El país que hereda el demócrata Joe Biden está muy lejos de ser Estados Unidos de América . Desunión, división, fractura, son las palabras que describen con más exactitud lo que hoy sucede allí.
Biden
llegará a la presidencia tras una elección en la que la ventaja sobre su rival, el actual presidente Donald Trump, es, hasta el momento, de poco más de 4 millones de votos: 50.5% contra 47.7% . Trump superó esta vez los 70 millones de votos —al conteo de las 13:00 horas de hoy—, 7 millones de votos más que en 2016. De ese tamaño es el reto del demócrata.
Hace cuatro años, Trump se mostró como el outsider, un empresario ajeno a la política que, decía, “limpiaría el pantano”, acabaría con la corrupción y haría grande a Estados Unidos de nuevo. Su triunfo cayó como una sorpresa y se habló del “voto secreto”, ese que no detectaron las encuestas que le daban el triunfo a Hillary Clinton. Para muchos, el mensaje estaba claro: los estadounidenses estaban hartos de los políticos tradicionales y decidieron darle la oportunidad a alguien con un perfil totalmente distinto, que les hablaba directo, que apelaba al nacionalismo.
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Los resultados de este martes demuestran que aun con Trump fuera de la Casa Blanca, el Trumpismo llegó para quedarse: a pesar de un proceso de impeachment; del mal manejo de la pandemia de coronavirus, que tiene a Estados Unidos como el país más afectado, con 9 millones 787 mil 734 de casos y 236 mil 484 decesos, de acuerdo con la Universidad Johns Hopkins; a pesar de su discurso divisivo, racista, de su definición de grupos de ultraderecha como “buenos chicos”, la mitad del país votó por cuatro años más.
Las heridas que deberá curar Biden son tan profundas que puede decirse que se sacó el tigre en la rifa. No sólo es Trump ; son las protestas por la brutalidad policial; es la desigualdad económica; es el cambio climático que muchos, encabezados por el actual presidente, todavía niegan. Trump no hizo el más mínimo intento por unir, ni siquiera en el último minuto. No sólo no concedió, a lo cual, en efecto, no está obligado, pero es lo que siempre había sucedido en Estados Unidos, sino que mantiene su amenaza de ir al Tribunal Supremo y acusa, sin prueba alguna, fraude y elección robada. Son mentiras, sí, pero unas que escucha la base que se mantuvo fiel hasta el final a él, a su modo de gobernar. Y esa base es parte del país que el demócrata liderará a partir de enero de 2021.
Sería más fácil con un Senado dominado por los demócratas, pero eso es algo que no se sabrá hasta enero, cuando se definirán algunas segundas vueltas. Y es allí donde se confirman miembros del gabinete presidencial.
Trump
le hereda, además, una Corte Suprema a modo, con seis de nueve jueces inclinándose hacia el lado conservador. Tres de ellos fueron designados por el mandatario, para cargos que son vitalicios.
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Consciente del desafío, en su primer mensaje tras ser proyectado por las principales cadenas de medios estadounidenses como el próximo presidente de Estados Unidos, Biden lanzó, igual que ha hecho en los últimos días, un mensaje de unidad, subrayando que no va a gobernar para los demócratas, sino para todo el país, para los que votaron por él tanto como para los que no. Sabe, también, que una buena parte de los votos que consiguió no fueron para él, sino en contra de Trump.
Pero unir al país, a la vez que combate los estragos de una pandemia mal manejada e intenta impulsar la economía, es una tarea titánica. Más cuando él se ha definido como un “presidente de transición”, que sólo estaría un periodo en la Casa Blanca, para allanar el terreno a alguien más. Su compañera de fórmula, Kamala Harris, será una figura clave no sólo para inyectarle energía a un Biden que se convertirá en el presidente más viejo que llegue a la Casa Blanca (tiene 77 años), sino porque deberá proyectar eficazmente una imagen de presidenciable.
Biden
tiene décadas de experiencia política pero para el desafío que le espera debería contar también con el cierre de filas que hicieron en torno a él los demócratas en las primarias. No es algo que pueda darse por sentado. Una parte importante del Partido Demócrata es la izquierda progresista que encabeza Bernie Sanders, que querrá su cuota tras el triunfo del exvicepresidente. Si logran mantener la unidad, quizá puedan realmente echar a andar el camino para unir, también, a los Estados Desunidos de América.
agv