Bruselas.— El Talibán, la milicia fundamentalista islámica, demostró ser más audaz de lo que pensaron en el Pentágono y el cuartel general de la OTAN.
Las provincias y capitales de Afganistán fueron cayendo sin mayor resistencia, una tras otra, hasta capturar la capital.
“Lo que hemos presenciado es remarcable, una ofensiva sin precedentes”, dice a EL UNIVERSAL Jorrit Kamminga, investigador asociado del Instituto Holandés de Relaciones Internacionales Clingendael y autor del próximo libro Gracias por nada Bin Laden: 20 años de los Países Bajos en Afganistán. Los talibanes tenían varios distritos bajo su control antes de comenzar la ofensiva en mayo, pero en las últimas semanas tuvieron la habilidad de rodear los centros provinciales, explica el experto.
Estaban bien posicionados para arrancar la operación y al final lograron hacerse del control de las capitales provinciales mostrando habilidad de negociación con los gobernantes locales. El gobierno retiró a las fuerzas afganas de algunas ciudades para evitar víctimas civiles, pero todo fue resultado de una operación quirúrgica.
“Mientras todos pensaban que los talibanes estaban comprometidos con las conversaciones de paz, planearon cuidadosamente la ofensiva para que coincidiera con la retirada de las fuerzas internacionales (...) Realmente no lo esperábamos, porque la retirada de las fuerzas internacionales era una exigencia de los talibanes desde hace mucho tiempo (...) La retirada de tropas normalmente debió aumentar las posibilidades de que los talibanes se comprometan con las conversaciones de paz dentro de Afganistán”.
También, recuerda, los talibanes se habían comprometido, en virtud del acuerdo con EU, a no apoderarse de las ciudades. “Al final, hicieron exactamente lo contrario: intensificaron el conflicto y ejercieron presión sobre las ciudades provinciales (...) Es demasiado pronto para hacer una reconstrucción completa, pero (...) es una campaña militar notablemente exitosa si se mira desde una perspectiva neutra”.
“Los enfrentamientos y las negociaciones ocurrieron en varios frentes al mismo tiempo. En unos días, tres o cuatro capitales de provincia en distintas áreas cayeron en manos de los talibanes (...) La ofensiva no fue poco a poco, fue la toma espontánea del país”.
Al principio, recapitula, parecía que buscaban sólo fortalecer su posición apoderándose de al menos una gran capital provincial, como Kandahar, lugar de origen del grupo. Sostiene que investigadores creían que se detendrían con la toma de una o dos ciudades importantes. “Nadie pensó que las capitales de las provincias caerían como fichas de dominó. Es demasiado pronto para decir si querían capturar la capital desde el principio, o primero querían ver hasta dónde podían llegar (...) Todo resultó demasiado fácil. Pero había un plan maestro”.
Kamminga no cree que los talibanes sean una “formidable maquinaria militar”.
“Las fuerzas de seguridad afganas estaban luchando especialmente por dinero y no con el compromiso de defender la ‘nación afgana’ o la unidad afgana. No hay una nación o unidad real que defender. Los talibanes pudieron explotar eso: el hecho de que el poder en Afganistán aún reside en el nivel local, en las provincias”. Otro motivo tiene que ver con el fallido intento de fortalecer las fuerzas de seguridad en un contexto de permanente confrontación.
Afirma que algunos decían que era el modelo ideal, porque los reclutas obtenían inmediatamente experiencia en batalla, pero no fue así, resultó un problema. “Era necesario un entorno más o menos estable para construir el aparato de seguridad y, sobre todo, se necesitaba de una solución política. Durante 18 años nos centramos especialmente en entrenar y apoyar al ejército y la política afgana, pero no invertimos lo suficiente en una solución política (...) La estabilidad y la seguridad nunca podían ser algo sostenible sin una solución política”. El futuro es prematuro, el escenario de guerra civil no ha quedado totalmente descartado, tampoco el que vuelva a convertirse en el Estado paria del mundo.
Kamminga desconfía de las verdaderas intenciones del grupo. Dice que muchos afganos están intentando huir del país. “Conocen a los talibanes mejor que nosotros. Así que si están dispuestos a arriesgar sus vidas huyendo del país, estoy seguro de que no podemos esperar que los talibanes sean de repente mucho más modernos que el régimen en la segunda mitad de la década de 1990”.
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