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"Hace 24 años no pensabas en eso. Simplemente te enamorabas", dice un hombre danés sobre la mujer tailandesa a la que conoció en Pattaya, una ciudad de Tailandia conocida por el turismo sexual.
Un cuarto de siglo después, y a casi 9 mil kilómetros de Tailandia, nos encontramos en una modesta casa de una planta en el noroeste de Dinamarca.
Una de las cosas en la que Niels Molbaek "no pensaba" bien podría ser este Som Tam, la ensalada tailandesa de papaya que tiene enfrente suyo, preparada por Sommai, la mujer de la que se enamoró ese día.
Probablemente tampoco pensó que un sábado escandinavo se volvería tan tailandés.
Hay mucha gente en la casa.
A la izquierda de Sommai están sus dos sobrinas, a quienes crio. Junto a ellas está la hermana de su ex marido. Y también hay una amiga suya de su mismo pueblo de origen, en el noreste de Tailandia.
La mujer que trae más comida a la mesa es la ex esposa del sobrino de Sommai, que se acaba de mudar a esta ciudad.
Todas y cada una de las mujeres que están en esta mesa terminaron casadas con un hombre danés a través del emparejamiento de Sommai.
Y es que esta mujer se dedicaba a publicar perfiles de tailandesas en la sección de anuncios de los periódicos, las alojaba en su casa, donde podían conocer a hombres interesados en ellas, y les daba consejos sobre su nueva vida en un lugar lejano y con un idioma que les resultaba extraño.
Hace 30 años, Sommai era prácticamente la única tailandesa que vivía en este remoto distrito pesquero de Dinamarca.
Ahora hay unas mil mujeres tailandesas en la zona, que principalmente llegaron para casarse.
Para ponerlo en contexto, hay que tener en cuenta que en toda Dinamarca solo hay 12 mil 625 personas de origen tailandés, 10 mil 494 de las cuales son mujeres, según la emisora estatal danesa DR.
"Perdí la cuenta", dice Sommai cuando se le pregunta a cuántas mujeres ayudó a casarse y a cuántas más han ayudado esas mujeres.
Y lo que el marido de Sommai seguramente tampoco pensó es que sus vidas algún día se convertirían en Heartbound ("Rumbo al corazón") un documental dirigido por Sine Plambech y Janus Metz, que a lo largo de más de 10 años hicieron un seguimiento de muchas parejas formadas por un danés y una tailandesa.
El documental se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto el año pasado y ganó el Premio a la Mejor Película Antropológica de la Asociación Americana de Antropología y el Premio de los Derechos Humanos en el Festival Internacional de Cine de Dublín.
Otro tipo de amor
"Me di cuenta de que se me romperá el corazón si no puedo volver a verte. Te extraño mucho... Puedes venir y quedarte en mi casa un tiempo para que sepas cómo es vivir en Dinamarca", le dijo a Sommai en una carta en 1991 su futuro esposo, a quien conoció después de trabajar en Pattaya durante nueve meses.
La mujer, de 66 años, es en la vida real exactamente como en el documental. Sigue siendo vital y activa, se ofrece a llevarme a cualquier parte de Thisted, una ciudad a seis horas de Copenhague en tren, y es sorprendentemente abierta y sincera.
Cuando se le pregunta sobre el documental sobre su vida, asegura: "Quiero que los extranjeros entiendan que no estamos aquí por dinero. Las mujeres tailandesas vienen aquí a trabajar, y trabajamos mucho. No es un camino de rosas".
Las palabras de Sommai recuerdan una de las difíciles primeras escenas del documental, en la que su sobrina se acaba de mudar al país para tratar de vivir con un chico danés.
Un diccionario tailandés-danés es el único puente entre ellos: "¿Cuántas perchas necesitas?" - "Cinco". "¿Quieres estar sola?" - "OK".
Durante más de 10 años, Plambech, antropóloga, y Metz, director de "Armadillo" (2010) y "Borg vs McEnroe" (2017), siguieron muchas vidas tanto en Tailandia como en Dinamarca.
Por ejemplo, la de la sobrina de Sommai, que fue al país para casarse; a un hombre danés devastado tras divorciarse de una mujer tailandesa; una trabajadora sexual de Pattaya que acabó en su empobrecida ciudad natal en el noreste de Tailandia; y la propia Sommai, quien ahora desea volver a Tailandia.
Sommai reunió por primera vez a una pareja formada por un danés y una tailandesa hace 25 años. Era una mujer a la que conocía de su país y a la que su marido golpeaba.
"Luego, una vez tras otra, ayudé a mi prima, y después a la hermana de mi ex marido, y después a alguien del mismo pueblo. Y después a la sobrina de mi hermano. Y a alguien a quien ayudé trajo a cuatro o cinco mujeres más".
