En un intento de mantener un frente común con la desatinada estrategia de contención estadunidense, en marzo pasado la Unión Europea (UE) delineó la política de-risking que guiará sus relaciones bilaterales con China. El objetivo, según Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, consiste en desarticular las vulnerabilidades que pudieran existir en la relación con China, aunque se trata de un esfuerzo para reducir la fuerte dependencia hacia ese país. Sin embargo, aún no existe consenso alguno entre los líderes europeos de cómo llevarlo a cabo; países como Francia y Alemania son renuentes, dado que tienen fuertes vínculos comerciales con China. Adicionalmente, la UE sospecha de la relación entre China y Rusia, al punto de condicionar sus relaciones bilaterales a cambio de que China apoye a Ucrania y condene a Rusia por la guerra.

China, por su parte, ha instado a la UE a que no desarrolle relaciones con Estados Unidos y Ucrania a expensas de la relación sino-europea. Respecto a la estrategia de-risking el liderazgo chino la considera como una “falsa propuesta”, debido a que ha sido la globalización la que ha interconectado ambas economías. También ha acusado que se trata de una forma de limitar sus lazos comerciales, incluso ha pedido a la UE replantear su papel en la asociación estratégica integral que ambos comparten.

En el marco de toda esta tesitura, ambas partes continúan intercambiando visitas tanto de alto nivel como de funcionarios diplomático, lo que puede interpretarse como una reestructuración en la relación bilateral. Quizás el reemplazo del canciller Qin Gang, promotor de la diplomacia lobo guerrero, tienda a disminuir las tensiones diplomáticas, aunque es prematuro saberlo.

Maestrante en estudios de Asia y África con especialidad en China por El Colegio de México

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