Bruselas.— Tanto el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, como su homólogo ruso, Vladimir Putin, siguen convencidos de que pueden salir victoriosos de la confrontación armada.
El que esta situación se presente seis meses después del arranque de las hostilidades supone un revés para el líder ruso, quien inició una guerra partiendo que tenía enfrente a un rival menos poderoso en términos militares y financieros.
Confirma lo dicho por el Alto Representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell: la guerra en Ucrania es una prueba de resistencia en la que no habrá una solución milagrosa. Vencerá aquel que esté dispuesto a aguantar los sacrificios de una confrontación prolongada.
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“Rusia está perdiendo desde una perspectiva militar, porque es incapaz de alcanzar sus objetivos iniciales, apoderarse de Kiev y ocupar una gran extensión del territorio ucraniano”, dice a EL UNIVERSAL Bruno Lété, investigador del German Marshall Fund of the United States con sede en Bruselas. “Lo que estamos viendo es completamente lo opuesto. El ejército ruso sólo tiene la capacidad de apoderarse del poco territorio que puede ganar por aquí y por allá”.
Al verse frustrado su objetivo inicial, la rápida subyugación política de Ucrania, Rusia se ha visto obligada a modificar su plan. Luego de cambiar un par de veces la estrategia, el objetivo más importante para Rusia en este momento es la anexión de las repúblicas autoproclamadas y los territorios invadidos desde el arranque de las hostilidades.
De acuerdo con Piotr Zochowski y Krzysztof Nieczypor, expertos del Centre for Eastern Studies con sede en Varsovia, Polonia, hasta junio Rusia había conquistado 95% del óblast o provincia de Kherson; 70% de Zaporiyia; entre 10% y 15% de Kharkiv y Nicolaiev; 95% de Luhansk y 50% de Donetsk. En total, los territorios incautados abarcan una extensión de alrededor de 80 mil kilómetros cuadrados.
“Considerando que su ejército no es capaz de avanzar militarmente, el Kremlin se enfocará en preservar el territorio ganado y en implementar una campaña de artillería”, indica Lété.
Afirma que el bombardear ciudades persigue el propósito de desmoralizar a la población ucraniana, mientras que el apropiarse de los territorios del sur y este ayudará a la narrativa interna, en el sentido de que supuestamente se cumple el objetivo de ver por la población rusa que se encontraba bajo la tiranía de Kiev.
Desde una perspectiva castrense, permitirá crear una conexión terrestre entre Rusia y la península ocupada de Crimea, así como formar otra línea de defensa como parte de los preparativos de una lucha prolongada. “Es realmente vergonzoso para un dictador como Putin el no poder alcanzar los objetivos inicialmente fijados. Por eso vemos que Rusia está alterando el discurso. Putin no puede decirle a su gente que están perdiendo”, sostiene.
La otra ofensiva
Debido a que no hubo ofensiva relámpago y las cosas no están saliendo conforme al manual, Rusia además está aumentando la intensidad de su otra guerra, la híbrida, creando nuevas crisis a partir de la manipulación de los alimentos y la energía. “El Krem- lin está tratando de desmotivar a los países miembros de la OTAN aliados de Ucrania, con la esperanza de que suspendan la asistencia, porque no es sólo una guerra de tanques y fragatas, también es una híbrida”.
Alrededor de 700 millones de personas viven en países en donde la seguridad alimentaria supone una amenaza. La caída de las exportaciones de granos y fertilizantes, el aumento de los precios como consecuencia de la guerra, podrían elevar el número de personas en condición de desnutrición entre 8 y 13 millones en todo el mundo en 2022 y 2023, estima la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La prioridad de Zelensky es armarse para lanzar una contraofensiva que le devuelva parte de los territorios sureños arrebatados. “Sí, Rusia está perdiendo, pero Ucrania tampoco es capaz de recuperar los territorios perdidos. Si bien con las aportaciones de Estados Unidos está siendo capaz de destruir almacenes de municiones y armamento, el ejército ucraniano no logra que los rusos retrocedan”, dice Lété.
“Estamos viendo una nueva línea de combate que paulatinamente se congela, ese es el estado actual de la guerra”.
La campaña militar iniciada por Putin en febrero pasado no habría superado el medio año de actividad sin el apoyo de las potencias de Occidente.
Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y algunos miembros de la OTAN, como Polonia y las naciones del Báltico, se han encargado de preservar las estructuras militares ucranianas enviando armamento cada vez más preciso y sofisticado.
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Sin embargo, la población europea comienza a resentir el apoyo a Ucrania, el cual ha tenido como efecto bumerán una escalada inflacionaria y altos precios de energéticos y alimentos. “Putin piensa que tiene el tiempo de su lado, le apuesta al invierno, para cuando la gente tenga que calentar sus hogares y vea que la factura de la energía se ha triplicado. Esto puede desalentar la opinión pública y llevarla a preguntarse por qué apoyar a Ucrania si no es nuestra guerra”, asegura Lété.
La confrontación ha evolucionado en una de trincheras, en las que ganan y pierden metros de terreno, como en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. El ánimo del pueblo ucraniano sigue en alto, mientras que el Kremlin mantiene viva la ilusión de que prevalecerá sobre el vecino.
“Todas las guerras se saldan con tratados y ésta no será la excepción. Pero los tratados sólo se logran si una parte siente que el costo de la guerra es demasiado alto, si siente que no puede ganarla. Ni Ucrania ni Rusia sienten que pueden perder, ambos piensan que pueden triunfar. Por eso, a estas alturas, la posibilidad de un tratado es lejana”, dice el analista.
La única alternativa que se vis- lumbra en el horizonte para forzar el inicio del diálogo, es inclinar la balanza a favor de Ucrania con el apoyo masivo de armamento occidental. El experto asegura que Ucrania sólo puede negociar desde una posición de fuerza, por lo que entre más rápido y mayor número de armas reciba, más pronto las partes se acercarán para negociar un acuerdo de paz.
Lété prevé que la inestabilidad perdure al menos hasta finales de la presente década. Teme que un alto al fuego o un acuerdo de paz sirva sólo para que Moscú se rearme y comience de nuevo en un par de años. “Rusia ha vuelto a una política exterior de imperialismo y colonización; eso significa que continuará con su comportamiento agresivo con el deseo de expandir su territorio”.
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