Elton Nascimento es un admirador del ultraderechista Jair Bolsonaro, el candidato favorito en el balotaje presidencial del domingo 28 en Brasil. Y también es un apasionado de las armas.
Mientras sujeta su pistola semiautomática .380 con capacidad para 19 tiros, Nascimento defiende la idea de Bolsonaro de liberar la posesión y tenencia de armas en Brasil, limitadas por ley desde 2003.
"Si pudiera portar un arma de estas, me sentiría mucho mejor andando en las calles, con más seguridad", dice en la sala de su casa de Treze de Maio, en el estado sureño de Santa Catarina.
No se trata de un lugar cualquiera en estas elecciones. Con unos 7 mil habitantes, Treze de Maio es el municipio de Brasil donde Bolsonaro obtuvo su mayor porcentaje de votos en la primera vuelta del 7 de octubre: un contundente 83.9%.
Fernando Haddad, el izquierdista que disputa el balotaje con Bolsonaro este domingo, consiguió aquí apenas 7.2% de apoyo.
Nascimento tiene 27 años, trabaja en un supermercado local y también maneja con destreza un arma efectiva en la campaña de Bolsonaro: la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp, donde creó el principal grupo de apoyo en la ciudad al militar retirado.
La idea surgió de una charla con amigos de prácticas de tiro, se expandió como reguero de pólvora y movilizó a cientos de personas.
A ellos poco parecen importar las posturas polémicas del candidato. Como su nostalgia por el régimen militar brasileño. O sus comentarios ofensivos sobre negros, mujeres y homosexuales. O su reivindicación de la tortura.
Al contrario, suelen justificarlo.
"Para que una persona llegue a una fase de ser torturada, debe haber hecho una cosa muy grave. Entonces para que una persona llegue a ser torturada, es para un bien mayor", sostiene Nascimento, que además posee un rifle .22 y viste una camiseta en la que se lee "Bolsonaro presidente".
Lo que Treze de Maio exhibe a primera vista puede resultar engañoso.
Su nombre evoca la fecha en que Brasil abolió la esclavitud: el 13 de mayo de 1888. Fue el último país que lo hizo en América.
Pero en este municipio, mitad urbano, mitad rural y moldeado por la inmigración italiana a inicios del siglo pasado, 97% de la población se declara blanca, según el censo brasileño de 2010.
Y su denominación, así como el escudo con la imagen de un esclavo que se libera de sus cadenas, contrasta con hechos menos favorables para los negros.
En 1914 el Estado demarcó tierras para quilombolas, comunidades tradicionales de afrobrasileños protegidas por ley, pero según el gobierno federal, "los negros fueron posteriormente expulsados por los inmigrantes italianos" del municipio.
En 2015, la entonces presidenta izquierdista Dilma Rousseff decretó de interés social para fines de expropiación casi 31 hectáreas de tierras para ser entregadas a descendientes de un ex esclavo que vivió en Treze de Maio, en el marco de un litigio que se arrastra hasta el presente.
"Desde el inicio, Treze de Maio siempre fue muy racista. Hoy está un poco diferente, pero hay un historial de las familias anteriores que era de mucho racismo", dice José Antonio Mathias Ferreira, de 54 años y presidente de una cooperativa local de agricultores, al explicar por qué Bolsonaro tuvo tan alta votación aquí.
"No se permitía que los negros viviesen por aquí", agrega este ex candidato a alcalde por el Partido de los Trabajadores (PT), el de Haddad y Rousseff.
Jamil Ronconi, un comerciante y evangélico de 28 años que apoya a Bolsonaro, sostiene en cambio que Treze de Maio "no sufre prácticamente de racismo".
Y lo argumenta de un modo peculiar.
"Hay muy pocos negros aquí en Treze de Maio, que son muy respetados. También hay pocos homosexuales en la ciudad, que también son muy respetados por nuestra población. Entonces es una cosa que no nos afecta. No llegó a afectar porque pocas personas tienen ese problema racial y homosexual", dice.
Las quilombolas son otro tema con el que Bolsonaro ha generado polémica. El año pasado dijo que había visitado una de esas comunidades y sus habitantes "no hacen nada".
"Ni para procrear sirven", agregó.
Semejante afirmación le valió una denuncia de la Procuraduría General de la República (Fiscalía) por racismo. Pero la acción fue rechazada por el Supremo Tribunal Federal, la máxima corte brasileña de justicia, en septiembre.
Y en Treze de Maio esto parece lejos de afectar al candidato descendiente de italianos y alemanes, cuyos ojos claros son resaltados en una reciente publicidad de campaña.
Como en buena parte de Brasil y sobre todo en el sur, un sentimiento de rechazo al PT, el partido que gobernó el país entre 2003 y 2016, impulsó en Treze de Maio la candidatura de Bolsonaro, que está en las antípodas ideológicas.
"El PT arruinó totalmente nuestro país", afirma Vanessa Rodrigues Modolon, que tiene 38 años y trabaja en una farmacia de la calle principal de la ciudad.
