Alejado de la campaña presidencial, Joe Biden aún sigue promocionando su presidencia. Ya sin la elección en su horizonte, el mandatario comenzó a marcar el tono de su salida del poder y de su legado en una larga despedida de la Casa Blanca. Cada discurso, cada evento, y cada acto es una nueva oportunidad de enarbolar un balance temprano para un gobierno que Biden soñó de ocho años, pero que al final se quedará en cuatro.
La despedida de Biden quedó a la vista como nunca este viernes, en la Casa Blanca, cuando el presidente convocó a todo su gabinete –la última vez había sido hace casi un año– para darles una orden concreta: que trabajen a fondo durante los próximos cuatro meses, y dejen resultados concretos para la gente. La primera dama, Jill Biden, participó de la reunión, una presencia atípica para promocionar una iniciativa de salud para las mujeres. La gran ausente: la vicepresidente, Kamala Harris, abocada a la campaña.
"Esta reunión del gabinete llega en un momento en el que nos quedan cuatro meses de gobierno –le dijo Biden a su gabinete al inicio del cónclave, leyendo de sus notas–. Y vamos a seguir moviendo la cinta porque la vicepresidenta y yo estamos decididos a seguir asegurándonos de que la democracia entregue lo que el pueblo estadounidense está pidiendo, y lo que proporcionamos”.
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A tono con la realidad, los periodistas le preguntaron a Biden por el conflicto en Medio Oriente, y si era realista esperar un cese el fuego entre Israel y Hamas, un objetivo elusivo a sus gestiones para poner punto final al nuevo conflicto entre Israel y Hamas, y quizá la última tarea pendiente para un gobierno que ha tenido que lidiar con dos guerras, en la Franja de Gaza, y en Ucrania, en el corazón de Europa.
“Si alguna vez dije que no es realista, más vale que nos vayamos”, respondió Biden, sin perder su característico optimismo. “Muchas cosas no parecen realistas hasta que las hacemos. Tenemos que seguir intentándolo”, afirmó.
La reunión de gabinete puso fin a una semana nutrida de nostalgia para Biden, durante la cual brindó varios discursos que dejaron un balance amplio –y siempre positivo– de su gobierno.
Biden continuará en ese mismo tono la semana próxima, en Nueva York, cuando concurra a la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y se pare por última vez detrás del podio ante los líderes del mundo para ofrecer su mirada de la realidad global y remarcar, una vez más, la huella que dejó su administración.
Los mensajes y las acciones de Biden, relegado de la agende de noticias de Estados Unidos, ahora enfocada casi exclusivamente en Harris y Donald Trump son un testimonio del preludio del final de una carrera política que recorrió medio siglo en Washington. Sin futuro en el poder, Biden se ocupa de escribir la historia de su pasado.
“Miren lo lejos que hemos llegado en estos últimos cuatro años”, arrancó Biden en el discurso que brindó en la cena de gala anual del Congressional Hispanic Caucus, que promueve el ascenso político de los latinos. “Juntos, el Covid ya no controla nuestras vidas. Nuestra economía es literalmente la más fuerte del mundo. El desempleo latino está en su nivel más bajo de la historia. El crecimiento de las pequeñas empresas latinas es récord. La riqueza latina ha crecido un 50%. Hay más por hacer. Pero pusimos cheques en los bolsillos que redujeron la pobreza infantil latina a la mitad”, enumeró.
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Biden casi nunca se olvida de Trump, y cada vez que puede, lanza un dardo, pese a que ya no es más su rival. Ante una audiencia de latinos, Biden se mostró indignado con el discurso xenófobo trumpista, les dijo que si quiere bajar la temperatura retórica, tiene que dejar de decir que “los inmigrantes están envenenando la sangre” del país. “Son la sangre de Estados Unidos”, remarcó.
“Una de las razones por las que nuestra economía es la más fuerte del mundo es que hemos rechazado la xenofobia de mi predecesor y de líderes como él en todo el mundo. No podemos seguir por ese camino”, insistió Biden.
Unas horas antes, en otro discurso sobre la economía en The Economic Club de Washington, Biden había dejado una de sus defensas más férreas de su criticada política económica –aunque la etiqueta “Bidenomics” quedó desterrada de la campaña demócrata, y la gran mayoría de los norteamericanos cree que el país va por mal camino–, y celebró la decisión de la Reserva Federal de recortar la tasa de interés como otra señal de progreso, y otro testimonio del éxito de su gestión.
“Nadie debería confundirse con el motivo de mi presencia aquí. No estoy aquí para dar una vuelta olímpica. No estoy aquí para decir: ‘Un trabajo bien hecho’. No estoy aquí para decir: ‘No tenemos mucho más trabajo por hacer’. Tenemos más trabajo por hacer”, reconoció. “Pero estoy aquí para hablar de lo lejos que hemos llegado, de cómo llegamos hasta aquí y, lo más importante, de las bases que creo que hemos construido para un futuro más próspero y equitativo en Estados Unidos”, adelantó, antes de enumerar, uno por uno, los logros, a su juicio, de su gobierno.
La despedida de Biden continuará en los próximos días en Nueva York, cuando concurra por última vez como presidente de la primera potencia global a la sede de las Naciones Unidas para dar su discurso final en el debate general de la 79º Asamblea General, uno de sus escenarios favoritos.
Ese mensaje le dará a Biden la oportunidad para describir el mundo con el que debió lidiar –la guerra en Ucrania, un nuevo conflicto en Medio Oriente, las tensiones con China, y el retroceso de la democracia–, pero también para remarcar, una vez más, un contraste con Trump, cuyo posible retorno a la Casa Blanca tiene preocupados a varios de los aliados históricos de Washington.
Luego de su paso por Nueva York, Biden recibirá al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, en la Casa Blanca. Pensando en el futuro, Zelensky se reunirá también, por separado, con Harris, una señal de los nuevos tiempos políticos que vive Estados Unidos, y del pronto retiro del presidente.
Biden buscará mantenerse activo el tiempo que le queda en la presidencia, y hará lo que pueda para ayudar a Harris a ganar la presidencia, a sabiendas de que una derrota ante Trump dejará una mancha imborrable sobre su legado. Habrá más viajes, dentro y fuera de Estados Unidos, incluida la cumbre del G20 a fin de este año en Brasil.
El día del debate entre Harris y Trump, Biden recibió en la Casa Blanca a los campeones universitarios de basquet masculino y femenino en dos eventos separados en la Casa Blanca, una tradición de los presidentes norteamericanos. Biden bromeó en uno de esos actos con el entrenador y los jugadores de los “Huskies” de la Universidad de Connecticut. “Bueno, permítanme ser el primero en decir: bienvenidos nuevamente –dijo Biden al arrancar su mensaje–. No estaré aquí el año que viene, pero ustedes quizás sí”.
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