San José. – (OEA) cerrará hoy en Perú una nueva rutina política y diplomática anual… que se volverá a repetir en 2023 en alguna ciudad de América. 

La quincuagésima segunda Asamblea General de la OEA culminará tras una semana de negociaciones en Lima bajo unos viejos ritos hemisféricos en retóricos discursos, proclamas y declaraciones de múltiples y ambiciosos propósitos. Para la cúpula del organismo, la OEA es lo que sus estados… quieren que sea. 

En las afueras de los pasillos de la OEA, mientras tanto, se agudizó la realidad de América: el creciente avance de la pobreza, el incesante desgaste de la democracia, el imparable deterioro ambiental por el cambio climático, las constantes oleadas de migrantes irregulares y el implacable ataque del narcotráfico y otras modalidades del crimen organizado. 

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Por impacto del Covid-19, la pobreza en América Latina y el Caribe aumentó de 185,5 millones de personas en 2019 a 230,9 millones en 2020, casi 38% de su población, según la Organización de Naciones Unidas (ONU). 

Estados Unidos confirmó que el número de migrantes irregulares que retuvo en su frontera con México subió de 1,7 millones de octubre de 2020 a septiembre de 2021 a unos 2,5 millones de octubre de 2021 a septiembre de 2022. 

“Las crisis en el mundo por su velocidad y profundidad han dejado obsoletos los foros multilaterales, y la OEA no es la excepción”, afirmó el economista guatemalteco Edgar Gutiérrez, ex canciller de Guatemala, consultor externo y analista y estratega político y de seguridad. 

“La OEA puede representar el caso de obsolescencia más aguda, porque va acompañada de pérdida de legitimidad en los últimos años, por ejemplo, en el tratamiento de las crisis humanitarias, como la que se ha presentado en Venezuela, o bien en las estrategias de lucha contra la corrupción”, dijo Gutiérrez a EL UNIVERSAL. 

“La democracia está en caída libre en Centroamérica y el Estado de derecho (está) contra la pared de varios países de Sudamérica, y a pesar de contar con el instrumento —la Carta Democrática Interamericana—, asumida justamente hace dos décadas en Perú, (la OEA) es incapaz de aplicarla”, argumentó. 

Fundada en 1948, la OEA cumplió 74 años en abril de este año como principal instrumento regional para defender la democracia, la paz, la seguridad, los derechos humanos, el desarrollo social y el crecimiento económico. 

Aparte de la polémica que la envolvió al instalarse en 1959 en Cuba un régimen que mutó a comunista, la OEA quedó atrapada en el siglo XXI en los conflictos políticos que estallaron en Venezuela, Nicaragua, El Salvador o Haití, y que todavía persisten, al colapsar sus instituciones democráticas. 

Los denunciados y continuados procesos de autoritarismo del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, o de totalitarismo de los gobernantes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Nicaragua, Daniel Ortega, progresaron sin resistencia en la OEA. 

Los tres casos, con alertas de que El Salvador se complicará por el plan reeleccionista de Bukele, exhibieron la falta de mayoría para aplicar la Carta y aislar política, diplomática y económicamente a los estados que violenten el orden democrático. Haití, entre tanto, siguió en el caos. 
Al citar a Cuba, Venezuela y Nicaragua y evitar mencionar a otros países, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, denunció ayer en la Asamblea General de la OEA que “cada vez vemos más líderes que emprenden medidas antidemocráticas bajo la falsa justificación (de) que disponen del apoyo popular”. 

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“Quiero ser muy claro: no se trata de elegir lados entre izquierda y derecha o progresistas y conservadores, se trata de comprometernos con la democracia por delante de las ideologías y de los partidos”, aclaró. 

“Condenar de forma inequívoca los regímenes autoritarios de la región”, solicitó, al volver a señalar a La Habana, Caracas y Managua. 

Blinken culpó a Ortega de violar la Carta por detención arbitraria de opositores, reprimir protestas y cometer “fraudes electorales flagrantes”, a Cuba por “centenares” de arrestos de cubanos que en 2021 pidieron respetar “sus derechos humanos” y a Maduro de una “catástrofe humanitaria” con el éxodo al exterior de más de seis millones de venezolanos. 

A consulta de este diario, el politólogo ecuatoriano Sebastián Mantilla, director ejecutivo del (no estatal) Centro Latinoamericano de Estudios Políticos (CELAEP), de Quito, relató que “cuando se aprecia la situación” de El Salvador, Haití, Cuba, Venezuela “y muchos, el papel de la OEA ha sido muy limitado”. 

“Y es que esto tiene mucha relación no solo con la necesidad de reformar y adaptar los organismos de integración a la realidad que vivimos en la región, sino que también está relacionado a una crisis de liderazgo a nivel regional. Los presidentes de América Latina no tienen una visión de futuro de lo que debe ser América Latina en el contexto global”, indicó. 

“En un contexto cada vez más complejo y conflictivo, la OEA al igual que otras instancias de integración necesitan renovarse íntegramente”, planteó, al destacar que los problemas “han tendido a profundizarse” por el coronavirus, que llegó al área en febrero de 2020. 

Para el abogado y diplomático panameño Guillermo Cochez, ex embajador de Panamá en la OEA, la organización “solo podrá cambiar cuando cambien las democracias y sistemas políticos de sus miembros. Mientras en México, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, siga deteriorándose el sistema democrático, no podemos esperar una OEA más efectiva”.  

“Es lastimoso, porque es el único foro regional que le queda a la región y, en lugar de deteriorarlo, debemos fortalecerlo”, subrayó Cochez a este periódico. 

“Cada vez que hay críticas contra los sistemas en Cuba, Nicaragua o Venezuela, hay países como México, Argentina y Bolivia que rechazan esas críticas. Como que no quieren ver la realidad de violación de derechos humanos en nuestros países”, reafirmó. 

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