San José.— El ministro colombiano de Defensa Nacional, Diego Molano Aponte, sugirió que Colombia podría ser “espejo” de México en el ataque al contrabando de drogas, porque “si uno deja crecer” a los “narcocriminales”, habrá violencia y erosión del Estado y de la legitimidad, y advirtió que más allá de la política mexicana de abrazos antes que balazos, “el narcotráfico y la criminalidad siempre se enfrentan con el imperio de la ley”.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Molano, de 51 años, administrador de empresas y político y con cinco meses y cuatro días en el cargo, discrepó de atribuir el contrabando de drogas y la violencia a la miseria y alegó que hay naciones “mucho más pobres” que Colombia y México sin los rangos de violencia y narcotráfico “que tienen” ambos países.
Los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG) son “los más involucrados” en Colombia (principal productor mundial de cocaína), y sus emisarios coordinan la narcoactividad sin inmiscuirse en la violencia que sacude a ese país, aclaró.
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El siguiente es un extracto de la entrevista.
Washington dice que grandes zonas de México son controladas por el narcotráfico. ¿Cómo evalúa Colombia esa situación?
—El narcotráfico amenaza la estabilidad regional, porque es fuente y combustible para la violencia y las organizaciones narcocriminales, que no sólo están metidas en narcotráfico. Cuando uno revisa el caso colombiano, y nosotros deberíamos ser espejo para México en ese sentido, viendo la experiencia es que si uno deja crecer estas organizaciones narcocriminales, lo que ve es una erosión, primero del Estado y de la legitimidad y, segundo, se afecta la violencia.
A Colombia le tocaron unas épocas muy duras para poder combatir y desmantelar a los cárteles de las drogas que llegaron a poner en cuestión la estabilidad institucional del país. Hemos avanzado mucho y logramos reducir esas amenazas. Pero lo que es claro es que alrededor del narcotráfico, surgen otras actividades de delitos transnacionales, como la minería ilegal o la trata de personas, que requieren una acción conjunta y decidida de control para disminuirlas.
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¿Por qué Colombia es un espejo para México?
—Colombia llegó a ser un país que se vio amenazado por ataques terroristas de los cárteles de Cali y de Medellín (en los decenios de 1980 y 1990) y prevaleció la institucionalidad luego de desmantelarlos. Colombia llegó a tener guerrillas que se financiaron a partir del narcotráfico, lo mismo que grupos paramilitares, y todos fueron desmantelados.
Hoy tenemos grupos mucho más pequeños y reducidos, con unas influencias regionales y con conexión en Venezuela, y los seguiremos combatiendo y vamos a prevalecer.
¿Cómo describe la presencia de cárteles mexicanos en Colombia?
—Colombia tiene su mayor amenaza en el narcotráfico. Organizaciones narcocriminales terroristas como ELN, disidencias de las FARC o el Clan del Golfo manejan toda la cadena del narcotráfico: cultivos (de hoja de coca, materia prima de la cocaína), producción en laboratorios y transporte a Centroamérica, el Caribe y hacia México.
Cada recurso, cada dólar del narcotráfico, amenaza la estabilidad y la democracia y genera más violencia que afecta muchas vidas en Colombia.
El papel de los cárteles mexicanos es de coordinación. Lo que uno ve, y hoy hay clara evidencia por información de inteligencia, es que los cárteles más involucrados son Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Son estos los que tienen relaciones con las principales organizaciones narcocriminales: ELN, disidencias de las FARC y Clan del Golfo.
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El papel que cumplen (los cárteles mexicanos) es de coordinación. Ellos coordinan las compras aquí en Colombia con las diferentes redes que tienen y hacen las entregas en diferentes puntos de México, por medio del transporte que hacen, ya sea por vía aérea o marítima.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lanzó una política de abrazos y no balazos ante el narcotráfico. ¿Cómo observa esta situación el gobierno de Colombia?
—El narcotráfico y la criminalidad siempre se enfrentan con el imperio de la ley. Una cosa muy diferente es justificar la violencia que genera el narcotráfico a partir de la creencia de que es la pobreza la que genera la violencia y hace que la gente esté en el narcotráfico. Hay países mucho más pobres que Colombia y mucho más pobres que México que no tienen el nivel de violencia ni el nivel de narcotráfico que existen en nuestros países.
