La política española está atascada y nadie parece tener la llave para desbloquearla.
El país celebra nuevas elecciones este 10 de noviembre y con esta ya son cuatro desde diciembre de 2015.
España está fragmentada. A la tradicional brecha entre izquierda y derecha se han unido escisiones dentro de cada bloque y eso está mermando la voluntad de consenso.
Entre 2015 y 2019, solo un gobierno ha sido capaz de llegar al poder tras unos comicios.
Tras ganar por mayoría insuficiente para lograr formar un gobierno tras las elecciones de 2015, finalmente el conservador Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy consiguió gobernar al repetirse las elecciones en 2016.
Esto fue posible gracias al apoyo del partido de centroderecha Ciudadanos y la abstención de una amplia parte del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Sin embargo, la aventura de los populares duró dos años. En mayo de 2018, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ganó una moción de censura contra Rajoy y ocupó su lugar como presidente de gobierno.
Pero Sánchez gobernaba con pocos escaños y, después de que su propuesta de presupuestos no contara con el apoyo del Congreso, llamó nuevamente a las urnas. La convocatoria, celebrada el pasado mes de abril, dejó al PSOE como ganador sin mayoría absoluta y un Parlamento muy dividido.
Conseguir una mayoría parlamentaria resultó imposible una vez más.
Para las próximas votaciones, las encuestas pronostican un resultado similar al de abril, y si la poca voluntad política de generar pactos, o al menos no entorpecer investiduras, no cambia, el bloqueo persistirá.
Expertos coinciden en que para destrabar el nudo institucional, primero deben resolverse situaciones como las del nacionalismo catalán, las heridas mal cicatrizadas de la gran recesión económica de 2008 o la conciliación entre las formaciones políticas del mismo espectro ideológico.
En BBC Mundo hemos recopilado estas claves del bloqueo para así explicar por qué España no está siendo capaz de conseguir gobiernos estables que impulsen las políticas que demanda el país.
La recesión de 2008 lastró la economía global y dejó heridas profundas en España. Algunos de los datos macroeconómicos han mejorado: hoy España crece a un ritmo del 2.52% del Producto Interno Bruto, a diferencia del dramático año 2009, donde el crecimiento interanual caía al -3.57%, según cifras del Banco Mundial.
Sin embargo, continúan problemas estructurales como la tasa de empleo. Antes de la crisis, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en España había algo menos de dos millones de desempleados que ascendieron a algo más de seis millones al cierre de 2012.
A pesar de la mejora de la economía, y de la creación de tres millones de trabajos, aún no se consigue llegar a los niveles de antes de 2008.
"La crisis económica se convirtió en una política que rompió con el sistema tradicional donde dos partidos, el PP (hoy liderado por Pablo Casado) y el PSOE, se alternaban en el poder", explica a BBC Mundo Pablo Simón, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
De hecho, todavía "hay votantes que culpan de la crisis y de los problemas estructurales del país a una mala gestión de populares y socialistas", coincide también en conversación con BBC Mundo José Fernández-Albertos, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard.
El castigo del electorado por las consecuencias de la crisis se cebó especialmente con el PSOE.
El socialista José Luis Rodríguez Zapatero ocupaba su segundo mandato en la presidencia cuando estalló la recesión en 2008. En las elecciones generales de 2011, el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba sufrió los efectos del desastre: el PSOE perdió 4,3 millones de votos y 59 diputados y su rival de derechas, Mariano Rajoy, logró un resultado histórico consiguiendo 186 escaños.
Pero aquel sería el último gobierno con una mayoría clara en el Parlamento español, conformado por 350 escaños y donde son necesarios 176 para gobernar.
El descontento por la precariedad económica se trasladó a la calle con el movimiento conocido como 15-M, que luchaba contras las medidas de austeridad económica impuestas para palear la crisis. De dicho movimiento surgió el partido Podemos, liderado por el profesor universitario Pablo Iglesias y que aglutinó a la izquierda descontenta con los socialistas.
Así se abrió una nueva era en España y la principal causa del estancamiento institucional: la fragmentación política y el pluripartidismo.
"La polarización política es algo que suele emerger después de los desastres económicos. Es la consecuencia de una pérdida de unas condiciones de vida que se creían aseguradas con el estado de bienestar", analiza para BBC Mundo la doctora en historia contemporánea Nere Basabe.
"Hemos pasado del sistema bipartidista hacia uno de hasta seis partidos de ámbito estatal, con una fragmentación política creciente entre la izquierda y la derecha y también dentro de esos mismo bloques", argumenta Simón.
"Los partidos se han alejado uno de otro y las mayorías parlamentarias son más difíciles de articular, llevando a gobiernos cada vez más débiles", continúa.
La ruptura del bipartidismo que inició Podemos continuó con la irrupción en 2015 de Ciudadanos en el ámbito nacional, un partido liberal y de centroderecha fundado en Cataluña en 2006.
