Mientras la esperada contraofensiva ucraniana que se preveía para este año está “en un punto muerto”, el mandatario ruso Vladimir Putin apuesta por el desgaste; también se ha visto cómo el jefe del Kremlin ha usado los alimentos como un arma bélica, y si bien tuvo un gran revés con la rebelión del Grupo Wagner, el líder ruso eliminó esa amenaza e incluso ya anunció su reelección para 2024.
La contraofensiva ucraniana nació del optimismo, pero “no ha logrado dar el golpe esperado, generando fricciones y dudas entre Washington y Kiev, y planteando interrogantes más profundas sobre la capacidad de Ucrania para retomar cantidades decisivas de territorio”, reportó el The Washington Post en su evaluación Estancamiento: la contraofensiva fallida de Ucrania. Errores de cálculo y divisiones marcaron la planificación ofensiva de Estados Unidos y Ucrania. El medio también subrayó que durante casi medio año los ucranianos sólo lograron avanzar 19 kilómetros y liberar un puñado de ciudades.
Los errores
De acuerdo con la evaluación del Post, dividida en dos partes, basada en decenas de entrevistas con altos funcionarios militares ucranianos, estadounidenses, de países europeos, y docenas de oficiales y tropas en la línea del frente, “Washington calculó mal hasta qué punto las fuerzas de Ucrania podrían ser una fuerza de combate al estilo occidental en un corto periodo, especialmente sin darle a Kiev un poder aérea integral para los ejércitos modernos; los funcionarios estadounidenses y ucranianos en ocasiones discreparon marcadamente sobre la estrategia, las tácticas y el momento oportuno”.
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Otro punto a destacar fue “la falta de cobertura aérea adecuada”, “que ha sido el mayor obstáculo”, indicó Rajan Menon, analista de Defense Priorities, un grupo de expertos con sede en Washington, a NBC News. En mayo, el presidente estaodunidense Joe Biden dio luz verde a que Kiev reciba los F16 de las naciones europeas y más adelante apoyó el suministro de misiles de largo alcance ATACMS, solicitados por el gobierno ucraniano.
Además, “en Ucrania y Occidente subestimaron la capacidad de Rusia para recuperarse de los desastres en el campo de batalla y explotar sus fortalezas perennes: mano de obra, minas y voluntad de sacrificar vidas en una escala que pocos países pueden tolerar”, mencionó el Post.
Desde julio, el International Crisis Group se cuestionaba “¿Por qué la guerra en Ucrania puede ser larga”. Decía que “los meses que siguen a la contraofensiva bien pueden parecerse a los que la precedieron. Eso significa una lucha fea, duradera, destructiva y en gran medida improductiva a lo largo de todos los frentes”.
Lo que ha ocurrido, indicó el Post en diciembre, es que “casi seis meses después de que comenzara la contraofensiva, la campaña se ha convertido en una guerra de avances graduales. Húmedas trincheras al estilo de la Primera Guerra Mundial se extienden entre el este y el sur de Ucrania mientras drones de vigilancia y ataque abarrotan los cielos. Moscú lanza ataques con misiles contra objetivos civiles en ciudades ucranianas, mientras que Kiev utiliza tanto misiles occidentales como tecnología local para atacar muy detrás de las líneas del frente: en Moscú, Crimea y el Mar Negro”.
"Estamos en lo que se llama guerra de posiciones, a diferencia de la guerra de maniobras", dijo Frank Ledwidge, ex oficial de inteligencia militar británica y profesor titular de estudios de guerra en la Universidad de Portsmouth, Inglaterra, a NBC. "Básicamente, estamos en la situación de la Primera Guerra Mundial, donde tienes dos ejércitos atrincherados, ninguno de los cuales podrá derrotar al otro".
Otros puntos a tomar en cuenta, según el Post, son que “70% de las tropas de una de las brigadas que lideraron la contraofensiva y estaban equipadas con las armas occidentales más modernas, entraron en batalla sin experiencia en combate”; “los reveses de Ucrania en el campo de batalla provocaron divisiones con Estados Unidos sobre la mejor manera de atravesar las profundas defensas rusas; “los funcionarios militares estadounidenses llegaron a la conclusión de que Ucrania se había quedado corta en tácticas militares básicas, incluido el uso de reconocimiento terrestre para comprender la densidad de los campos minados. Los funcionarios ucranianos dijeron que los estadounidenses no parecían comprender cómo los drones de ataque y otras tecnologías habían transformado el campo de batalla”. Y por todo lo anterior, “Ucrania ha recuperado sólo unos 200 kilómetros cuadrados de territorio, a un costo de miles de muertos y heridos y miles de millones en ayuda militar occidental sólo en 2023”.
“Actualmente somos testigos de un periodo de intenso desgaste, pero es muy posible que le siga una nueva ronda de guerra de maniobras”, escribió Mykola Bielieskov, investigador del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos y analista senior de la ONG ucraniana “Come Back Alive”, en Atlantic Council.
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A TIME, el presidente Volodimir Zelensky confesó que “lo más aterrador es que una parte del mundo se acostumbró a la guerra en Ucrania (…) El agotamiento por la guerra avanza como una ola. Lo ves en Estados unidos, en Europa. Y vemos que tan pronto como empiezan a cansarse un poco, se convierte en un espectáculo para ellos”. A inicios de diciembre, la Casa Blanca alertó al Congreso de Estados Unidos de que a fin de año no habrá fondos para Ucrania y advirtió que Putin puede ganar si se agotan esos recursos.
El 12 de diciembre Zelensky fue a Washington y se reunió con Biden y republicanos que hasta el 15 de diciembre seguían bloqueando los recursos por medidas más duras contra la migración.
Mientras, Putin comenzó a usar los alimentos como arma de guerra al retirarse del acuerdo de cereales del mar Negro. Julissa Reynoso, embajadora estadounidense en España, indicó en el medio El Confidencial que “Rusia está utilizando los alimentos como arma a expensas de personas de todo el mundo, especialmente los pobres y los que padecen inseguridad alimentaria”. Y si bien Putin tuvo un gran revés en el año con la rebelión del Grupo Wagner, la eliminó. El International Crisis Group decía en una evaluación que “a pesar del motín del jefe de la compañía militar privada Wagner, Yevgeny Prigozhin, los días 23 y 24 de junio, el ejército ruso todavía parece cohesionado”.
En 2024, indicó el general retirado Wesley Clark, ex Comandante Supremo Aliado en Europa en un foro organizado por el Centro Eurasia del Atlantic Council , “el momento decisivo en esta guerra podría llegar “en cualquier momento, ya sea por falla del liderazgo, falta de apoyo logístico, avance tecnológico o falta de voluntad política”.
Bielieskov añadió que “ni Ucrania ni Rusia están actualmente dispuestas a negociar. En cambio, ambas partes siguen comprometidas con una resolución militar y ya están mirando hacia las próximas campañas de 2024”. Además, mencionó el analista, “la evolución del campo de batalla ucraniano en 2024 probablemente dependerá de una serie de factores que incluyen consideraciones geopolíticas, ciclos electorales, entregas de armas”.
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