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Washington.— La realidad de la crisis del coronavirus parece que finalmente ha golpeado al presidente Donald Trump, obligándolo a cambiar el tono tras entender la gravedad y dimensión del problema que acecha a Estados Unidos.
Atrás quedó el tiempo en que el Covid-19 era un “virus extranjero” que se iba a derrotar rápidamente, ahora es un “enemigo invisible” que está poniendo al país en una situación “muy fea”, que no está bajo control y está obligando al país a una situación excepcional que se podría alargar hasta julio o agosto.
Por primera vez, la conferencia de prensa diaria de la Casa Blanca presentó a un Trump sobrio en sus palabras, incluso sensato del mensaje que tenía que dar para alentar en el “combate” contra el virus.
La campaña del gobierno para frenar la pandemia está aumentando cada minuto. Todavía hay fallas graves en la realización de pruebas y en la difusión de información, especialmente del número de tests realizados o disponibles, pero el mensaje es cada vez más consistente y directo a la población.
Ayer presentó un plan ambicioso de “15 días para frenar el contagio”, una serie de recomendaciones que van desde urgir a los mayores de 65 años a no salir de sus casas, evitar cualquier viaje innecesario y no consumir en bares y restaurantes. Además, en menos de 24 horas, la administración pasó de recomendar encuentros de máximo 50 personas a reducirlos hasta la decena.
El llamado a las generaciones jóvenes —las que más están incumpliendo las recomendaciones de las autoridades en cuanto a distancia social y a la vez las que menos van a sentir las dificultadas por su buena salud— es una súplica. “Los millennials son el grupo clave para frenar el virus”, dijeron en la Casa Blanca.
Trump asumió que el país “puede que” caiga en recesión, un tema que dijo que no le preocupa tanto como evitar que se esparza el virus, algo inusual en un presidente que, hasta ahora, sólo tenía entre ceja y ceja los buenos resultados económicos.
Horas antes de la conferencia, el director general de salud pública, Jerome Adams, advirtió que o la población hacía lo necesario para “aplanar la curva” o Estados Unidos podría “acabar siendo Italia”, con índices de contagio y de mortalidad alarmantes. Hay 81 muertos.
Mientras, la Casa Blanca emitía recomendaciones y en Seattle se hacía el primer ensayo clínico en humanos para una posible vacuna, las autoridades estatales y locales son las que están tomando las riendas de las acciones concretas.
Las medidas más radicales las tomaron en el área de San Francisco, con seis condados implementando algo parecido a un toque de queda para casi 7 millones de personas al menos tres semanas.
El trío de estados de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut ordenaron conjuntamente y “ante la falta de dirección federal” limitar desde ayer los aforos a 50 personas, cerrar gimnasios, cines, casinos y restringir la actividad de restaurantes y bares a entregas a domicilio.
Medidas parecidas adoptaron también los estados de California, Ohio, Illinois y Pensilvania; y ciudades como Washington y Los Ángeles. En Las Vegas, por ejemplo, dos de las empresas más grandes de ocio decidieron cerrar sus múltiples hoteles y casinos de forma inmediata.
Canadá cierra desde el miércoles sus fronteras a todos los extranjeros: sólo ingresarán canadienses y estadounidenses sin síntomas y que no hayan dado positivo en el test.