Así que la política frente al narcotráfico tiene que ser una: indeclinable y contundente para eliminar esos factores de riesgo y esas amenazas.
Lo que uno ve en el caso colombiano es que estas organizaciones criminales, que se han venido desmantelando progresivamente, sobre todo ahora con el presidente Iván Duque, presentan riesgos que cuando se dejan crecer actúan como un cáncer que carcome a la sociedad entera.
Y la única e indeclinable decisión de un Estado es combatir y eliminar al narcotráfico como fuente de violencia y como afectación a la salud pública, porque se roba la salud y el futuro de miles de jóvenes.
¿Se involucran los narcotraficantes mexicanos que llegan a Colombia en asesinatos de líderes sociales que promueven erradicar cultivos ilícitos?
—La información de inteligencia que tenemos en las fuerzas militares y de policía es que no hay influencia directa en la violencia. Las únicas responsables en Colombia son las tres organizaciones narcocriminales (ELN, residuos de las FARC y Clan del Golfo), porque desplazan población, cometen atentados terroristas y homicidios de líderes sociales.
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La información de inteligencia señala que la presencia que se puede evidenciar de los cárteles (mexicanos) es con delegados que vienen a hacer las negociaciones y la comercialización, acuerdan las rutas y los transportes, pero no actúan (violentamente) dentro de Colombia.
¿Qué coordinación tienen México y Colombia para combatir al narcotráfico?
—Hay una tarea que desarrolla la Cancillería colombiana en conjunto con el gobierno de México. Se han realizado reuniones bilaterales para coordinar y fortalecer la lucha. El Ministerio de Defensa ayuda a intercambiar información y experiencias.
Además de reuniones políticas bilaterales para cooperación e intercambio de información, hay acciones de coordinación de interdicción. La Fuerza Pública (de Colombia), en particular la Policía, la Fuerza Aérea y la Armada, coordinan la interdicción (de droga) en campañas conjuntas en el Caribe y Centroamérica.
El 17 de junio de 2021 se cumplieron 50 años de que Estados Unidos declaró la guerra contra las drogas. Colombia ha pagado una onerosa factura, con un mayor costo humanitario y muertes en medio siglo. ¿Ha sido un fracaso esa guerra?
—El mundo entero debe saber que la lucha mundial contra las drogas debe ser asumida con corresponsabilidad de todos, de los países productores y de los consumidores. Y esta es una lucha que necesita decisión, compromiso y persistencia. En el caso colombiano, entre 2003 y 2010 bajamos el total de cultivos ilícitos como de 170 mil hectáreas a 48 mil hectáreas.
Eso requiere persistencia y perseverancia. Aquí hay dos discusiones: una económica, donde se llegaría a decir que se requiere legalizar las drogas para eliminar las rentas excedentes criminales que pueden generarse. Pero eso requiere colaboración mundial y coordinación de todos los países. Mientras eso se logra, la única decisión que puede tener un Estado como el colombiano, que se ve tan afectado, es combatir al narcotráfico con toda contundencia en toda la cadena: producción, cultivo, incautación y consumo.
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El consumo es muy grave entre nuestros jóvenes. Ya no sólo se consume en Europa y Estados Unidos, sino que también afecta en lo que en Colombia denominamos microtráfico, que invadió ciudades y barrios populares y vemos que esto sucede también en Centroamérica y el Caribe.
¿Está de acuerdo con legalizar las drogas?
—Para avanzar en eso se requiere consenso global. Desde el punto de vista económico, ha cambiado mucho la lógica del narcotráfico. Puedo decir que, mientras que antes toda la droga de Colombia se exportaba, hoy tenemos un problema muy grave de salud pública, porque el consumo de droga por microtráfico alimenta la violencia y la criminalidad en las ciudades. Aquí no es una cuestión meramente económica de rentabilidad, sino que también implica problemas de seguridad, criminalidad y salud pública que deben considerarse.
Colombia es un país comprometido con la lucha contra el narcotráfico en toda su cadena y nuestras fuerzas militares y policiales actúan porque entienden que en el narcotráfico está la mayor amenaza a la vida, la tranquilidad, la democracia y el medio ambiente.