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Todos los seres humanos tenemos un talón de Aquiles. Pero cuando ese punto débil es parte de la misma familia, la cosa se complica. Y si se trata del hijo del presidente de Estados Unidos, la bomba de tiempo puede estallar en cualquier momento.
Robert Hunter Biden ha sido siempre el lado flaco de Joe Biden, su mayor angustia y dolor de cabeza. Bueno fuera que le hubiera salido mujeriego, parrandero y jugador. Lo primero y segundo sí están en su currículum, lo tercero no, al menos por ahora. Sus deslices le han costado caro a Biden.
En 2020, poco antes de las elecciones presidenciales estadounidenses, New York Post hizo una revelación que bajo otras condiciones habría sepultado al candidato demócrata. No fueron las fotos del hijo del candidato con prostitutas o drogado hasta la inconsciencia, encontradas en una computadora portátil que Hunter dejó para reparar y nunca recogió, las que desataron el terremoto. Después de todo, esos andares ya se le conocían. Fueron archivos sobre sus negocios en Ucrania y en China los que causaron furor.
En aquel momento, Donald Trump, quien buscaba la reelección, quiso explotar la información, pero las acusaciones de que se trataba de desinformación sembrada por Rusia para favorecer al republicano acallaron el asunto y Biden se impuso en las elecciones de noviembre. El problema es que hace unas semanas The New York Times, al igual que otros medios, reconocieron que la información sí salió del ordenador de Hunter y parece ser, en una buena parte, verídica. De lo encontrado en esa MacBook Pro se derivó una investigación federal contra Biden por deudas fiscales que el empresario de 52 años saldó y que sumaría más de un millón de dólares.
Los archivos muestran además cómo el hijo del presidente habría usado su influencia política, el poder del apellido Biden en sus negocios en el extranjero, como en Burisma, la empresa de gas ucraniana de cuya junta directiva formó parte y de la que renunció reconociendo que no fue la mejor decisión, considerando las aspiraciones políticas de su progenitor, entonces vicepresidente de EU. Más dudas generaron sus negocios con China, que alega son méritos propios, pero que iniciaron luego de que Hunter presentó a Joe con un socio chino y voila, se lanzaba un fondo de inversión. Según Trump, Hunter salió de China con mil 500 millones de dólares. El hijo de Biden alega que el fondo “apenas” recabó 4.2 millones y que él compró una participación de 10% en la empresa hasta que su padre dejó la vicepresidencia.
Por ahora no se ha detectado ilegalidad alguna en los negocios de Hunter —excepto por el tema de la evasión—. Mucho menos que su padre haya tenido algo qué ver. Lo que sí queda claro es que Hunter ha prosperado económicamente a la par que su padre y siendo éste el presidente del país más poderoso del mundo, un buen consejo sería no dejar nunca cabos sueltos… o computadoras olvidadas.