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Juan Carlos de Borbón nació en Roma, durante el exilio de sus padres. Luego vivió en Suiza, hasta que finalmente toda la familia se radicó en Estoril, Portugal. Recién conoció España, su futuro reino, cuando tenía 10 años.
Su llegada a Madrid fue el resultado de una negociación entre su padre, Don Juan, y el general Francisco Franco. En la cubierta del Azor, en 1948, pactaron cómo sería la educación de “Juanito”. En definitiva, acordaron que el Conde Barcelona entregaría a su hijo mayor al Generalísimo para que fuese educado con los valores del Movimiento Nacional. Sólo así evaluaría la posibilidad de convertirlo en su sucesor. Sólo así evaluaría la posibilidad de convertirlo en su sucesor.
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La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado –que él mismo escribió– lo autorizaba a proponer a su sucesor a título de “rey” o “regente del reino”. Franco consideraba que sólo podía ser sucedido por un descendiente de los Reyes Católicos y pronto descubrió que tenía tiempo para formar al joven príncipe dentro de los principios de su régimen. Lo quería cerca de él.
Don Juan aceptó. No encontraba otra forma de restaurar la monarquía en España. Pero la decisión formalizó también su renuncia: definitivamente, no sería rey.
En una entrevista histórica con la revista Point de Vue, en 2014, Juan Carlos describió de una forma muy simple cómo fue su educación: “Mi formación fue planificada entre Franco y mi padre. Fui como una pelota de ping pong: cuando su relación era buena estudiaba en España, cuando era mala, lo hacía en Portugal. Ese ha sido el resumen de mi vida hasta que entré en la Academia Militar”. Durante los siguientes años, el príncipe vivió en Madrid junto a su hermano menor, Alfonsito, y sólo veían a su familia cuando regresaban a Lisboa para las vacaciones.
Semana Santa trágica de 1956
Los condes de Barcelona reciben a sus hijos en Estoril, su residencia en el exilio. Juan Carlos, con 18 años, trae en su equipaje un arma que le regaló un compañero en la Academia Militar. Se trata de una Long Automatic Star, calibre 22. Con Alfonsito, que entonces tenía 14, pasan horas disparando en el jardín, hasta que don Juan ordena guardarla bajo llave. Después de mil ruegos, convencen a su madre, Doña María, de que se las devuelva. Le dicen que está descargada y sólo quieren mirarla. “No es para disparar, mami, sólo para verla”.
Los hermanos están solos en la habitación cuando sucede el trágico desenlace. Según el escritor y periodista Abel Hernández, la infanta Margarita, a pesar de su finísimo oído, no escucha el disparo. Los padres tampoco. “Pilar sí, y nunca olvidará aquel ruido sordo”, asegura. La bala le entra a Alfonsito por la nariz y le alcanza el cerebro. El parte oficial, comunicado por la embajada española en Lisboa miente: “Mientras su Alteza el Infante Alfonso limpiaba un revólver aquella noche con su hermano, se disparó un tiro que le alcanzó la frente y le mató en pocos minutos”. Poco después, se conoce la verdad: Juan Carlos era quien empuñaba el arma cuando se disparó. Desde entonces, conviven distintas versiones del hecho.
Luis María Ansón, exmiembro del Consejo Privado de Don Juan, amigo personal de Juan Carlos y antiguo director del diario ABC durante 15 años, recuerda aquel trágico episodio: “Fue un accidente terrible. Lo conozco a la perfección. A don Juan Carlos le habían regalado una pistola en Zaragoza. Se la llevó a Portugal. Era jueves, día de ayuno y abstinencia en Villa Giralda, la residencia real, donde esas cosas se llevaban a rajatabla.
Cuando faltaban tres minutos para las ocho, Juan Carlos le dijo: ‘Alfonso, baja a traerme un bocadillo’. Y él subió con dos, uno para cada uno. Juan Carlos atrancó la puerta desde adentro y el niño daba patadas para poder ingresar. De pronto, dejó de sujetarla y Alfonso entró como un tren. A Juan Carlos se le disparó la pistola… Le entró el tiro por la cabeza, a la altura de la frente. Terrible, de verdad, terrible. Don Juan subió las escaleras de dos en dos, cogió al niño y lo bajó dando voces para que, cuando llegara el médico, Alfonsito ya estuviera en el vestíbulo. Pero no hubo manera. Estaba tumbado ahí… Antonio Eraso (un amigo de la familia) subió a hablar con Juan Carlos. Al rato bajó y dijo: ‘Está desolado, dice que se mete a monje cartujo’. Don Juan le ordenó que bajase, le cogió la mano y la puso en el pecho de su hermano muerto: ‘Jura que cumplirás con tus deberes dinásticos’. Juró y cumplió”.
