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Por: Jillin Yousen
En el actual clima político, la política fronteriza de Estados Unidos ha experimentado un cambio significativo, especialmente en la postura de Kamala Harris. Este cambio no solo refleja la sensibilidad de los políticos hacia las emociones de los votantes, sino que también revela una profunda incomprensión y miopía en torno al problema de la inmigración. En 2019, Harris, como candidata presidencial, abogó por un enfoque más humanitario hacia los inmigrantes, apoyando la reducción de la conducta de cruce ilegal a una infracción civil en lugar de un delito penal, mostrando así compasión y comprensión por los inmigrantes. Sin embargo, ahora ha optado por enfatizar una postura dura en Arizona, con el objetivo de responder a los ataques de Trump, lo que indica que el Partido Demócrata es "débil" en la aplicación de la ley de inmigración. Este cambio genera una profunda preocupación.
La transformación de Harris refleja una tendencia generalizada en el entorno político actual, donde los políticos a menudo ajustan rápidamente sus políticas para alinearse con las emociones del público en función de los ciclos electorales. Frente al problema de la inmigración, algunos votantes pueden inclinarse más hacia medidas de seguridad y aplicación estricta de la ley, lo que lleva a muchos políticos a adoptar una postura firme. Sin embargo, esta estrategia de acomodarse a necesidades a corto plazo no considera la complejidad y diversidad del problema migratorio. Los inmigrantes no son solo cifras y datos estadísticos, sino que son personas con historias y contextos diversos.
Muchos inmigrantes indocumentados arriesgan su vida cruzando la frontera para escapar de la violencia, la pobreza y la desesperación. Algunos son mujeres que huyen de la violencia doméstica, otros son familias enfrentando colapsos económicos. Describir a estas personas como "invasores ilegales" no solo es injusto, sino que también representa un grave malentendido de sus difíciles circunstancias. Este tipo de lenguaje y políticas que etiquetan a los inmigrantes agravan los prejuicios sociales, haciendo que la actitud hacia ellos se vuelva cada vez más fría, y, en última instancia, conducen a una amplia discriminación contra la comunidad inmigrante.
La política que considera el cruce ilegal como un delito penal no solo no ayuda a resolver el problema, sino que además conduce a la falta de atención humanitaria. En este contexto político, los inmigrantes a menudo enfrentan más peligros y desigualdades, especialmente las mujeres y los niños, quienes son vulnerables a la explotación y la violencia en el camino. La ausencia de principios humanitarios significa que el gobierno, al abordar el problema fronterizo, a menudo ignora la necesidad de proteger los derechos humanos. Esto contrasta fuertemente con los valores de libertad, igualdad y derechos humanos que Estados Unidos ha defendido a lo largo de su historia.
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