Pese a ser diputado desde 1991, Bolsonaro es visto aquí como alguien ajeno a la clase política. Esto también le permitió capitalizar en votos el hastío de la gente con los escándalos de corrupción que mancharon al PT y a la clase política en general.
"En Treze de Maio casi todo el mundo votó a Bolsonaro porque todos los partidos que prometen y no hacen. Para nosotros este tipo viene como un salvador. Hay que cambiar", sostiene Paulo Sergio Elias, un técnico de seguridad de 46 años.
Sentado en un bar donde asan carne al carbón y juegan naipes, Elias confía en que Bolsonaro pueda recuperar viejos valores y actitudes del pasado.
"Hoy no puedes pegarle a un hijo porque vas preso. Y creo que antiguamente estaba bien. (Bolsonaro) Está trayendo el respeto que teníamos antiguamente. Es eso lo que apostamos", señala el padre de tres hijos.
En este municipio movido por la actividad agropecuaria y con 97% de escolaridad entre los seis y 14 años, la mayoría suele optar por un partido distinto en cada elección. En 2002, tres de cada cinco votaron por el líder del PT, Luiz Inácio Lula da Silva, pero luego lo hicieron contra su reelección en 2006.
En los actuales comicios, el ascenso de Bolsonaro fue tan fuerte que el alcalde Clésio Bardini de Biasi desoyó la decisión de la cúpula de su Partido Progresista (PP, derecha) de votar al candidato socialdemócrata Geraldo Alckmin y respaldó al ultraderechista.
"Hice una encuesta 15 o 20 días antes de la elección y dio que espontáneamente 50% de nuestra población ya tenía intención de votarlo a él. Ahí orientamos (a votar) por Bolsonaro y dio 84%", relata.
Algunos están convencidos de que Bolsonaro provocará un cambio positivo. Pero otros lo apoyan por descarte, como si disparasen su último cartucho en una guerra de supervivencia.
"Yo creo en él. Vamos a cambiar esta cosa porque está demasiado mala. Brasil o cambia o se termina de una vez. Brasil está fundido. Entonces mejora o termina de fundirse, una de dos", dice Antonio Ademar Margott, un agricultor de 66 años, mientras le recortan prolijamente el cabello en una peluquería de la ciudad.
La expectativa que hay en Treze de Maio por una liberalización de las armas en un eventual gobierno de Bolsonaro coincide con los cálculos del mercado: las acciones del fabricante brasileño Taurus se triplicaron desde septiembre, cuando el ultraderechista pasó a liderar las encuestas.
"Cuanto más armado, más seguro estás. En Texas compras un arma como compras una llave aquí (…). No hay ningún asesinato ahí, nadie habla de bandidos. ¿Por qué? Porque todo el mundo está armado y todo el mundo se respeta. Es simple", dice Jovani De Pieri, que tiene 39 años y trabaja con su padre en una tienda de productos agropecuarios.
Se refiere a un estado de Estados Unidos que registró varias masacres por tiroteos en los últimos años. Una dejó 26 muertos en una iglesia en noviembre. Y otra causó 10 muertes en un colegio en mayo. Ocho eran estudiantes. Dos, profesores.
De Piero relata que comenzó a seguir a Bolsonaro por internet tras un incidente que el candidato protagonizó en 2016, cuando dijo a una diputada del PT que no la violaba porque "no lo merece". Esto motivó otra denuncia contra el ultraderechista por incitación al crimen de violación, que fue aceptada por el Supremo.
Pero al igual que en otras polémicas, los votantes de Bolsonaro en Treze de Maio niegan que haya querido decir lo que dijo.
También lo respaldan por sus promesas de aplicar mano dura contra la delincuencia.
Es llamativo el interés por la seguridad pública de los habitantes de este municipio, donde los crímenes son tan esporádicos que la comisaría de policía abre sólo por la tarde.
Un hecho de la crónica roja que todos recuerdan es el robo en la sucursal local del Banco do Brasil hace tres años, cuando una explosión en los cajeros automáticos sobresaltó la tranquilidad de la noche. Los delincuentes huyeron a tiros con la policía.
Hoy reina la calma en la ciudad. A la hora de la siesta, los perros se pasean perezosos por la avenida principal. Pero muchos se muestran "apavorados" (asustados) por una sensación de inseguridad, como si vivieran en un barrio violento de Río de Janeiro o São Paulo.
Y eso también parece ser caldo de cultivo para ideas radicales, incluso aquellas que chocan con la democracia liberal.
"De la dictadura no entiendo mucho. Lo que entiendo es que para los gamberros, para los que arman alboroto, la dictadura es mala. Pero para el pueblo de bien, dar un toque de queda a las 9 horas de la noche y que todo el mundo esté en su casa para mí es óptimo", dice Samara Constante, una peluquera de 28 años que barre el porche de su casa.
"Soy madre de familia", agrega. "Tengo una hija y preciso criarla en una sociedad donde ella no salga a un culto y vuelva dentro de un cajón".
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