Pero ahí no acabarían las fracturas. El partido de ultraderecha Vox consiguió 24 escaños el pasado abril y ahora, para las elecciones de noviembre, se sumó la candidatura de Más País, una plataforma que se separó de Podemos por discrepancias políticas.
Pablo Simón opina que las próximas elecciones no resolverán un problema que él considera más de gobernabilidad que de gobierno.
Es decir, que el hecho de que un gobierno salga investido no significa que luego cuente con la estabilidad necesaria para legislar.
"Mientras que los partidos sigan viendo la oportunidad de crecer electoralmente o que sus rivales disminuyan, los políticos serán cortoplacistas y apostarán por más soluciones estratégicas internas que de interés general", explica Simón.
Esto fue especialmente evidente en las pasadas elecciones. PSOE y Ciudadanos, dos partidos que en teoría convergen en varias ideas políticas, renunciaron a una alianza que hubiese alcanzado los 180 diputados. Según Simón, precisamente a causa de sus propias tácticas partidistas.
Para Fernández-Albertos, una parte importante del bloqueo también se debe a que, internamente, los bloques de izquierda y derecha se han vuelto más heterogéneos.
Por ejemplo, "Podemos ha capturado a una parte de la izquierda que antes era del PSOE, y la derecha ha diversificado su espacio en un partido de ámbito liberal y urbano como Ciudadanos y también en un ala más reaccionaria como Vox", dice Fernández-Albertos.
Pero en medio de esta polarización política también ha surgido el problema catalán. Algo en que los expertos coinciden como otra causa primordial del estancamiento.
"El problema catalán no es algo nuevo. Desde el siglo XIX se arrastra un problema endémico que es el de la incorporación de las nacionalidades periféricas a una idea de España. Después del franquismo, durante la transición democrática, tanto los partidos nacionalistas vascos como catalanes actuaron como bisagra y favorecieron la formación de gobiernos, algo que continuó en posteriores legislaturas", cuenta la historiadora contemporánea Nere Basabe.
Pero ahora esa situación ha cambiado. La crisis económica de 2008 también explica el auge del independentismo en Cataluña, una postura que les ha distanciado de ese rol de partidos "pactistas", como acuña Fernández-Albertos.
"El bloque de los partidos catalanes suele oscilar entre los 17 y los 21 escaños de forma estable, representando así un importante apoyo para los partidos que no alcanzan la mayoría absoluta", explica Simón.
El gobierno regional de Cataluña llevó a cabo una consulta independentista en 2017 que el Tribunal Constitucional español consideró ilegal y que acabó con la condena a prisión de sus principales cabecillas, originando protestas masivas y una mayor fractura política.
"Ahora, como consecuencia del proceso soberanista, estos partidos han apostado por la independencia y eso los ha alejado de la capacidad de hacer acuerdos con partidos de izquierda y derecha a nivel español", dice Fernández-Albertos.
Pero la crisis catalana no solo ha distanciado a los partidos nacionalistas de los no nacionalistas, también ha fomentado fracturas internas como las del Partido Popular.
"Vox está mostrando por primera vez en España la cara de una derecha populista radical que está muy ligada a la crisis catalana y sus efectos. Vox no descubre a un nuevo electorado, sino que más bien roba a los del PP. Lo que dicen los sondeos es que el 80% de los votantes de Vox pertenecía antes a los populares", justifica Simón.
Parte del electorado de Vox considera que a lo largo de la democracia se han hecho demasiadas concesiones a los partidos nacionalistas catalanes y que ahora hace falta una posición más firme para contrarrestar sus exigencias. Una postura que también comparte Ciudadanos, el otro partido que ha dividido parte del voto de derechas.
Es frecuente escuchar la presencia de dos Españas a lo largo de la historia. Se dice que existe una división latente, sobre todo desde la Guerra Civil, entre la derecha y la izquierda.
"Muchos quieren negar esto, pero lo cierto es que esa dualidad existe; y no solo desde la Guerra Civil. Podríamos decir que las dificultades de gobernabilidad se han dado desde la creación de la Primera República en 1812", considera Basabe.
La historiadora opina que la excepción a la falta de consensos se dio durante la Transición a partir de 1975, donde existió una "verdadera voluntad de pasar página y de cerrar las heridas creadas en la Guerra Civil y el franquismo".
"Después de la dictadura, y unido a la creación de una estabilidad económica con el estado de bienestar, se pudo adormecer esa dualidad. Pero paradójicamente, la división se ha visto renovada por los que no vivieron esos capítulos de la historia", entiende Basabe.
En el contexto actual, "la única manera de formar gobiernos es porque un partido de la oposición lo permite absteniéndose. Pero eso da lugar a investiduras exitosas, no a mayorías parlamentarias que puedan realizar las reformas necesarias", dice Simón.
"España necesita que el independentismo catalán se encauce y que dejen ya de haber elecciones. Esto permitirá que los partidos estabilicen sus pautas de voto, abandonen el cortoplacismo y diseñen una agenda de temas que reconecte al electorado", concluye.
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