El proceso, explica Sommai, consiste en poner anuncios en el periódico, ir a buscarlas a Copenhague, llevarlas a su casa, recibir a los hombres que vienen a "verlas" y, si los sentimientos son mutuos, llevarlas a la casa de los hombres.
"Nunca recibí ni pedí nada a cambio", dice Sommai. "Estoy orgullosa de poder ayudar a alguien para que pueda ayudar más a su familia. Pasan de no tener nada a poder proporcionar comida a sus familiares y construirles una casa".
Todavía hoy sigue vivo un prejuicio muy común en Tailandia contra las mujeres tailandesas que se casan con extranjeros, especialmente las de Isaan, una de las regiones más pobres del país. Las consideran "cazafortunas".
Pero el documental rompe con este discurso: vemos cómo Sommai trabaja arduamente al lado de otros daneses, y cómo para su sobrina el matrimonio no es un baño de dinero sino una oportunidad de trabajar y ganar dinero por sí misma.
"Realmente es difícil de explicar", dice Sommai cuando se le pregunta sobre su definición del amor. "¿Es amor? Tal vez no es lo mismo de cuando éramos jóvenes. Es diferente. Es un vínculo profundo, se trata de cuidarnos los unos a los otros. Es otro tipo de amor".
La película
Plambech conoció por primera vez a un grupo de mujeres tailandesas de esta zona hace 15 años, durante un viaje de investigación como antropóloga.
Y asegura que el prejuicio que sufren es el resultado de la "distancia" que hay entre el gobierno y la élite de Bangkok y la región desfavorecida de Isaan.
"Es una cuestión de clase: muy a menudo la gente que llama a estas mujeres 'cazafortunas' es la elite", dice Plembech. "En cambio, [las familias de estas mujeres en Isaan] las llamarían 'sostén de la familia', heroínas que se atreven a viajar al otro lado del mundo para cuidar de ellos".
Según la investigación de Plambech, las tailandesas son el mayor grupo de inmigrantes en un país de 5.8 millones de habitantes.
Desde 1999, cada año se celebran de media 253 matrimonios entre hombres daneses y mujeres tailandesas. La tasa de divorcio es del 60-65%.
El trabajo antropológico de Plambech se convirtió en película cuando conoció a Metz. En el proceso, se hicieron pareja, y ahora tienen una hija juntos.
Antes de esto, Metz estuvo investigando a los migrantes africanos que tratan de llegar a Europa. Le sorprendió que se llaman a sí mismos "aventureros" y que se niegan a ser definidos como "ilegales" o "clandestinos". Estas mujeres de la película, dice Metz, se sienten igual.
"Se trata de una historia que habla de lo mismo, que nos da la misma visión sobre la condición humana, determinada por el lugar en el que nacemos", dice Metz.
"¿Qué es una buena vida desde tu perspectiva? ¿Cómo luchas para mantener a tu familia? ¿Cómo te conviertes en el héroe de tu propia historia?", pregunta.
Pobreza
El hecho de que numerosas mujeres -no solo tailandesas- se casen con extranjeros y se vayan de su país a menudo se atribuye a la desigualdad económica.
Y ciertamente la vida de Sommai hoy no podría ser más distinta de cómo era cuando crecía.
Para el almuerzo de hoy, al que invitó a amigos y familiares para que "puedan ver cómo viven los tailandeses aquí", en la mesa no cabe literalmente nada más de comida.
En la provincia de Nakhon Ratchasima, donde vivía, era la cabeza de familia de más de 10 personas. Además de sus propios hijos, cuidaba a sus sobrinos y sobrinas porque su hermana enfermó.
Cuando su padre, que se había hecho monje, empezó a tener que escabullirse y comerse la comida que le habían dado como limosna para sus hijos -una violación de los principios budistas- Sommai decidió irse a trabajar a Pattaya, "sabiendo muy bien lo que tendría que hacer para ganar dinero para la familia".
No hay una datos oficiales de cuántas tailandesas están casadas con extranjeros, pero la tendencia comenzó durante la Guerra de Vietnam, cuando Estados Unidos usó a Tailandia como base militar.
El centro de recreación para los soldados estadounidenses pronto generó una industria del sexo. Por supuesto, más adelante, esa no era la única forma en la que las mujeres tailandesas conocían a extranjeros.
Plambech dice que la inmigración de tailandesas a Dinamarca es ciertamente una respuesta a algo que sienten que Tailandia no pudo darles, pero al mismo tiempo es una elección individual y parte de la globalización.
Sommai asegura que la economía fue un factor importante para que alguien como ella hiciese todo lo posible para salir del país. Lo más importante para ella es la educación de sus hijos y la salud de sus padres.
"Si hubiera empleos y un buen sistema de salud, todo el mundo querría quedarse en casa con su familia. Pero, ¿puede la gente sobrevivir así?", se pregunta Sommai.
"Está bien vivir en Tailandia, nadie se está muriendo, pero esto no mejorará. Será así siempre, generación tras generación tras generación", concluye.
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