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Hablaron de asesinatos y secuestros, de maletas repletas de dinero, de un gato blanco como la cocaína llamado Perico y de la desaparición de 20 toneladas de droga como por arte de magia.
Los testigos del juicio a Genaro García Luna en Brooklyn, Nueva York, han provocado sorpresa y escozor con sus testimonios contra el hombre que dirigió la guerra al narcotráfico en México, acusado de colaborar con los carteles que debía combatir.
Pero después que la Fiscalía de Estados Unidos terminara de mostrar su evidencia y la defensa llamara a su único testigo el martes, el desenlace del juicio se acerca con una pregunta crucial para el jurado: ¿se probaron los cargos contra García Luna más allá de una duda razonable?
Para llegar a un veredicto unánime, como es requerido, los 12 miembros del jurado —personas común y corrientes elegidas en la ciudad— deberán poner en la balanza las fortalezas y debilidades de la acusación.
Y es probable que tengan insumos para colocar en ambos platillos.
Puntos fuertes
El gran sostén de los cargos de la Fiscalía contra García Luna —que incluyen conspiración para el narcotráfico y delincuencia organizada— son los testigos presentados en el juicio, tanto por su variedad como por lo que dijeron.
Por el estrado de la corte de Brooklyn han pasado desde narcos que están presos en Estados Unidos y colaboran con el gobierno con la esperanza de reducir su propia sentencia, hasta policías de ambos lados de la frontera.
Distintos tramos de cada uno de esos testimonios calzan como piezas de Tetris con las que ofrecieron otros testigos, para formar un cuadro que según los fiscales expone los crímenes cometidos por el acusado.
Uno de los últimos y más relevantes testigos fue Jesús "El Rey" Zambada, quien el lunes aseguró que en 2006, cuando García Luna dirigía la Agencia Federal de Investigación (AFI) y estaba a punto de convertirse en secretario de Seguridad Pública de México, le pagó dos sobornos por un total de 5 millones de dólares para que el cartel de Sinaloa que él integraba tuviera protección del gobierno.
El testimonio del hermano de Ismael "El Mayo" Zambada, líder del cartel, tuvo varios detalles.
Por ejemplo, dijo que llenó una maleta deportiva y un portafolio con el primer soborno por 3 millones de dólares que un abogado del cartel entregó a García Luna en el segundo piso de un restaurante lujoso de Ciudad de México llamado Champs Elysées, próximo a la embajada de Estados Unidos.
Ese establecimiento, especializado en cocina francesa y que según Zambada preparaba unos sabrosos cochinillos a fin de año, fue mencionado antes en el juicio por Miguel Madrigal, un agente de la agencia antidrogas estadounidense DEA, como un sitio donde presuntamente los narcos sobornaban a miembros del gobierno mexicano.
El Rey también dijo que controló personalmente las actividades del cartel en el aeropuerto de Ciudad de México, donde policías colaboraban con el trasiego de drogas.
Esto coincide con el relato de de Raúl Arellano, un expolicía mexicano que testificó previamente cómo pasaban cargas de droga y dinero por la misma terminal aérea con un código enviado por radio que congelaba momentáneamente la actividad de los agentes de control bajo el mando de García Luna.
Zambada, que cumplió una pena de 12 años de prisión en Estados Unidos y quedó libre bajo supervisión tras testificar en juicio al capo del cartel Joaquín "El Chapo" Guzmán en 2018, también dijo que luego de sobornar por primera vez a García Luna le informaron que éste tenía un acuerdo similar con otro jefe narco, Arturo Beltrán Leyva.
Esto encaja con lo que declaró el primero de los testigos llamados por los fiscales, Sergio Villarreal —conocido también como "El Grande" por sus dos metros de estatura—, quien dijo haber presenciado sobornos millonarios que Beltrán Leyva entregaba a García Luna para proteger sus negocios.
"El Grande" relató que gracias a esos arreglos pudieron traficar droga a Estados Unidos e incluso recuperar un cargamento de 20 toneladas de cocaína que habían sido incautadas en el puerto de Manzanillo.
¿Cómo lo lograron? Cambiando en el mismo puerto la droga incautada por ladrillos que habían preparado especialmente con harina y azúcar, para que parecieran cocaína.
