La figura de Juan Carlos I de España vive sus horas más bajas después de que este lunes anunciara que iba a abandonar su país.
El rey emérito, cuyo paradero actual es desconocido, dio a conocer su decisión tras meses de una intensa polémica por las investigaciones que se están llevando a cabo sobre sus finanzas tanto en su país como en Suiza.
Estos escándalos han tenido un fuerte impacto en España, donde Juan Carlos I es una figura imprescindible para entender la historia reciente.
Gozó de un amplio reconocimiento durante décadas, gracias a su papel en la transición a la democracia de su país tras la muerte del general Francisco Franco en 1975 y a su labor en la escena internacional.
A lo largo de las décadas ha contado con el favor de la clase política y de gran parte de la población, ayudado en parte por su carácter afable y cercano.
De hecho, durante años fue casi un lugar común que muchos españoles se consideraran "juancarlistas" más que monárquicos.
En 2014 Juan Carlos I, para sorpresa de muchos y después de un reinado de más de 38 años, abdicó en favor de su hijo Felipe, desde entonces Felipe VI de España.
Su legado político y popularidad han quedado empañados en los últimos años como consecuencia de diversos escándalos e investigaciones de sus finanzas.
Estos episodios no solo han deteriorado su imagen, sino que han afectado también a la de la monarquía, que en 2011 pasó de ser una de las instituciones mejor valoradas del país a estar sumida en una de sus peores crisis.
Además, en 2017 su yerno Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, fue condenado a más de 5 años de cárcel por malversación de fondos públicos, entre otros delitos, lo cual empeoró las cosas.
Juan Carlos nació en 1938 en Roma, donde la familia real española se había instalado tras la proclamación de la república en España en 1931.
En noviembre de 1948, mientras su familia vivía en la ciudad portuguesa de Estoril, el futuro rey partió en un tren rumbo a Madrid con el beneplácito de su padre, Juan de Borbón, con el objetivo de que se formara en España.
Tenía entonces 10 años y por primera vez era recibido en su país, que era gobernado por Franco con mano de hierro desde 1939, cuando terminó la guerra civil.
Pero harían falta dos décadas más para que fuera designado por el general como su sucesor en la jefatura del Estado, tras la renuncia de su padre, a su puesto en la línea sucesoria.
En julio de 1969, Juan Carlos juró fidelidad a las Leyes Fundamentales del Reino y los principios del Movimiento Nacional, el ideario surgido tras el golpe de Estado de Franco en 1936.
Para ese entonces, ya llevaba 7 años de casado con Sofía de Grecia y ya habían nacido los tres hijos de la pareja, las infantas Elena y Cristina y el príncipe Felipe, el futuro Felipe VI.
Tras la muerte de Franco en 1975, tal como estaba previsto, Juan Carlos I fue coronado y asumió la jefatura del Estado.
Pero el hombre en el que Franco había confiado la continuidad de su régimen se valió entonces de las funciones que las leyes franquistas le otorgaban para facilitar la transición a la democracia.
En 1978, la Constitución española, votada en referendo, estableció la monarquía parlamentaria.
Pero el acontecimiento que cimentó a Juan Carlos I como referente de la España moderna fue el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, episodio que pasaría a la historia como el 23F.
Franco llevaba solo 6 años muerto cuando un grupo de guardias civiles tomó el Congreso de los Diputados. La democracia española era frágil y los golpistas esperaban el apoyo del rey.
El monarca, con semblante serio y vestido de uniforme, compareció en televisión para condenar el golpe.
"La Corona no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático", subrayó frente a millones de españoles.
El rey obtuvo entonces el reconocimiento de sectores políticos muy heterogéneos, incluso de históricos dirigentes republicanos como el entonces secretario general del Partido Comunista, Santiago Carrillo.
El papel del monarca en ese episodio le valió también un alto grado de popularidad entre los españoles.
Un pasaje de la vida de Juan Carlos I quizá no tan conocido ocurrió cuando apenas tenía 18 años.
Era el jueves santo de 1956 y Juan Carlos se encontraba con su familia en Estoril. Jugando con su hermano, Alfonso, se les disparó un arma y el menor murió prácticamente al instante. Tenía 14 años.
En aquel momento se dijo que fue el propio Alfonso quien disparó accidentalmente mientras limpiaba la pistola, pero finalmente la familia admitió que fue Juan Carlos quien apretó el gatillo creyendo que el arma estaba descargada.
Aunque siempre se mostró arrepentido y conmocionado por este hecho, el rey emérito apenas habló en público sobre ello.
En el documental "Yo, Juan Carlos, rey de España", estrenado en 2015, el rey recordó a su hermano Alfonso.
"Éramos muy cómplices. Lo quería mucho. Era muy simpático y despierto. Jugaba muy bien al golf. Lo sigo echando mucho de menos", dijo.
En su libro "Don Juan Carlos. El Rey de un pueblo", el historiador británico Paul Preston explicó cómo las relaciones familiares se deterioraron irremediablemente tras aquel incidente.
Durante gran parte de su reinado, la vida privada de Juan Carlos I se mantuvo relativamente al margen de las críticas y del escrutinio los medios de comunicación.
En sus últimos años, en cambio, el velo que parecía hacerlo intocable se desvaneció.
Su rotura de cadera en un accidente mientras estaba cazando en Botswana en 2012, cuando el país pasaba por una profunda crisis económica, causó indignación en España y marcó un punto de inflexión en la imagen pública del monarca.
A esto se sumó la implicación de una de sus hijas, la infanta Cristina, y del esposo de esta, Iñaki Urgangarin, en un caso de corrupción que los llevó a sentarse en el banquillo de los acusados en 2014.
La infanta Cristina terminaría siendo absuelta, pero no así su esposo.
Ese mismo año Juan Carlos I abdicó, pero con ello no terminaron las malas noticias.
Es más, con la abdicación perdió la inmunidad legal que tenía como jefe del Estado y se abrió la puerta entonces a la investigación de posibles actos ilícitos cometidos después de ese momento.
Las actuales pesquisas de las justicias española y suiza buscan esclarecer si cometió algún delito económico,
Uno de los casos que le persigue es el del supuesto cobro de comisiones por su mediación en la adjudicación en 2011 a empresas españolas del contrato de construcción del tren de alta velocidad entre las ciudades sauditas de La Meca y Medina.
El caso salió a la luz tras hacerse públicas unas grabaciones de la mujer que dice haber sido amante de Juan Carlos I, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una empresaria de 55 años nacida en Alemania pero de nacionalidad danesa.
Todo esto aumentó el distanciamiento entre el monarca emérito y su hijo Felipe VI.
Con una personalidad más discreta, el actual rey trató de hacer un punto y aparte entre su reinado y el de su padre, en un intento por recuperar en parte la maltrecha imagen de la monarquía.
Entre otras decisiones, en marzo de este año renunció a la herencia de su padre y le retiró la asignación que percibía del presupuesto de la Casa Real.
Las apariciones del rey emérito se hicieron cada vez menos frecuentes.
En mayo de 2019, Juan Carlos I había anunciado a su hijo en una carta su voluntad de dejar de realizar actividades institucionales.
La salud del monarca emérito se había ido deteriorando y en los últimos años fue sometido a diversas operaciones, una de las últimas en agosto de 2019, cuando fue intervenido del corazón.
La noticia de esta semana de que abandonó España, al menos temporalmente, mientras se le investiga en su país y en Suiza, ha sumido a la monarquía en una nueva crisis, y muchos creen que el legado y la imagen de Juan Carlos I quedarán manchados para siempre.
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