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La historia real de un cura y una monja enamorados que tendrán su serie

Él era sacerdote y ella, monja pero dejaron atrás el hábito para hacer una vida juntos

La historia real de un cura y una monja enamorados
05/05/2022 |09:20
Redacción
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Mercedes Tarragona tenía 22 años y Daniel Genovesi, 26. Ella era religiosa, hermana de la congregación Mercedarias del Niño Jesús. Él, sacerdote católico. El escenario: Venado Tuerto, Santa Fe. Su historia de amor –sí, de amor- será editada este año en un libro autobiográfico escrito por Daniel, y la productora de una distribuidora de contenidos estadounidense ya está en tratativas para crear una miniserie audiovisual basada en esta historia.

La historia real de un cura y una monja enamorados que tendrán su serie

Mercedes, cuando era religiosa

-¿Luchabas contra esos sentimientos?

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-Mercedes: No, porque no me daba cuenta de cuáles eran. Yo estaba en el convento desde los 17 y la formación general en mi momento se basaba en la cabeza. No se hablaba de lo que se sentía, no había educación emocional. Yo ni siquiera sabía qué me estaba pasando. Era lindo, pero no sabía qué era. Sentía que éramos amigos espirituales, como santa Escolástica y san Benito. Si yo me hubiera dado cuenta de que sentía amor, no me hubiera dado permiso. Era una necesidad de que estuviera el otro, de que el tiempo no se fuera... pero no sabía cómo justificarlo.

- ¿Tú, Daniel, sabías?

-Daniel: No. Todo empezó sin que me diera cuenta. Comenzamos trabajando juntos y en el andar fue creciendo un afecto. Hasta ese momento yo estaba muy feliz y completo con lo que estaba haciendo, con mi trabajo, con la comunidad, con las actividades que tenía… Solo que no estaba preparado para encontrarme con ella. Y cuando me encontré con ella, me pasaron un montón de cosas. Yo había ingresado al seminario en cuarto año del secundario y nunca había estado de novio. Nunca me había enamorado. Y por eso es que no lo registré cuando me pasó. Ahora, a la distancia, puedo ponerle esas palabras, pero en ese momento era gusto y necesidad de estar más próximo a ella, de querer tener más tiempo de encuentro. Y tal vez lo que más me sorprendió a mí mismo fue que unos seis meses después de habernos conocido, una mañana de Navidad sentí deseos de llamarla por teléfono. No sabía para qué, y levanté el teléfono y pensé que algo se me iba a ocurrir. Pero no lo profundicé. Era tan alto el nivel de negación, de represión interna, que lo dejé pasar.

-Mercedes: era muy loco, porque nos seguíamos viendo, aún en situaciones en las que normalmente no tendríamos que vernos. Y el deseo de estar con el otro iba creciendo cada vez más.

-Daniel: creo que eso que Mercedes repite, ese “¡qué loco!” es porque parte de la historia tiene mucho de lo no planificado, de eso que uno llamaría una locura. El amor tiene eso. Es lo no planificado. Y esa locura, ese amor, es lo que nos iba sorprendiendo en cada paso de nuestra historia. Lo imprevisto, que nos volvía a poner juntos. Tenemos pilas de anécdotas, de reencuentros, que no fueron organizados por nosotros. Siempre nos volvíamos a encontrar.

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-¿Cómo sigue la historia?

-Mercedes: va creciendo todo entre nosotros. Y después yo salgo del convento. Supuestamente no lo iba a ver más. Siempre que nos encontrábamos, creíamos que iba a ser la última vez. Y Daniel me dice “Venite a Venado Tuerto que trabajamos en la diócesis, el obispo está de acuerdo”. Y yo voy. Daniel seguía siendo sacerdote cuando nos encontramos; yo ya había renunciado. Fui con pantaloncito y campera de cuero, y pensaba “¿Me va a seguir queriendo?”, porque a veces uno quiere al rol, no a la persona. Y yo estaba sin el rol ahí, era Mechi. Entonces ese tiempo en Venado Tuerto fue asimétrico: él estaba adentro del sistema y yo estaba afuera.

