Antes de que en el parque de Wembley se construyera su mundialmente famoso estadio de futbol y escenario de conciertos, un magnate ferroviario victoriano tenía planes aún más grandiosos para el lugar.
Quería convertir los terrenos pantanosos de ese distrito en la versión londinense del Campo de Marte parisino, con todo y su propia Torre Eiffel.
El plan de Sir Edward Watkin era simple pero ambicioso: construir la estructura más alta del mundo.
El magnate ferroviario se inspiró en la Torre Eiffel de 300 metros de altura, que había sido inaugurada en la Exposición Universal de 1889 junto al río Sena.
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"Al igual que otros victorianos de la época, quería impactar en el mundo", le dijo a la BBC Jason Sayer, de la London School of Architecture.
"La torre iba a ser su legado".
La Torre Eiffel era la estructura artificial más alta del mundo cuando la construcción terminó en 1889.
Inicialmente ridiculizada por algunos que la consideraron una adición monstruosa a la bella arquitectura de la ciudad, se convirtió en una atracción turística global, recuperando sus costos de construcción de unos US$350.000 en los primeros siete meses y convirtiéndose en el telón de fondo perenne de las postales parisinas.
Sir Edward quería construir una torre equivalente pero no en el centro de Londres, sino en un pantano en las afueras de la ciudad.
Había comprado 280 acres de tierra en el área de Wembley como parte de su gran plan para construir una comunidad completamente nueva, conectada a la ciudad de Londres por el Ferrocarril Metropolitano, del cual había sido presidente desde 1872.
Su torre estaba destinada a ser el faro de su nuevo paraíso suburbano, con casas confortables ubicadas en agradables parques a solo 12 minutos en tren de la estación de Baker Street.
Soñaba que así los pobres podrían cambiar las calles del centro de Londres infestadas de enfermedades por el aire saludable del campo.
Su parque también alentaría a los habitantes de la ciudad a disfrutar de días al aire libre, viajando en su ferrocarril al parque en el que la torre sería como la guinda del pastel.
"Había mucho orgullo británico en ese momento y él quería tipificar los logros que el país le había dado al mundo"
"En parte también quería hacer algún bien público, aunque creo que principalmente era un proyecto de vanidad", señaló Sayer.
Su parque, que incluía un lago para botes, una cascada y varios campos deportivos, se abrió en mayo de 1894 y rápidamente se hizo popular, recibiendo unos 100.000 visitantes en sus primeros meses.
Quienes deambulaban perezosamente por los extensos jardines verdes en esa época habrían escuchado el pesado ruido metálico que provenía de la torre de Sir Edward, donde el trabajo estaba en curso.
Pero no iba bien.
El monumento había sido diseñado por los arquitectos londinenses Stewart, McLaren y Dunn, que habían sido escogidos entre 67 competidores por el premio.
Sir Edward le había propuesto a Gustave Eiffel que se hiciera cargo de su torre, pero el arquitecto de la obra maestra parisina declinó cortésmente, temiendo que sus compatriotas pudieran pensar que "no soy tan buen francés como yo espero serlo" si ayudaba a los ingleses a construir una torre más grande que la de Francia.
Algunos de los diseños presentados por lo que sí estaban entusiasmados con la idea habían sido fantásticos y evidentemente poco prácticos, si no imposibles.
Una de ellas era una torre de 600 metros de altura con una forma parecida a la de un pastel de bodas de varios niveles y un ferrocarril en funcionamiento en espiral. Otra fue descrita como una "colonia aérea" con huertos colgantes y una réplica a escala de la Gran Pirámide en su cima.
La ganadora de Stewart, McLaren y Dunn se parecía mucho a la Torre Eiffel, aunque estaba hecha de acero en lugar de hierro y, con 350 metros, iba a ser unos 50 metros más alta que la de París.
Iba a tener un hotel de 90 habitaciones, restaurante, teatro, tiendas, baños turcos, jardines de invierno, así como una estación meteorológica y un observatorio en la parte superior.
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Pero Wembley era el lugar equivocado para tal proyecto por dos razones principales.
En primer lugar, el suelo era fangoso, pantanoso y propenso a hundirse.
La primera etapa de la torre, que constaba de cuatro patas gigantes que sostienen una meseta de 47 metros en el aire, se completó poco después de la apertura del parque. Pero pronto estaba desarrollando una inclinación ominosa que se hizo aún más pronunciada dos años después.
En segundo lugar, estaba demasiado lejos del centro de Londres.
"Wembley no era el equivalente de la ubicación de la Torre Eiffel", le comentó a la BBC Christopher Costelloe, director de la Sociedad Victoriana. "La gente iba hasta allá y descubría que no había mucho que ver, ciertamente ninguna vista panorámica de Londres.
"Si la hubiera construido en Hyde Park, probablemente habría sido un éxito rotundo".
Las esperanzas de Sir Edward de que su torre, incluso parcialmente construida, disfrutara del mismo éxito inmediato que la Torre Eiffel se desvanecieron rápidamente.
El interés público disminuyó y los visitantes llegaron a donar apenas US$35.000 de los US$290.000 requeridos. Sir Edward invirtió US$130.000 de su propio dinero, pero a fines de 1894, el trabajo había cesado.
En un intento por reavivar el entusiasmo del público, se instalaron ascensores en 1896 para permitir a las personas subir a la plataforma.
Sin embargo, durante sus primeros seis meses solo 18.500 personas pagaron para hacerlo.
La torre que alguna vez se pensó que llevaría el nombre de la Reina Victoria, terminó conociéndose como la "Consternación de los Accionistas", "El muñón de Londres" y "La locura de Watkin".
Sir Edward, quien también había hecho un intento infortunado de cavar un Eurotúnel en la década de 1880, murió en 1901. Al año siguiente, su torre tan preciada fue cerrada al público y en 1906 finalmente fue demolida.
Pero, aunque la torre de sir Edward fue un fracaso, su visión de Wembley como lugar de esparcimiento no lo fue.
De hecho, tuvo consecuencias de largo alcance, configurando la historia y el uso del área hasta nuestros días.
Sin los jardines de placer y la estación de Watkin, es poco probable que la Exposición del Imperio Británico se hubiera celebrado allá, lo que condujo a que Wembley se convirtiera en sinónimo de futbol inglés y en un exitoso lugar de música popular en el que los grandes del pop aún sueñan con presentarse.
En 1923, el lugar de Wembley en la lista de íconos mundiales quedó asegurado cuando se abrió un magnífico nuevo estadio, completo con torres gemelas, para albergar la final de la Copa FA entre Bolton Wanderers y West Ham United.
En 2002, cuando el estadio fue derribado para ser reemplazado por otro escenario emblemático, los trabajadores encontraron grandes cimientos de concreto debajo de la cancha.
Eran las primeras y últimas piezas de la Torre Eiffel de Londres que nunca llegó a existir.