El pasado 27 de mayo, los colombianos acudieron a las urnas en la primera de dos vueltas para decidir entre un abanico de cinco candidatos con posturas de izquierda, centro, derecha y extrema derecha, a los dos finalistas que se disputan hoy la presidencia del país.
Estas elecciones pueden ser caracterizadas como históricas por varias razones; el incremento de participación electoral, la alta votación que lograron tanto la alianza conformada por los partidos de centro como la izquierda liderada por el ex alcalde de la capital, Gustavo Petro.
En especial, el valor de estos comicios está relacionado con el hecho de que después de más de cinco décadas de violencia, son las primeras elecciones en un ambiente de paz y con guerrilleros de las FARC desmovilizados, votando en vez de estar delinquiendo en el monte.
Pero la pregunta obligada ante los resultados de la primera vuelta es qué pasó con los candidatos y partidos que apoyaba el presidente Juan Manuel Santos. ¿Por qué fue derrotado Humberto de la Calle, el experimentado diplomático que lideró las negociaciones de paz con las FARC? ¿Por qué perdió el ministro de Transporte y Vivienda Germán Vargas Lleras?, pero, sobre todo, ¿cómo incidió el gobierno de Santos?
Son varias las razones. En primer lugar, la baja votación por De la Calle, quien no alcanzó el umbral mínimo de 4% exigido por la ley electoral, se explica por su protagonismo y defensa de un proceso de paz que fue rechazado por la oposición y los sectores de derecha, que lideraron el triunfo del “No” en el plebiscito del 2 de octubre de 2016. Ese incorformismo político fue usado para promover el miedo y alimentar un desencanto social hacia los actores del proceso de paz.
En el caso de Vargas Lleras la mayor razón de su gran derrota tiene que ver con el hecho de que prevaleció más el voto de opinión que el de las maquinarias tradicionales, sobre las que este candidato sustentaba toda su campaña. Para nadie eran un secreto sus vínculos con caciques, gamonales y politiqueros de la Costa Atlántica, beneficiados de la contratación en programas e iniciativas de agua, infraestructura y vivienda.
Por otra parte, si bien su candidatura buscó desmarcarse de la relación con su jefe, el presidente Santos, fue este vínculo de varios años el que le cobró factura, ya que amplios sectores sociales lo veían como el otro candidato del mandatario. Otro hecho que incidió fue su posición vacilante frente a los acuerdos de paz, al mantenerse distante cuando fue ministro y atacándolos abiertamente como candidato.
Pero, obviamente, el gran derrotado es Juan Manuel Santos, quien termina su mandato con una popularidad que no pasa de 15%, pese a los enormes elogios y apoyos internacionales por el proceso de paz, que le valieron incluso la obtención del Nobel.
El presidente apostó todo su capital político y el de su joven Partido Social de la Unidad Nacional, más conocido como La U, a la firma del tratado de paz con las FARC, por el que sufrió una gran derrota en el plebiscito para su aprobación y que lo obligó a tomar la vía del Congreso para su validación. Ese resultado negativo impactó de lleno en la imagen política del jefe de Estado.
A este gran revés, cuya responsabilidad debe atribuírsele totalmente en el ex presidente Álvaro Uribe, se suma el descontento generalizado hacia su gestión ante la no atención y solución a problemas relacionados con: la crisis social agraria, la situación de los indígenas, las comunidades negras, el sector salud y educativo, así como los graves problemas de corrupción, violencia social y derechos humanos que afronta el país.
Todo ese inconformismo se materializó en las urnas cada vez que hubo que votar sus propuestas y sus candidatos. Por otra parte, incidió que fue abandonado a su suerte por varios sectores y actores políticos, que si bien se aprovecharon de sus apoyos y nombramientos, buscaron aliarse con el candidato opositor que lideraba las encuestas y, con ello, continuar beneficiándose de las mieles del gobierno.
Así las cosas, se puede decir que en la primera vuelta la gran perdedora fue la maquinaria política tradicional caribeña y ganó el voto razonado, ese que realmente puede darle un nuevo sentido a la desmejorada democracia colombiana.
Investigador CIALC-UNAM