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Juan Carlos, único testigo de la tragedia, jamás se refirió públicamente a aquel 29 de marzo de 1956, jueves santo de luna llena. Sin quererlo, su silencio dio lugar a mil especulaciones y crónicas en clave de novela negra. Una versión que se repite en cada reportaje hasta hoy asegura que don Juan envolvió el cuerpo de su hijo con la bandera española que arrancó del mástil de su casa, volteó hacia Juan Carlos y lo inquirió: “¡Júrame que no lo hiciste a propósito!”. En 2014, frente a la escritora francesa Laurence Debray, el rey emérito recordó a su hermano:
–Permítame que abordemos este tema doloroso, Su Majestad. ¿Podría decirme algo sobre su hermano pequeño Alfonsito?, le preguntó.
–Éramos muy cómplices. Lo quería mucho. Era muy simpático y despierto. Jugaba muy bien al golf. Lo sigo echando mucho de menos. No poder tenerlo a mi lado, no poder hablar con él, pero la vida debe continuar…, contestó el monarca.
"Tú sí estás muerto"
En El precio del trono, una biografía de Juan Carlos jamás autorizada, de 1200 páginas, la periodista Pilar Urbano cuenta al detalle la muerte de Alfonso. En su versión, Juan Carlos estaba estudiando en su habitación, en Villa Giralda, cuando entra su hermano menor fingiendo que sostiene en sus manos un arma de juguete. Una metralleta. Lo apunta con sus dedos y hace el sonido de una ráfaga de disparos: “Ta-ta-ta-ta-tá”. Juan Carlos, algo molesto porque lo había desconcentrado, para responder la broma, toma una pistola que tenía en el cajón, que había traído de la Academia Militar, y creyendo que estaba descargada, dispara a su hermano en la cabeza. “Tú sí estás muerto”, le dice. Y gatilla. Y lo mata.
Pilar Urbano da nombre y apellido de sus fuentes, todos cercanos al Rey emérito. “Como el único testigo es el rey, es la única versión. Franco no quiso que se investigara. No se hizo ni una autopsia. Es un episodio negro. Un homicidio involuntario”.
Ella, como todos, da por cierto que, durante el entierro de Alfonso, Don Juan le dice a Juan Carlos: “Júrame que no lo has hecho a propósito”. Y asegura: “Eso es lo que rompe a Juan Carlos. Suena terrible, pero lo dijo. ¿Qué se deduce de ahí? Alfonsito era muy listo, muy simpático, era el favorito. Hay una frase de don Juan que puede explicarlo, cuando poco después dice: ‘Franco tiene la ventaja sobre mí de que soy un hombre que camina sobre una sola rueda’. La otra rueda, la otra posibilidad, era Alfonsito. Don Juan tenía un posible sucesor en España y otro a su lado. Le dice a Juan Carlos esa frase terrible e inmediatamente lo manda solo a la Academia de Zaragoza, que está cerrada por vacaciones. Durísimo”.
La versión de la amante
En noviembre de 2022, la empresaria alemana Corinna Larsen grabó un podcast llamado Corinna y el Rey, donde reveló intimidades de sus 10 años como amante del monarca emérito Juan Carlos I. Esa relación, con todas sus consecuencias, terminó con el “juancarlismo”. De pronto Su Majestad, un hombre imprescindible en la historia de España, se convirtió en un ser desdibujado, corrupto, condenado a un autoexilio.
Son ocho capítulos. Allí, entre casos de corrupción y otros escándalos, Corinna también hace referencia a la muerte de Alfonso. “Él (por Juan Carlos) me decía que su hermano menor era el realmente brillante, el guapo, el mejor jugador de golf, el hijo favorito de sus padres. Juan Carlos es muy disléxico y, a pesar de ser zurdo, le obligaban a escribir con la mano derecha. Se vio obligado a obedecer. Sentía que su hermano menor era realmente la luz que brillaba en la familia (...) ‘Sí, yo apreté el gatillo y lo maté, pero fue un accidente’, me dijo (...) Claramente estuvieron jugando a un juego estúpido, en cualquier caso él cargó el arma. Nunca se ha investigado correctamente, pero creo que en el fondo de su alma, su cabeza, él siente una gran culpa. A menudo lo describen como alguien melancólico. Creo que hay una profunda tristeza en él que está cubierta por esa jovial, risueña y divertida forma de ser. Un bon vivant, pero tiene cambios de humor y se siente solo”, señaló Corinna.
Después de la tragedia, la madre de Juan Carlos, la Condesa de Barcelona, se hundió en el alcohol. Lo sabe toda España. Pero Corinna, en el postcast, agrega “que hasta llega a beberse su propio perfume”. Y cuenta que, durante años, de forma intermitente, María de las Mercedes de Borbón y Orleans acudió a un centro de rehabilitación.
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vare/mcc