no sólo ha mostrado, una y otra vez, su capacidad para romper techos de cristal, sino también de reinventarse. A sus 59 años ha sido fiscal general de California, senadora y vicepresidenta de Estados Unidos. Hija de madre india y de padre jamaiquino — ambos activistas—, hizo historia al convertirse en la primera mujer , de ascendencia surasiática, en llegar a la vicepresidencia. Ahora busca alcanzar un nuevo hito: el de ser la primera mujer presidenta en la historia del país.

Nacida en Oakland, California, en 1964, Harris ha tenido muchos modelos a seguir, pero nadie como su madre, Shyamala Gopalan, una mujer de carácter fuerte que tras separarse de su marido tuvo que sacar a sus dos hijas —Kamala y Maya— adelante sola. Harris tenía apenas siete años, pero recuerda cada lección que ella le enseñó. “Mi madre tenía 19 años cuando cruzó el mundo sola, viajando de la India a California con un sueño inquebrantable”, dijo Harris en su discurso de aceptación de la candidatura presidencial demócrata. “Ella nos enseñó a no quejarnos nunca de la injusticia, sino a hacer algo al respecto”.

Kamala Harris, cuyo nombre fue puesto en honor a Lakshmi, diosa hindú de la fortuna y significa “loto”, llegó a la candidatura de emergencia después de que la del presidente Joe Biden se derrumbara tras el debate del 27 de junio con .

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El viento parecía soplarle en contra a una mujer que ya una vez intentó lograr la candidatura demócrata y perdió ante el mismo Biden que hoy le ha cedido la estafeta. Con las elecciones encima, sin haber hecho campaña ni ganado las primarias, ni haberse hecho más reconocida, tuvo que arrancar a vapor.

Un comienzo a trompicones

Tampoco le favorecía su récord vicepresidencial. Llamada “Kamala gris”, empezó su cargo a trompicones. Sabedor de sus ambiciones, el equipo de Biden pareció intentar tenerla lo más lejos posible del foco público. Y le encargó una tarea poco menos que imposible: encabezar los esfuerzos migratorios, talón de Aquiles en la campaña 2020 y en la actual. De su primer año en la vicepresidencia, lo que la gente recordaba de Harris era aquella pregunta incómoda: “¿Por qué no ha viajado a la frontera?”, que respondió no de la mejor manera: “Tampoco he ido a Europa. ¿Cuál es su punto?”.

Tachada de “radical izquierdista” por los republicanos, Harris tuvo que hacer un acto de equilibrismo entre apoyar a Biden y evitar mostrarse como alguien que quisiera robarle el foco, y ser ella misma y mostrar su personalidad. No le ayudó el caos que se generó en su equipo en un principio. Renuncia tras renuncia, los medios estadounidenses citaban gente de su entorno señalando que era una persona “de carácter difícil”.

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Ambición peligrosa

“Creo que había malestar en torno a los activos —de Harris— frente a la ambición”, dijo Bakari Sellers, exlegislador estatal de Carolina del Sur y partidario de Harris desde hace mucho tiempo. Su momento llegó cuando, estado republicano tras estado republicano, comenzaron a restringir el derecho al aborto, aprovechando el fin de Roe vs. Wade.

Mientras Biden, católico practicante, parecía incómodo defendiendo el derecho a interrumpir el embarazo, para Harris era personal. Fue ella la encargada de cuestionar a los republicanos por querer decidir sobre el cuerpo de las mujeres, como hiciera, desde el Senado, durante la confirmación del juez Brett Kavanaugh.

“¿Se le ocurre alguna ley que otorgue al gobierno el poder de tomar decisiones sobre el cuerpo masculino?”, lo cuestionó. Tras titubear, Kavanaugh terminó diciendo que “no se me ocurre ninguna”.

“El derecho de cada mujer en cada estado de este país a tomar decisiones sobre su propio cuerpo está en juego”, dijo Harris, en un discurso en Tallahassee en el aniversario de la decisión Roe vs. Wade. “¿Cómo se atreven? ¿Cómo se atreven? (...) ¿Podemos ser verdaderamente libres si una mujer no puede tomar decisiones sobre su propio cuerpo?”, recalcó.

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A decir por cómo va su campaña, Harris, la mujer que decidió convertirse en fiscal para “cambiar el sistema desde adentro”, parece haber aprendido la lección de aquella amarga derrota frente a Biden en 2020 que le costó no sólo la candidatura, sino que alejó a quienes pensaron que traicionó al hoy presidente por su manera de encararlo en un debate en 2019 por no ser suficientemente firme en temas como la segregación racial.

Gil Duran, director de Comunicación de Harris en 2013, calificó esa derrota de un “gran revés de la fortuna. Mucha gente no creía que tuviera la disciplina y la concentración necesarias para ascender a un puesto en la Casa Blanca tan rápidamente(...) aunque la gente sabía que tenía ambición y potencial de estrella. Siempre estuvo claro que tenía talento”, dijo a la cadena británica BBC. Harris convirtió en realidad ese “potencial de estrella”. Y el que fuera su lema de toda la vida: “servir al que ha sido mi único cliente, el pueblo”, es hoy el mantra de su campaña.

La vicepresidenta ha buscado marcar sus claras diferencias con su rival republicano. Contra el Trump alejado de su familia, ella se muestra como una mujer de familia, siempre apoyada por su esposo, Doug Emhoff.

Ante un candidato vicepresidencial republicano que dijo que las mujeres sin hijos, como Harris, son “las señoras de los gatos”, Harris ha mostrado su relación cercana con sus hijastros Cole y Ella, quienes la llaman cariñosamente Momala y se mostraron con ella en la Convención.

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No todo es color de rosa para Harris. Su batalla contra Trump es cuesta arriba. Las encuestas han mejorado para los demócratas desde que ella es la candidata. Pero si bien en algunas va ligeramente arriba del republicano, las cifras están dentro del margen de error. Y tratándose de campañas, Trump es un viejo lobo de mar dispuesto a todo con tal de ganar. Harris no sólo debe hacer campaña para ganarle a Trump, o para romper un nuevo techo de cristal, sino para evitar que el país termine de fracturarse por completo, con consecuencias imprevisibles.

A días del primer debate con el republicano, Harris conoce sus propios puntos flacos: de la crisis migratoria que la administración Biden, con ella adentro, no ha podido resolver, a sus propuestas económicas que, a decir de expertos, lejos de solucionar el problema, pueden empeorarlo, empezando por su plan de control de precios.

Si bien desde que Biden la apoyó como nominada la suerte le sonríe, Harris no se confía. “Es hora de trabajar”, dice, una frase que aprendió de su madre. Como ella, agradece a quienes le abrieron camino. “Estoy aquí por las mujeres que vinieron antes de mí”. A ellas, y a las niñas que ven en ella una esperanza, ha dedicado esta campaña.

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