San José.— Una escena de una hilera de pañales desechables para bebés y adultos mayores, lavados y colgados en un tendedero de ropa en una acera de La Habana para secarlos y volverlos a usar se repitió en rincones de Cuba para exhibir las interminables y generalizadas carencias de los últimos 30 años; además, mostró la inventiva de la gente para sortearlas.

Con la pandemia de azotando a ese país por diversos flancos, la escasez se consolidó como compañera de viaje de millones de personas.

Otra imagen, que emergió en la isla a partir de marzo pasado, volvió a evidenciar la creatividad cubana: la de guantes y mascarillas lavadas y colgadas en balcones para secarlas y reutilizarlas.

Por eso, el país caribeño tiene dos caras frente al coronavirus.

De un lado, la del desafiante régimen socialista revolucionario que pretende exhibir un músculo sanitario, al desplegar personal de salud en varias naciones de América y Europa en solidaridad internacional para combatir la pandemia, con una reiterada exaltación propagandística de las bondades cubanas.

Del otro, la del deteriorado aparato socioeconómico y político con profundas insuficiencias internas en salubridad, atizadas por el embargo económico que Estados Unidos le impuso desde 1962 en represalia por su sistema comunista.

Mientras los habitantes de muchos países descartan pañales, guantes y mascarillas a diario, porque los encuentran en una tienda cercana, los cubanos saben que nada se puede desperdiciar nunca en una tierra en la que para tener esos artículos hay que gastar muchas horas en visitar gran cantidad de comercios, sin garantía de hallarlos y con un transporte en crisis.

Por una orden del gobierno que entró en vigor ayer y para evitar aglomeraciones, el transporte colectivo público y privado quedó totalmente paralizado, y el comercio, limitado a alimentos y bienes de aseo. La medida se sumó al llamado oficialista de aislamiento social, con cifras en crecimiento por el golpe de la enfermedad.


“La gente está como loca en la calle buscando comida”, contó la periodista disidente cubana Yoani Sánchez, quien le relató su esposo, el también periodista disidente cubano, Reinaldo Escobar, al retornar de un periplo sabatino por La Habana en busca de víveres.

“La cola de la tienda [en una vía habanera] casi daba la vuelta a la manzana. La policía trataba de poner orden”, narró ayer en una crónica en 14ymedio, diario digital independiente que dirige y que funciona en la ilegalidad en la isla.

Una mujer le dijo a Escobar en la fila: “Estamos esperando para poder entrar y comprar lo que haya porque no se sabe cuándo van a volver a surtir, [por lo que] ante esa incertidumbre, mi esposo prefirió regresar a casa con las manos vacías. Ya inventaremos algo”.

Frente a la realidad callejera, el periódico Granma, vocero del Partido Comunista de Cuba (PCC), gobernante y única fuerza política legal en esa nación, prometió ayer que “el bloqueo de Estados Unidos no impedirá que Cuba garantice la salud de su pueblo ante la Covid-19.

“[Washington] se empeña en limitar la capacidad de enfrentamiento de Cuba a esta pandemia, [porque a diario] amplía restricciones para impedir el acceso de la isla a medicinas e insumos de primera necesidad”, destacó.

Granma señaló: “Mientras la guerra económica limita el normal desarrollo del ramo de la salubridad en la isla, Cuba da a Estados Unidos una lección de humanidad: decenas de brigadas médicas arriban a los países más afectados por la pandemia”.

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