París.— Emmanuel Macron llegó a la presidencia de la República prometiendo a los franceses que sería distinto al resto de sus predecesores.

Luego de 18 meses en el gobierno, no sólo ha perdido rumbo el “macronismo” —la pragmática corriente que presuntamente uniría a izquierda y derecha”—, sino que los inconformes que lo llevaron al Elíseo exigen en las calles su dimisión. Para el politólogo de izquierda Thomas Guénolé, lo que Francia está presenciando desde noviembre pasado no es una protesta, sino un “levantamiento”.

Otros investigadores se refieren a la revuelta que hasta ahora ha cobrado la vida de cuatro personas y dejado centenares de lesionados, como la mayor crisis de confianza en la clase política francesa desde 1968.

En un intento por evitar una escalada, Macron por primera vez ha ofrecido concesiones a sus detractores, quienes se han hecho visibles en las calles usando chalecos amarillos —de ahí su apodo—, al anular el incremento a la tasa al carburante, iniciativa que fue la chispa del malestar social.

Sin embargo, los anuncios y las concesiones llegan tarde y son insuficientes, dice a EL UNIVERSAL Gaspard Estrada, politólogo de la Universidad Sciences Po, en París. “Hay una sensación de que el poder de compra de los más pobres no avanza y de que las reducciones a los impuestos sólo benefician a los más ricos. Además, hubo recortes a programas sociales y gestos innecesarios hacia los menos favorecidos, todo esto ha creado un gran sentimiento de frustración e injusticia”, sostiene el analista. “Macron tiene que tener claro que las medidas cosméticas no van a resolver los problemas y disminuir las tensiones en el seno de la sociedad francesa”, apunta.

Al margen de sus políticas elitistas y el sello de su presidencia, para muchos “excelsa, arrogante y distante”, la salida a la crisis resulta aún más compleja al enfrentarse a un movimiento contestatario atípico en Francia: en el pasado, el malestar social se canalizaba a través de los partidos políticos de oposición o los sindicatos, pero ahora la tensión social se está proyectando en movimientos desorganizados, con expresiones violentas y que se diseminan con gran rapidez por el país a través de las redes sociales.

“Debido a que es un movimiento muy heterogéneo, sin liderazgos, sin una verdadera plataforma, hace que sea muy difícil encontrar soluciones a corto plazo”, insiste Gaspard.

“El riesgo para Macron y su gobierno es que ahora otros se unan a los chalecos amarillos, como podrían ser agricultores, trabajadores del transporte y estudiantes articulando sus propias demandas, o sindicatos convocando a huelga general. Si Francia toma este camino, Macron no estará combatiendo un incendio sino una conflagración”, alerta en entrevista James Shields, profesor de política francesa de la Universidad de Warwick.

Para el investigador, todo indica que Macron saldrá de la crisis “severamente debilitado” junto con su gobierno y su joven partido La República en Marcha.

No hay que olvidar que tomó las riendas de la tercera economía más grande de la Unión Europea con un triunfo que no fue tan arrollador como aparentó. Shields recuerda que Macron ganó la presidencia enfrentando una constelación de candidatos débiles y sacudidos por escándalos; sacó provecho del miedo generado por una eventual victoria de Marine Le Pen y su Frente Nacional.

Su base política real fue de 24% de los votos de la primera ronda, equivalente a 18% de la lista electoral. El problema radica en que la mayoría de los electores que se identificaron en su momento con su plataforma eran de centroizquierda, quienes hoy en día no se reconocen en la política liberal de Macron.

“El partido que podría ganar más con esta crisis no está en la izquierda, como se esperaría históricamente, sino en la extrema derecha”, sostiene Shields. “La oposición dominante en la centroizquierda y centroderecha es débil y dividida tras sus derrotas. Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, ha desaparecido como una importante fuerza de oposición”.

Ante la falta de alternativa, Macron y su partido gobernante aparentan ser todavía la única alternativa para evitar que Le Pen se convierta en la principal fuerza política de Francia en las elecciones europeas de mayo entrante. “Los que piden la renuncia de Macron deben tener cuidado con lo que desean”, señala el analista.

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