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Ginebra.— Carismático y silencioso, Kofi Annan se convirtió en el rostro de Naciones Unidas, organismo que encabezaba cuando ocurrieron los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y que marcaron un antes y un después en la historia global.
Nació en Kumasi, Ghana, en 1938, en el seno de una familia próspera. Creció en los años del movimiento independentista ghanés, que lo marcó.
Estudió Economía en la Macalester College en Minnesota y administración en el Massachusetts Institute of Technology. En 1962 inició su carrera en Naciones Unidas como funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre 1993 y 1996 fue secretario general adjunto para las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU.
Dos de los capítulos más oscuros de su carrera los vivió allí. El primero, en 1994, fue el genocidio de Ruanda, donde las tensiones entre los hutus y los tutsis dejaron entre 800 mil y un millón de tutsis y hutus moderados muertos. Annan tardó 10 años en asumir parte de la responsabilidad en el fracaso de los intentos de paz, pese a las advertencias previas de que se preparaba un exterminio.
Luego vino la masacre de 8 mil musulmanes bosnios en Srebrenica en 1995. La pasividad de los “cascos azules” holandeses, que podrían haberla evitado, sumió en una crisis a la organización internacional encargada de mantener la paz. Ambas tragedias lo persiguieron incluso después de asumir en 1997 como secretario general de la ONU, cargo en el que permaneció hasta diciembre de 2006.
Siendo secretario general, fue testigo de los atentados del 11-S, que llamó “el momento más oscuro”. Y luego, en 2003, se enfrentó a Estados Unidos y a Reino Unido por la decisión de atacar Irak sin contar con el consentimiento del Consejo de Seguridad de la ONU. Annan, que llamó “ilegal” esa guerra, admitió después que no haber podido evitarla era su “mayor fracaso”.
Uno de los escándalos que más le pegó fue el de la corrupción detectada en el programa Petróleo por Alimentos para Irak, que buscaba ayudar al pueblo iraquí durante los años del embargo petrolero, tras revelarse que el dictador iraquí Saddam Hussein sobornó a funcionarios. Uno de los hijos de Annan, Kojo, estuvo implicado.
Ya en la recta final, le tocó enfrentar los casos de abusos cometidos por los Cascos Azules de la ONU. A Annan le sobreviven su esposa en segundas nupcias, Nane Lagergren, y tres hijos: Ama y Kojo —de su primer matrimonio— y Nina.