Carlos III oficializó este sábado su ascenso al trono, algo que no sucedía hace casi 70 años, cuando su madre, la reina Isabel II hizo lo propio y asumió el poder de la Corona británica.
Junto con el nuevo monarca, su esposa, Camila fue coronada como reina en la Abadía de Westminster, en Londres. Ambos saludaron desde el balcón del Palacio de Buckingham a los cientos de personas que se agolparon para saludar a los nuevos soberanos.
Pero en redes sociales y en las calles de Inglaterra también se vieron expresiones en contra de la coronación y con imágenes de Diana, la princesa de Gales, exesposa de Carlos y quien falleció en un accidente de tránsito en un túnel de París (Francia), en 1997.
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Kate Middleton —ahora princesa de Gales—, decidió rendirle homenaje durante la coronación, llevando aretes de perlas y diamantes que le pertenecieron a Lady Di.
Su trágico desenlace es uno de los varios que se relatan en los doce siglos de historia de la familia real británica. Las mujeres de la familia real han sido protagonistas en la historia de polémicas, traiciones y conquistas.
Lady Di, como fue conocida, fue aclamada por millones de personas en el mundo desde que se mostró al mundo como la princesa consorte de Gales tras casarse con el entonces príncipe Carlos, en 1981. Sin embargo, lo que comenzó como un matrimonio de un cuento de hadas terminó con un divorcio pedido por la reina Isabel II y en medio de un escándalo mediático.
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Cinco años después de casarse, la pareja comenzó a ventilar su notoria distancia. El hecho de que Carlos fuera 12 años mayor que Diana, sumado a los señalamientos de infidelidades del príncipe con Camilla Parker —hoy reina— y de la princesa con James Hewitt, un antiguo instructor de equitación, sepultaron el compromiso.
En 1992, el libro Diana, su verdadera historia, del periodista británico Andrew Morton, reveló cómo Lady Di estaba sufriendo en silencio y había terminado sumida en depresión y bulimia. La razón, según se cuenta en la publicación: su vida y la de sus hijos, Guillermo y Enrique, estaba siendo controlada por la monarquía, y ella estaba siendo testigo del desamor de su esposo.
Los registros televisados, las fotografías y las reseñas de prensa para la década de los 90 mostraban el colapso de la relación. En 1996, se divorciaron tras la venia de Isabel II, respaldada por el primer ministro y otros consejeros de alto nivel. Para febrero de ese año, Diana publicó por aparte el acuerdo de divorcio, lo que molestó al Palacio de Buckingham.
Un año después, el 31 de agosto de 1997, se conoció la intempestiva muerte de la joven mujer en controvertidas circunstancias. La versión oficial del hecho señala que Diana, acosada por un grupo de paparazzi, huía a gran velocidad con el empresario egipcio Dodi Al-Fayed en un carro manejado por Henri Paul, cuando poco después de la medianoche, el auto se estrelló en un túnel, en París. Con el tiempo aparecieron teorías sobre conspiraciones que involucran a la familia real. El padre de Al-Fayed dijo que la muerte de la pareja fue un plan de los servicios secretos británicos, debido a que sabían que la princesa estaba embarazada y planeaba casarse con su hijo. Las investigaciones nunca pudieron comprobar esa afirmación.
Durante el siglo XVI, el rey de Inglaterra fue Enrique VIII. Durante su reinado, se estableció que el monarca es el jefe supremo de la Iglesia anglicana (o la de Inglaterra) y se dio la ruptura con la Iglesia católica. Además, se dio la unificación del territorio inglés con Gales.
Sin embargo, uno de los detalles por los que es recordado el monarca está enmarcado en su vida personal: tuvo seis esposas en su afán de lograr un heredero varón y garantizar su sucesión. Se lee en los registros de la época que al parecer tenía una alteración genética que le ocasionaba abortos a las mujeres o mortalidad neonatal.
Catalina de Aragón, Ana Bolena, Juana Seymour, Ana de Cleves, Catalina Howard y Catalina Parr fueron las mujeres que estuvieron casadas con él.
Enrique VIII se casó con Catalina de Aragón, viuda de su hermano mayor, Arturo Tudor —hijo de Enrique VII—. De varios embarazos, solo sobrevivió la princesa María. Pero la dinastía Tudor no estaba de acuerdo en entregar la corona a una mujer. Entonces, decidieron intentar invalidar su matrimonio para casarse de nuevo, lo que ocasionó su excomunión por parte del Papa y la ruptura con la Iglesia Católica Romana. Entonces, el Rey fue reconocido como único jefe supremo de la Iglesia Anglicana.
Su segunda esposa, Ana Bolena, solo tuvo una niña, algo que molestó al monarca. También al menos tres abortos. Algunos historiadores incluso señalan que tuvo otros tres embarazos. En 1536, la mujer fue acusada de supuesto incesto, adulterio y alta traición, y fue decapitada.
El tercer matrimonio de Enrique duró 18 meses y fue con Juana Seymour, quien murió una semana y media después de dar a luz al futuro rey Eduardo VI. El cuarto matrimonio con Ana de Cléveris fue anulado por falta de consumación. Su quinta esposa, Catalina Howard, una niña de 17 años, fue acusada de adulterio y también fue decapitada.
Solo su sexta esposa, Catalina Parr, logró sobrevivirlo. Enrique VIII, en su deseo por dejar una sucesión segura, solo tuvo tres hijos legítimos, un hombre y dos mujeres, pero ninguno de ellos tuvo descendencia.
La reina Ana de Gran Bretaña fue la última monarca de la casa de los Estuardo. Su vida estuvo marcada por la incesante búsqueda de un heredero al trono. Tuvo 19 hijos con Jorge de Dinamarca; solo uno, Guillermo Enrique, sobrevivió más allá de los 2 años (tuvo dos abortos y nueve nacieron muertos), pero el niño murió cuando tenía 11 años.
Al ser la última protestante en la línea de sucesión y sin ningún heredero vivo, el Parlamento estableció la Ley de Instauración (Act of Settlement, en inglés), para excluir la posibilidad de que un católico fuera soberano de nuevo —algo que sigue vigente hasta hoy—. De esa forma decidieron proponer a Sofía de Hannover, nieta de Jacobo I, como soberana y asegurar una descendencia protestante. Sin embargo, falleció antes de la sucesión.
Sus últimos días fueron dramáticos. Fue diagnosticada con gota y al parecer tuvo infecciones agudas en su piel. La fiebre y las llagas le ocasionaron un accidente cerebrovascular que desencadenó su muerte cuando tenía 49 años.
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