Bruselas.- Localizada en el corazón de Ámsterdam, la parroquia de San Nicolás de Myra es víctima de un conflicto que tiene lugar a dos mil kilómetros de distancia.

En el mes de marzo, los cuatro sacerdotes y tres diáconos de la parroquia se vieron obligados a cerrar temporalmente las puertas del recinto tras reconocer que era imposible “ofrecer un clima espiritual seguro para los fieles”.

La parroquia ruso-ortodoxa estaba siendo agredida por su vocación pacifista y rebelde. Evocaban en la liturgia el fin de la guerra en Ucrania y en protesta al espaldarazo dado por la iglesia rusa a la campaña bélica del presidente Vladimir Putin, anunciaron que en los servicios religiosos no harían referencia más al Patriarca Kirill, cabeza de la iglesia ortodoxa rusa. Es costumbre mencionar en la liturgia el nombre del líder espiritual Kirill.

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Su posicionamiento se tradujo en una cadena de amenazas. El portón de entrada fue pintado clandestinamente con la Z, símbolo ruso de apoyo a la guerra, mientras que el obispo ruso-ortodoxo Elisey hizo una particular visita al recinto fundado en 1974 por un pequeño grupo de cristianos ortodoxos de origen ruso, serbio y holandés. El religioso habría llegado al lugar en un automóvil oficial con matrícula diplomática, probablemente de la embajada rusa.

Trascendió que durante su escala en la urbe naranja, Elisey leyó la cartilla a los sacerdotes , en síntesis les dijo que el Ministerio de Exteriores de Rusia “los está siguiendo con gran interés”.

“Un tanque espiritual fue enviado a nuestra parroquia”, fue la reacción de una fuente de la iglesia ante la visita, escribió el diario Nederlands Dagblad.

A pesar de las amenazas, los rebeldes de Ámsterdam mantuvieron el boicot y volvieron a la liturgia, separándose definitivamente del Patriarcado de Moscú y uniéndose al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

Concluyeron que no había motivo para seguir bajo autoridad rusa, cuando la iglesia tiene fieles de más de 20 nacionalidades, incluyendo rusos , griegos, rumanos, serbios, georgianos y eritreos.

El caso de la parroquia Heilige Nikolaas van Myra (oficialmente en holandés), es una clara ilustración del componente religioso en la invasión rusa en Ucrania.

Los líderes de la iglesia suelen predicar la paz. El papa Francisco se ha pronunciado en varias ocasiones a favor del fin de una guerra que describe como inhumana y sacrílega, que causa sufrimiento sin ningún tipo de “justificación”.

Pero el Patriarca Kirill no ha respetado el molde de la paz, se ha mostrado firme detrás de la ofensiva del presidente Vladimir Putin en Ucrania.

Anne Vandenhoeck, profesora de teología de la Universidad de Lovaina, sostiene que el apoyo de Kirill responde a que ambos comparten un objetivo superior: la formación de un orden mundial ruso.

"Formar un gran imperio ortodoxo ruso es el sueño del presidente Putin y el patriarca ruso Kirill (...) Putin ve al patriarca como una especie de ministro de asuntos religiosos".

De acuerdo con un análisis elaborado por Fearghas O'Beara , del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo, la invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto la estrecha relación entre Vladimir Putin y la Iglesia Ortodoxa Rusa, “la cual durante mucho tiempo ha proporcionado justificaciones teológicas e ideológicas de sus acciones a nivel nacional e internacional”.

Asegura que la doctrina Russkiy Mir o Mundo Ruso, elaborada por la Iglesia en conjunto con el régimen, y enquistada por Putin en el discurso político a partir de 2001, prevé el papel cuasi-mesiánico para Rusia de salvar a la civilización cristiana del decadente Occidente, a través de la difusión de la lengua, la cultura y los valores rusos, así como la restauración del dominio sobre los países que antes formaban parte de la Unión Soviética .

“De allí que varios expertos sugieren que la guerra de Rusia contra Ucrania tiene una dimensión religiosa, y que el deseo de Putin de conquistar Kiev sea parte de una 'búsqueda espiritual'”.

El presidente ruso lo reflejó en el artículo que publicó en julio de 2021, donde expuso su visión de la “ Gran Rusia ”.

En dicho documento, el mandatario afirma que rusos, ucranianos y bielorrusos son las mismas personas, al tener a Kiev , capital de Ucrania, como 'pila bautismal común'.

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“Para Putin, la identidad ucraniana o la condición de Estado no tienen base histórica, es una herramienta geopolítica para debilitar a Rusia”. Esto explica el porqué Putin ve a los líderes ucranianos como “radicales y neonazis”, indica O'Beara.

“Putin no deja duda sobre su intención de crear 'una gran nación única, una nación trina', apunta.

En la cruzada de Putin, la iglesia estaría desempeñando un papel fundamental. La Iglesia Ortodoxa Rusa se ve a sí misma como depositaria de la identidad nacional y con jurisdicción canónica sobre las iglesias ortodoxas de los antiguos satélites soviéticos, concretamente en Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Kazajistán y Uzbekistán.

En mancuerna, Putin y la iglesia de Moscú estarían tratando de propagar su dominio sobre los países vecinos explotando el resurgimiento de la membresía en la iglesia a partir del colapso de la Unión Soviética, régimen que oprimió sin piedad la religión.

De acuerdo con un sondeo elaborado por Pew Forum, el 71% de los rusos se identifica como ortodoxos, el 78 % de los ucranianos, 73 % de los bielorrusos y el 92 % de los moldavos.

Aunque no todo ha salido conforme al guión montado por Putin y Kirill, Patriarca de Moscú y de todos los rusos desde 2009.

El documento elaborado a solicitud de la Eurocámara sostiene que “el enfoque abiertamente político de la Iglesia ha contribuido a profundas divisiones dentro del mundo ortodoxo, incluyendo la ruptura formal con la Iglesia ortodoxa ucraniana y tensiones significativas con el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla”.