San José. – La expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla Miranda, advirtió que el progreso en el empoderamiento político, social y económico de las mujeres está en peligro porque “la misoginia está agarrando fuerza” con gobiernos “de muchos países” dirigidos por hombres que impulsan un mensaje “machista”.
En una entrevista con EL UNIVERSAL, la ex gobernante recordó que, en su gestión de 2010 a 2014 y como primera presidenta de Costa Rica, sufrió el “acoso claro y evidente” del ahora cuestionado presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, por un litigio territorial fronterizo que estalló en 2010 entre San José y Managua con la invasión de tropas nicaragüenses a una zona costarricense. Ortega atacó repetidamente a Chinchilla.
De 62 años, politóloga, viuda y con un hijo, Chinchilla es copresidenta de Diálogo Interamericana, centro no estatal de pensamiento de Washington, vicepresidenta del Club de Madrid, instancia privada que reúne a más de un centenar de exgobernantes de Europa y América y forma parte de distintas organizaciones internacionales.
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Integrante desde 2019 del Comité Olímpico Internacional, Chinchilla fue galardonada ese año como Mujer de la Década por el Foro Económico de Mujeres.
Siendo presidenta, ¿se topó en las cumbres presidenciales con presidentes machistas?
A ese nivel se cuidan y quizás a mí me ayudó que cuando fui presidenta fue precisamente cuando más presidentas hubo en el mundo entero. Entonces en los organismos multilaterales, en las reuniones regionales ya éramos varias las presidentas que acudíamos.
En América Latina yo concurría con la brasileña Dilma Rousseff (2011-2016), la argentina Cristina Fernández (2007-2015), la chilena Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018) y con dos presidentas o primeras ministras del Caribe. De manera que éramos hasta cuatro o cinco. Y en la Organización de Naciones Unidas llegamos un momento en el que prácticamente las mujeres éramos 20% de los jefes de Estado. Eso, de alguna manera, cambió actitudes y nos facilitó.
Sin embargo, más bien en algunas relaciones bilaterales uno sí sentía las dificultades que tenían los hombres a veces de aprender a relacionarse con uno. Y en algunos casos el acoso claro y evidente como el que yo sufrí con Daniel Ortega, de Nicaragua.
¿Cree que en América Latina falta mucho para desmontar al machismo?
El mundo entero tiene una deuda todavía pendiente en equidad en todos los campos, económico, político, educación y salud. En algunos se ha avanzado más que en otros. Pero cuando ponemos a América Latina frente a otras regiones, es una de las regiones en donde más se ha avanzado en los derechos políticos de las mujeres.
Hoy tenemos ya varios países con congresos (poderes legislativos) paritarios, cosa que no se ve en otros. Vamos en la dirección correcta.
Pero esos avances no son suficientes. Hay que trabajar en representación política. Me parece que tenemos todavía algunos aspectos que atender para poder seguir fuertemente. Uno es que se garanticen las cuotas (de representación femenina) y la paridad. Muchos países todavía no las tienen y son los que hoy están más rezagados.
También garantizar el acceso al financiamiento político. El mundo corporativo está en manos de los hombres y a las mujeres les cuesta muchísimo conseguir financiamiento privado.
El trabajo no remunerado o las obligaciones de las mujeres en el hogar sigue más o menos cinco a uno recayendo en los hombros de las mujeres. Me ha tocado ver a muchísimas mujeres que se echan para atrás en aceptar retos políticos porque están agobiadas por sus responsabilidades familiares.
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La advertencia que hay que hacer es que, aunque hay avances, se empieza a ver una reacción frente a esos avances. Yo integré el consejo asesor del Informe de Desarrollo Humano de 2019 (del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD) dedicado a las desigualdades. Y ahí pusimos en evidencia que se está generando, a nivel global, una arremetida contra los avances que las mujeres hemos tenido.
Uno ve en encuestas más recientes frente a las de hace unos cinco años que están volviendo a crecer los prejuicios contra las mujeres. La misoginia está agarrando fuerza y se está instalando en los gobiernos de muchos países a través de estos líderes que son hombres fuertes con los que la gente se identifica por muchas razones, pero que impulsan un discurso machista y misógino.
En Corea del Sur ya abiertamente hombres jóvenes se tiran a la calle a protestar contra los avances que las mujeres están conquistando. Estamos en un momento verdaderamente delicado para la mujer.
¿Es imparable el empoderamiento progresivo de las mujeres en América Latina?
Hay un empoderamiento progresivo, pero no estoy segura de que sea imparable. Si uno toma lo que está pasando en el mundo en los últimos cinco o seis años, lo que estamos viendo es el esfuerzo claro y abierto, sin tapujos, de frenar ese avance. Tenemos presidentes, jefes de Estado, que han llegado al gobierno enarbolando precisamente causas misóginas.
No nos podemos descuidar. La consigna en estos momentos para las mujeres ya no es hablar de derechos básicos fundamentales. Eso, de alguna manera, está bastante garantizado, aunque hay sociedades en situación todavía muy extrema, como en Afganistán.
Me parece que la consigna actual de la mujer debe ser el empoderamiento: saltar de reclamar derechos a reclamar el empoderamiento. De lo contrario, nos van a frenar y quizás posiblemente hasta echar para atrás parte de las conquistas que hemos alcanzado.
La demanda de despenalizar el aborto crece en América Latina. ¿Qué opina?
Es un triunfode un sector importante de las mujeres, sin lugar a dudas. Hay todavía sectores que no están plenamente convencidos de esa vía. Se necesitan puntos de encuentro. Veo a alguna gente clamando por invertir adicionalmente en prevención del embarazo no deseado, de invertir más en la nivelación de las obligaciones de las mujeres en el hogar, invertir más en la paternidad responsable. Hay que tener un balance.