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Una mañana, exactamente a las 11:00, Therese Stählin esperaba en silencio frente a la entrada de la ciudad barroca de Solothurn, mirando el reloj.
"A las 12:00, tenemos que estar cerca de nuestro reloj que sólo marca 11 horas", dijo a mi llegada.
Las 11 son el momento más propicio para reunirse en la ciudad, me había dicho en un correo electrónico unos días antes, pero era igualmente importante para nosotros estar a tiempo para el mediodía.
Teníamos que darnos prisa.
Cruzando un puente peatonal sobre el río Aare, giró a la izquierda en Klosterplatz, avanzando por un gran almacén del siglo XVIII, de prisa hacia un lugar que revelaría mucho sobre la historia y la extraordinaria obsesión de esta ciudad poco conocida cercana a las montañas del Jura, en Suiza.
Escondida de la vista, en el muro oeste de un banco de inversión hay un reloj montado en la pared. Y es una clave para una curiosidad desconocida incluso para la mayoría de los suizos.
El reloj marca solo 11 horas y el número 12 no existe, es una anomalía confusa para cualquier transeúnte foráneo.
Pero no se equivoquen, no es un accidente.
Cuando sus 11 engranajes se mueven para hacer sonar sus 11 campanas -activadas por un arlequín que da martillazos en horarios aleatorios de 11:00, 12:00, 17:00 y 18:00- la escultura de metal hace repicar el Solothurner Lied, el himno no oficial de la ciudad.
El reloj no solo dice la hora, aunque de una manera desconcertante, sino que ayuda a revelar la fascinación de la ciudad con el número 11.
Solothurn, fundada por los romanos hace 2 mil años, pero olvidada por muchos visitantes hoy en día debido a su proximidad a la cercana capital de Berna, es una ciudad absorta por el 11.
No es ni un truco ni el resultado de una coincidencia, pero la ciudad tiene 11 iglesias, 11 capillas, 11 fuentes, 11 torres y 11 museos, un conjunto arquitectónico asombroso.
Los sitios datan del siglo XV hasta nuestros días. Algunos están desgastados por el tiempo y anticuados, otros como el ENTER, el único museo de Suiza dedicado a las computadoras y la tecnología, son decididamente modernos.
La mayoría de las veces, los visitantes hacen poco más que contemplar el edificio más antiguo de la ciudad, o el reloj astronómico con sus estrellas doradas, orbes y figuras en movimiento de un rey, un caballero y un esqueleto.
Pero yo quería ir más allá.
Por una parte, Stählin no pretende ser una experta numeróloga, solo una entusiasta.
Su autoridad en el tema proviene de crecer en la ciudad y estar feliz de compartir sus conocimientos como historiadora.
"Esta historia nunca morirá", me dijo mientras observábamos cómo el reloj de 11 horas terminaba de sonar.
"Pero ahora debemos irnos, todavía tienes que ver nuestra obra maestra numérica".
Bajando por Judengasse, o calle de los judíos, pasamos por un impresionante edificio que una vez fue el hogar del Gremio de los Herreros, una de las 11 sociedades medievales de la ciudad.
No pasó mucho tiempo antes de llegar al lugar del que Stählin estaba hablando: la magnífica Catedral de San Ursus, resplandeciente en el sol de mediodía.
En este magnífico lugar, el número 11 está vivo a un nivel casi inconcebible.
Fue construida, algo predecible, en 11 años, y concebida por el arquitecto italiano Gaetano Matteo Pisoni, quien impregnó el edificio con una multitud de símbolos y signos.
La catedral alude a algún elemento críptico en el proceso de su creación, pero también a secuencias numéricas que en última instancia se suman a algo mucho más poderoso.
De pie frente a su fachada románica, lo que sorprende al espectador es la calculada brillantez del interior de la catedral.
Hay 11 escalones, seguidas por otros 11, luego un tercer conjunto.
Hay dos fuentes clásicas que flanquean la escalera, una de Gideon y otra de un Moisés con cuernos de demonio, cada una adornada con 11 grifos finos que gotean agua en las piletas de abajo en el calor del verano.
