Haifa, Israel.— Joao Miragaya, brasileño que vive en el norte de Israel desde hace dos años, narra a un grupo de periodistas latinoamericanos y de España, incluido EL UNIVERSAL, que el 7 de octubre de hace un año, cuando terroristas de Hamas lanzaron su ataque sin precedente sobre Israel, que dejó mil 200 israelíes muertos y cientos de secuestrados, “en el norte estaba todo tranquilo”, pero el día 8, “Hezbolá empezó a atacar a Israel” y desde entonces se acostumbró a vivir con explosiones, más seguidas desde hace mes y medio; sin embargo, ahora que sus hijos tienen un periodo de asueto, y también “por las fiestas judías”, dejará el país para ir a Brasil a visitar a su familia.
Este historiador por la Universidad de Tel Aviv, que también tiene masters y realiza podcasts, se denomina un autoevacuado dada la situación que se vive en el norte: tras el lanzamiento de misiles y cohetes del grupo armado chiita Hezbolá en la frontera con Israel y la respuesta israelí, que incluyó una incursión a suelo libanés, Miragaya, que vivía a 30 kilómetros de la ciudad más cercana de Líbano, decidió salir de Israel porque también quiere evitar una situación traumática para su familia.
“Dejé mi casa porque había muchas explosiones, mis hijos no tenían clases, ya estaban suspendidas por el Estado y nos dimos cuenta de que íbamos a vivir días de mucha tensión, traumáticos para los niños y no iba a haber alternativa mejor que alejarse de donde está pasando la tensión e ir a un lugar más seguro”, narra este hombre quien vive en Israel desde 2009 y ha residido en muchos lugares del país.
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Detalla que en Haifa, en el norte de Israel, las calles están vacías: se ven una o dos familias con niños, pese a que ellos ya están de vacaciones, y destaca que el gobierno ha emitido una serie de medidas para evitar grandes concentraciones, por ejemplo, “no van a ser permitidas reuniones de más de 30 personas en lugares abiertos y más de 300 en lugares cerrados, o al revés. Las playas están cerradas, desde el centro del país hasta el norte; las playas del sur van a seguir abiertas, pero esto fue lo que cambió en estos días, porque se espera que haya retaliación [respuesta] de Hezbolá por la entrada terrestre de Israel y en el norte sólo estamos esperando para ver qué va a pasar por esta incursión, pero va a expandirse, no sé hasta dónde ni hasta cuándo y de esto depende para ver si vuelvo a mi casa, cuándo vuelvo a mi casa o no; esta es la situación en el norte”.
Destaca que “todo indica que Israel planifica una incursión terrestre que sea de pocas semanas, pero uno sabe cómo empieza y no cómo termina.
“Vivo a 30 kilómetros de la frontera con Líbano. Ahora estoy a 80, con mis suegros, y decidimos ir a visitar a mi familia en Brasil y viajamos al exterior también para calmarnos y ver qué va a pasar. Volveremos, esperemos que cuando volvamos tengamos la situación más calmada”.
Casado con una argentina y con un hijo argentino, detalla que “viví dos años y medio en ese país. Nací en Brasil, pero tengo el acento argentino”. Añade que “viví en un moshav, que es una comunidad pequeña, ubicada en el Consejo Regional de Misgab. En Israel, las comunidades chiquitas, como los kibutzim, o pequeños asentamientos, no tienen una municipalidad, todos ellos se agrupan en un consejo regional que elige a su alcalde y tienen su estructura propia, por ejemplo, colegios para los niños, la estructura de ruta, los arreglos que hay que hacer, se pagan los impuestos para allá, la policía es de allá, hay organizaciones como del interior de Israel.
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“El consejo regional donde vivo está compuesto por cuatro aldeas beduinas árabes, que es algo muy poco común en Israel, en general hay los consejos de poblados judíos y los de poblados árabes por separado, en este en específico 75% de la gente es judía y 25% son árabes y la relación es muy buena”.
“El 7 no me desperté con sirenas sonando”
Recuerda que “el 7 de octubre todo cambió”, tras la incursión de los terroristas de Hamas en suelo israelí, lo que dio inicio a la guerra en la Franja de Gaza, que ha dejado más de 42 mil palestinos muertos.