Villarreal también sostuvo que en una ocasión Beltrán Leyva mandó secuestrar a García Luna para mostrarle que "no hay imposibles", en medio de una guerra interna del cartel que lo enfrentaba a la facción de "El Chapo" y "El Mayo".
Sobre ese secuestro de García Luna también testificaron por separado un contador del cartel, Israel Avila, y el narco colombiano Harold Mauricio Poveda, conocido como "El Conejo" porque marcaba su droga con el símbolo de Playboy.
Desde el estrado, Poveda pareció emocionarse cuando los fiscales mostraron imágenes de su vieja mansión en México, donde tenía un zoológico con tigres, leones, un hipopótamo y el gato Perico.
Puntos débiles
En la acusación contra García Luna hubo sin embargo menos pruebas materiales tan contundentes como los testimonios.
Al cerrar su presentación el martes, los fiscales mostraron al jurado imágenes de la casa de García Luna en México, un auto deportivo y dos Harley Davidson ("El Grande" declaró que Beltrán Leyva le obsequió una motocicleta de esa marca al entonces funcionario), así como datos de su declaración financiera en el país.
Pero en el juicio no se presentaron pruebas como llamadas grabadas o mensajes interceptados del acusado cometiendo alguno de los delitos que le atribuyen.
Ese tipo de evidencia fue importante para condenar a cadena perpetua a "El Chapo" en el mismo tribunal de Nueva York que ahora juzga a García Luna y con el mismo juez a cargo, Brian Cogan.
Eduardo Balarezo, uno de los abogados de "El Chapo" en aquel juicio, indicó recientemente que si bien casos como estos con varios testimonios contra el acusado son difíciles para la defensa, la falta de pruebas materiales podía complicar a los fiscales.
"Normalmente en cualquier juicio criminal el jurado creo que quiere ver algo que corrobore lo que tienen que decir los (testigos) colaboradores", dijo Balarezo a BBC Mundo en pleno juicio de García Luna.
La defensa de García Luna, encabezada por el abogado César de Castro, ha sostenido desde el inicio del juicio que faltan pruebas materiales en la acusación.
Por eso intentó horadar la credibilidad de los testigos colaboradores, mostrándolos como excriminales dispuestos a decir lo que los fiscales quieren para reducir sus propias condenas, obtener visas en Estados Unidos o vengarse de García Luna por haberlos arrestado.
En su contrainterrogatorio a Zambada esta semana, De Castro le señaló que en sus primeros encuentros con los fiscales de Estados Unidos tras ser extraditado desde México en 2012 no mencionó a García Luna, y recién lo hizo al año siguiente.
"El Rey" replicó que le resultaba difícil hablar sobre alguien tan relevante y, cuando De Castro lo presionó por presuntas variaciones en sus declaraciones sobre sobornos, se colocó a la defensiva: "No soy una grabadora", sostuvo.
Señalar aparentes inconsistencias en las declaraciones de los testigos ha sido una estrategia de la defensa a lo largo del juicio.
Lo hizo más temprano con otro testigo, el exnarco Oscar Nava Valencia, alias "El Lobo", indicando que había evitado señalar a García Luna en declaraciones previas ante las autoridades estadounidenses.
"El Lobo" dio una explicación similar a la de Zambada.
Por otro lado, la acusación estuvo limitada por una decisión del juez Cogan, quien -a pedido de la defensa- evitó que en el juicio se hable de la vida lujosa que García Luna habría tenido desde 2012, tras concluir su función pública y mudarse a Miami como consultor privado de seguridad, por considerar que eso excede el período del caso.
El único testigo que presentó la defensa de García Luna fue su esposa, Linda Cristina Pereyra, quien el martes atribuyó el aumento de la riqueza patrimonial de la familia a los ingresos laborales y negocios de ambos (mostró la factura de dos motocicletas Harley Davidson de su propiedad).
Para este miércoles se esperan los alegatos finales de ambas partes, antes de que el jurado pase a deliberar sobre si García es culpable, algo que podría llevarlo a una pena de entre 10 años y cadena perpetua.
Entonces se sabrá hacia donde se inclina la balanza de la justicia en este caso, que tiene en el banquillo al exfuncionario mexicano de mayor rango juzgado en Estados Unidos.
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