Hay 11 puertas, mientras que la altura de la estructura se divide en tres partes, de 11 metros cada una, y todo está dominado por el campanario de 66 metros de altura. Que esta torre oculte un carillón de campanas de una oncena no debería sorprender.
"Pisoni desató la idea", dijo Stählin, como si todavía estuviera desconcertada por el concepto después de todos estos años.
"Le fue instruido por el gobierno del momento incluir el número 11. Y lo hizo. En todos lados. Incluso uno de los altares está hecho de 11 tipos de mármol".
En cualquier otro lugar, la catedral de la ciudad tendría un murmullo de las charla de los visitantes. Aquí no.
Es como si Solothurn hubiera quedado fuera de la historia y hubiera sido olvidada.
En el interior, solo yo, mi guía y los ecos de nuestras pisadas retumban en la nave mientras caminamos hacia la piedra de la 11ª bandera, colocados en el corazón del edificio.
Es ahí el único lugar desde donde se pueden ver los 11 altares de la catedral. Noté que las bancas también estaban dispuestas en filas de 11.
Todos en Solothurn conocen esta historia, por supuesto, pero nadie puede recordar exactamente cómo o por qué su ciudad se obsesionó tanto.
Una leyenda popular habla de los elfos mágicos que vinieron de la cercana montaña Weissenstein para animar a los habitantes de la ciudad, que trabajaban duro pero sin muchos resultados..
La adopción del número 11, o 'elfo' en alemán, fue el homenaje de los ciudadanos a sus salvadores. O eso dice el cuento.
Una explicación mucho más razonable son las connotaciones bíblicas del número, y muchos habitantes de Solothurn consideran que 11 es un número "santo" y profético.
En la numerología, el 11 se considera el más intuitivo de todos los números, comúnmente asociado con la fe y los médiums, pero las creencias de los fieles en la Catedral de San Ursus son igualmente convincentes.
"Había 12 apóstoles, pero 11 representa el sueño de tratar de lograr algo mejor", dijo Stählin, cerrando la puerta detrás de nosotros al salir de la catedral.
"Para nosotros simboliza nuestra interminable búsqueda de la perfección, es un código para la esperanza".
https://www.facebook.com/EmbajadaSuizaBuenosAires/videos/2057850477812589/
Si la religión es una hebra del ADN numerológico de Solothurn, la geopolítica es otra.
A lo largo de la historia, los ecos adicionales del número se remontan a la Edad Media tardía, y no hay necesidad de buscar demasiado para encontrar un patrón.
En 1481, Solothurn se convirtió en el undécimo cantón de la Confederación Suiza, y en el siglo XVI, el cantón se había dividido en 11 protectorados.
Y es más, la primera vez que se menciona el número, en 1252, los gremios que votaron por el primer consejo de la ciudad eligieron a 11 miembros.
Es imposible comprender completamente la mentalidad de la ciudad medieval de Solothurn, pero el número ahora es algo natural en la ciudad.
Es especialmente fascinante saber que los niños disfrutan de una celebración especial en su cumpleaños número 11.
Del mismo modo, Confiserie Hofer, una panadería que ya lleva 100 años, tiene el chocolate 11-i.
El concepto abstracto se ha convertido en una oportunidad aprovechada rápidamente por la cervecería insignia de la ciudad.
"Mi padre es de Berna y nunca había oído hablar de la 'historia del 11'", dijo el maestro cervecero Moritz Künzle, mientras me mostraba la cervecería de la casa - Öufi-Bier, o "Cerveza 11" en el dialecto local.
"Pero nos gustó la idea de un número como marca. Es inusual y memorable. Fuimos los primeros en hacerlo, pero ahora hay un '11' esto y un '11' aquello. Está creciendo cada año".
Un whisky de 11 años de edad, madurado en barriles de cerveza, también está en la carta.
Durante más de 500 años, Solothurn ha desarrollado una alianza extraordinaria con el número 11.
Es demasiado para ser un accidente y, en los próximos años, puede continuar de la misma manera.
Y pienso:: hace una semana solo habría sido un número cualquiera para mi.
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