Detalla que “en el norte en este día la situación estuvo tranquila, yo no me desperté con sirenas sonando, dormí hasta que me desperté, miré el teléfono; mi esposa se había despertado hora y pico antes que yo y no sabía qué estaba pasando en el país. No prendió la televisión, nadie la llamó, no miró el teléfono, no sabía lo que estaba pasando, en el norte todo estaba tranquilo”.
Sin embargo, “el 8 de octubre, en el día siguiente del ataque de Hamas ahí en la región de la frontera de la Franja de Gaza, Hezbolá, que es la milicia chiita que se ubica en Líbano, empezó a atacar Israel especialmente a tensionar la frontera para presionar a Israel en su guerra en Gaza. Primeramente su objetivo fue mostrarse solidario al ataque de Hamas y con el pasar del tiempo Hezbolá aumentó la presión y atacó prácticamente todas las poblaciones de la frontera de Israel con Líbano, de modo que Israel decidió evacuar a gente de hasta 5 kilómetros de la frontera: están viviendo en hoteles, departamentos alquilados con ayuda del Estado y los niños tienen menos clases por semana. También los negocios cerraron. Hay lugares en los que no pueden entrar, excepto si van ahí para hacer algún material periodístico, pero con autorización especial y aun así es muy peligroso. Hasta cinco kilómetros todo se transformó en territorio militar”.
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Reitera que “en las primeras dos semanas de guerra yo escuchaba aviones sin parar, 100% todo el tiempo, 24 horas por día, aviones o helicópteros, hoy se sabe que Israel estaba preparado para atacar a Hezbolá en Líbano y por una decisión del gabinete de seguridad de Israel, y por mucha influencia del gobierno de Estados Unidos, se decidió no hacer este ataque en este momento, con el tiempo la situación se fue calmando, vivo a 30 kilómetros de la frontera, puede parecer muy poco, pero en Israel las distancias son más cortas. Desde mi casa escucho explosiones y las he oído desde el último año, hubo momentos de tensión más grande y de menos, me quedé un mes sin escuchar explosiones, pero me acostumbré con la realidad de las explosiones. La sirena no sonaba”.
“En el último mes y medio las explosiones son más constantes”
Añade que “lo que cambió es que el último mes y medio, luego de que Israel mató al número dos de Hezbolá, como una retaliación al ataque de Hezbolá a un poblado druso de las colinas del Golán, que dejó 12 niños y jóvenes muertos, y mató al número dos de Hezbolá, después la tensión subió, escuché más explosiones y los ataques para después de los cinco kilómetros pasaron a ser más constantes. No es que no hubo más ataques en 11 meses, hubo, pero no era algo muy constante”.
Recuerda que tras el “ataque de Hezbolá, como retaliación del caso de los pagers [las explosiones de los bípers], atribuida a Israel; aunque Israel no asumió, es muy improbable, casi imposible que otra fuerza la haya ejecutado (...) fue una madrugada muy intensa con muchas explosiones, tensión, mis ventanas temblaban, por suerte mis hijos no se despertaron en la noche, pero yo casi que no dormí”. A mediados de septiembre hubo una explosión simultánea de estos dispositivos en manos de militantes de Hezbolá en Líbano y Siria. “Cuando vimos que la escalada iba a subir, decidimos irnos y nos fuimos a la casa de mis suegros que está a 80 kilómetros de la frontera. Desde entonces la situación se complicó más en Líbano y hubo ataques más constantes. Las explosiones se escuchan muy fuertes, la situación no está bien. Muchos dejaron sus casas”, narra.
“Los acuerdos son fundamentales”
Sobre una posible tregua dice que “todas las guerras terminaron en acuerdos y especialmente guerras contra grupos terroristas, también con ellos terminamos acuerdo de cese el fuego”. Pero, “los acuerdos duraderos se hacen con otros países y están ahí hasta hoy con Egipto, Jordania, la Autoridad Palestina (...) Me gustaría un acuerdo que nos diera paz, con Hamas y Hezbolá es algo que es un poco difícil, pero no hay solución para estas confrontaciones que pase sólo por una salida militar. Los acuerdos son fundamentales para interrumpir el ciclo de violencia”.