hay mucho desconocimiento de este tema entre los policías. Cuando les explicas estos temas, lo entienden, pero muchos nunca se lo habían planteado por falta de formación y porque piensan que todo el mundo es heterosexual por defecto”, explica Elena Sánchez, policía nacional y una de las cuatro integrantes de la dirección de LGTBIpol.
¿Qué deben entender los policías? Que un transexual no es lo mismo que un travesti, que si alguien es acosado en las redes sociales por su tendencia sexual puede denunciarlo, que un transexual debe poder elegir si lo revisa un hombre o una mujer, que el género de los documentos no tiene por qué coincidir con el que siente la persona, que para mucha gente denunciar que ha sufrido una agresión homófoba supone salir del armario por primera vez en su vida.
Sánchez explica los aspectos en que la policía debe modernizar su acercamiento a la comunidad LGTBI. “Nuestra asociación comenzó a funcionar en enero porque nos habíamos dado cuenta de que era necesario tender un puente entre la sociedad y la policía en ese aspecto”, cuenta.
LGTBIpol saltó a los medios de comunicación después de que desfilaran durante la marcha del Orgullo Gay de Madrid, en julio. Tienen unos 40 asociados, varios de ellos heterosexuales. “Nuestra causa es la de defender los libertades, no nos preocupa la orientación sexual. Tenemos un guardia civil que es hetero, su hijo es trans y él está muy implicado con la causa”, explica.
Los principios no son sencillos. La asociación no puede usar el uniforme en sus actividades y, por ahora, los altos mandos han evitado darles su apoyo. También han recibido ataques en redes sociales, e incluso se ha encontrado con cierto rechazo dentro de la policía. “La respuestas de nuestros compañeros ha sido abrumadoramente positiva, pero a muchos les ha molestado vernos en los medios. Ésa es la clásica respuesta homófoba: no molesta la diversidad mientras no se haga pública, pero el derecho a mostrar tu diversidad, siempre que quieras hacerlo, es el primer paso para normalizar”, dice Sánchez.
El objetivo de la asociación es doble. Dentro de la policía, quieren fomentar la diversidad: la posibilidad de que los agentes salgan del armario sin que eso perjudique su carrera, además de instituir protocolos y formaciones que aseguren un buen trato a los ciudadanos LGTBI.
Fuera de los muros de la comisaría, dan charlas en colegios, donde el bullying es especialmente cruel con los niños de una tendencia sexual diferente, y participan en foros con instituciones públicas contra el odio.
“Colaboramos con las asociaciones LGTBI. Ellas tienen mucha información de agresiones que no llegan a la policía porque las víctimas tienen miedo a denunciar. Nosotros las acompañamos a las comisarías para que denuncien tranquilas”, explica Sánchez.
“Necesitamos cambiar la imagen de la policía ante los colectivos LGTBI. Hasta hace unos años, la policía era quien los perseguía. Ahora tenemos que demostrarles que hemos cambiado y que estamos para ayudarles”, asegura.