Miles de personas se lanzaron a las calles en Líbano durante la última semana en una ola de protestas que el propio gobierno calificó de "sin precedentes".
Las manifestaciones se desataron tras el anuncio del Ejecutivo de introducir un impuesto a las llamadas telefónicas hechas a través de WhatsApp y otras aplicaciones.
La tasa formaba parte de una serie de medidas tomadas por el primer ministro, Saad al-Hariri, para enfrentar la grave crisis económica que atraviesa el país.
Después de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes, el gobierno retiró la propuesta del polémico impuesto, pero las movilizaciones no cesaron.
Así, la protesta inicial se acabó convirtiendo en un reclamo generalizado contra el mal manejo de la crisis, el costo de vida y la falta de empleo y de oportunidades, entre otras cuestiones.
Uno de los aspectos más llamativos es que las manifestaciones trascendieron las tradicionales divisiones sectarias en Líbano y sectores muy diversos de la población están participando en las movilizaciones.
A diario se escuchan gritos de "¡revolución, revolución!", pidiendo la destitución del gobierno. Decenas de personas heridas desde el inicio de los disturbios.
En BBC Mundo te contamos 4 claves para entender el origen de estas inusitadas protestas que sacuden Líbano y que ya fueron bautizadas como "la revolución del WhatsApp".
El gobierno libanés anunció el pasado jueves un impuesto diario a las llamadas de Voip -voz por protocolo de internet-, el sistema utilizado por varias aplicaciones como WhatsApp, Facebook Messenger y FaceTime de Apple.
El plan era imponer un gravamen diario de 20 centavos de dólar por efectuar estas llamadas.
De inmediato se desataron protestas contra la medida, con enfrentamientos violentos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad.
Pocas horas después, el gobierno retiró su plan. Sin embargo las protestas continuaron, ya no contra el controvertido impuesto sino para reclamar al gobierno por los efectos de la crisis económica sobre la población.
"No estamos aquí por el WhatsApp, estamos aquí por todo: el combustible, la comida, el pan, por todo", dijo un manifestante en Beirut, que se identificó como Abdullah.
Después de que la medida del impuesto se retirara, los manifestantes concentraron sus protestas hacia otros reclamos, incluyendo la corrupción generalizada, el mal manejo de la economía y los deficientes servicios públicos en el país.
También protestan por la injusticia, la pobreza, el robo y el saqueo, así como por las carencias en el sistema de salud y de educación o la falta de empleo.
La situación económica en Líbano empeoró en las últimas semanas, con la moneda local devaluándose frente al dólar estadounidense por primera vez en dos décadas.
De hecho, Líbano soporta uno de los niveles de deuda pública más altos del mundo. Actualmente está fijado en 86 mil millones de dólares, equivalente a más del 150% de su Producto Interno Bruto.
Su economía está estancada. El crecimiento real del PIB fue apenas de 0.2% en 2018 y se estima que entrará en un crecimiento negativo de -0.2% en 2019, según el Banco Mundial.
La infraestructura pública -que ya se encontraba bajo presión- está resquebrajándose, mientras que la llegada de más de un millón de refugiados de la vecina Siria también tuvo un impacto sobre el sistema.
Hay frecuentes cortes de electricidad y agua y la basura se amontona en las calles por falta de recolección.
Este domingo, cientos de miles de personas se congregaron en la capital, Beirut, y otras ciudades en unas de las mayores manifestaciones que se recuerdan en Líbano desde hace años.
Exigen la renuncia de sus líderes y en muchos lugares corean las palabras "¡revolución, revolución!".
Analistas señalan que una de las características más sobresalientes de estas protestas es cómo los manifestantes han dejado a un lado sus tradicionales divisiones sectarias que causaron tanto conflicto interno en el pasado.
Líbano tiene un sistema político diseñado para equilibrar el poder entre los principales grupos religiosos del país.
Sin embargo, ninguno de los diferentes partidos ni líderes pudo librarse de la crítica e ira ciudadana en estas protestas.
Ni siquiera el popular partido Hezbolá y su líder Hassan Nasrallah.
El grupo chiita, que ha logrado consolidar apoyo en parte por su postura contra Israel, ostenta 13 escaños en el Parlamento y tres puestos en el gabinete. Y su respaldo a las medidas del gobierno también lo han convertido en blanco del descontento.
"Todos ellos significa todos ellos, Nasrallah es uno de ellos", declaró un manifestante en Beirut citado por la agencia AFP.
En respuesta a las masivas movilizaciones, el gabinete de gobierno se reunió este lunes para aprobar una serie de reformas destinadas a apaciguar las protestas.
Las medidas destinadas a reducir el gran déficit incluyen el recorte de los salarios de los políticos a la mitad y ayuda financiera para las familias más pobres.
El primer ministro Saad Hariri había amenazado con renunciar si no se aprobaban.
En una intervención televisada, Hariri aseguró haber escuchado a los manifestantes.
"Estas decisiones no están diseñadas como un intercambio", declaró. "No son para pedirles que dejen de expresar su ira. Esa es una decisión que ustedes deben tomar".
"Su movimiento es lo que condujo a las decisiones que están viendo hoy", reconoció. Días antes, declaró que Líbano estaba pasando por un momento "difícil y sin precedentes" en la historia del país.
Las protestas, en cambio, no se detuvieron. protestas no han cesado. En el centro de Beirut han bloqueado varias de las vías principales y muchas escuelas, bancos y universidades están cerradas.
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