La historia real de un cura y una monja enamorados que tendrán su serie

-Mercedes: pero esos comienzos fueron difíciles. No por nosotros, que siempre vamos enfrentando todas las situaciones. Aquello de no saber nada más, que lo que queríamos es estar juntos, es fuerte todo eso en nuestra vida. Y es lo único que hemos tenido claro en un montón de situaciones que hemos pasado. Con hábito o sin hábito, con pan o sin pan. Es el punto más fuerte de nuestra historia. Pero ese comienzo fue difícil, porque nosotros teníamos mucha experiencia en la vida espiritual, pero del mundo no sabíamos nada. Hasta las pavadas de vestirse, combinar la ropa, peinarse, saber de música… Entonces un amigo de Daniel nos ayudó muchísimo. Era más grande y nos tomó un poco como sus hijos. Y nos introdujo en el mundo. Nos enseñó desde cómo ir a comer a un restaurant lindo hasta a conversar de boludeces… (eso lo tuvimos que aprender, porque siempre hablábamos de temas serios, profundos, siempre tenía que tener un sentido la conversación). Él en pocos años nos metió rápido en el mundo, y ahí sobrevivimos. La parte más dura fue no saber. Después, a los poquitos meses de estar juntos yo quedé embarazada, y ese hijo lo perdimos, nació y murió a las dos horas. Entonces fue muy duro el comienzo. Tuvimos que aprender una vida de trabajo, una vida de pareja, una vida sexual, una vida afectiva… O sea, fueron unos siete años de mucho, pero mucho, aprendizaje.

-Daniel: y tuvo la dificultad, y al mismo tiempo la gran ventaja, de que estábamos solos, sin familia. Eso nos llevó a conectarnos mucho más entre nosotros. Porque o nos ayudábamos entre nosotros o no había forma. No había red.

-Mercedes: pero esos comienzos fueron difíciles. No por nosotros, que siempre vamos enfrentando todas las situaciones. Aquello de no saber nada más, que lo que queríamos es estar juntos, es fuerte todo eso en nuestra vida. Y es lo único que hemos tenido claro en un montón de situaciones que hemos pasado. Con hábito o sin hábito, con pan o sin pan. Es el punto más fuerte de nuestra historia. Pero ese comienzo fue difícil, porque nosotros teníamos mucha experiencia en la vida espiritual, pero del mundo no sabíamos nada. Hasta las pavadas de vestirse, combinar la ropa, peinarse, saber de música… Entonces un amigo de Daniel nos ayudó muchísimo. Era más grande y nos tomó un poco como sus hijos. Y nos introdujo en el mundo. Nos enseñó desde cómo ir a comer a un restaurant lindo hasta a conversar de boludeces… (eso lo tuvimos que aprender, porque siempre hablábamos de temas serios, profundos, siempre tenía que tener un sentido la conversación). Él en pocos años nos metió rápido en el mundo, y ahí sobrevivimos. La parte más dura fue no saber. Después, a los poquitos meses de estar juntos yo quedé embarazada, y ese hijo lo perdimos, nació y murió a las dos horas. Entonces fue muy duro el comienzo. Tuvimos que aprender una vida de trabajo, una vida de pareja, una vida sexual, una vida afectiva… O sea, fueron unos siete años de mucho, pero mucho, aprendizaje.

-Daniel: y tuvo la dificultad, y al mismo tiempo la gran ventaja, de que estábamos solos, sin familia. Eso nos llevó a conectarnos mucho más entre nosotros. Porque o nos ayudábamos entre nosotros o no había forma. No había red.

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Los exreligiosos con su familia

-Mercedes: nosotros teníamos pegada una frase en la heladera: “Cuando tomás una decisión, se abren puertas que jamás se hubieran abierto si no hubieras tomado esa decisión”. Nuestra vida es así: siempre antes está la decisión. Y claramente no puedo pensar que esto no es de Dios, porque el camino que hemos hecho ha sido un despliegue de ayuda a otros impresionante, entonces no entra en mi cabeza que esto no sea de Dios.

Mercedes (53) y Daniel (57) están casados y tienen dos hijas: Camila (23) y María Carla (26). El matrimonio reside en Punta del Este, donde él es obispo anglicano y ambos han fundado el Soul Institute (Instituto del Alma), a través del cual –como terapeutas profesionales- ayudan a personas de todo el mundo. “Mechi” es entrenadora del Programa para Padres de Mother Union, la única en Latinoamérica, y es especialista en psicogenealogía y master en programación neurolingüística. Daniel ha estudiado psicología, es MBA en dirección de Recursos Humanos y tiene un profesorado en teología y filosofía.

Y se siguen amando con locura, que no es poco.

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