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Washington. Después de su desastroso debate con Donald Trump, el presidente estadounidense Joe Biden contó con el apoyo incondicional de la primera dama Jill, quien está más que nunca en primera fila de la campaña de su marido.
"Es tan influyente como afirman los expertos y su opinión le importa (al presidente Biden) más que la de nadie. Sin su apoyo, le sería imposible continuar en la carrera", comenta a la AFP Tammy Vigil, profesora de comunicación en la Universidad de Boston.
El lunes, la revista Vogue reveló la portada de su edición de agosto: Jill Biden, con un vestido largo tipo chaqueta de seda blanca de Ralph Lauren.
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La fotografía data de finales de abril, y el artículo de la revista se basa en entrevistas y reportajes realizados durante este período, mucho antes de que Joe Biden se estrellara en directo en CNN contra su rival republicano.
Vogue revela haber hablado por teléfono con ella poco después del debate, mientras aumentaban los llamados a que el demócrata de 81 años retirara su candidatura.
"90 minutos no definen una presidencia"
"No permitiremos que esos 90 minutos definan los cuatro años que ha sido presidente. Seguiremos luchando", declaró la profesora de 73 años.
"Joe no es sólo la persona adecuada para el puesto", "es la única persona para el puesto", declaró el sábado esta mujer, su pareja desde hace 47 años, durante un mitin con donantes demócratas.
El jueves, al final del debate, la primera dama tomó del brazo a su marido para ayudarlo a bajar, con dificultad, los pocos escalones del estudio de la CNN.
El viernes apareció junto a un Joe Biden revigorizado en un mitin en Carolina del Norte, con un vestido estampado hasta el infinito con la palabra "Vota".
Se casó con Joe Biden en 1977. Él era viudo tras la muerte de su mujer y de una hija en un accidente de coche. Sobrevivieron dos hijos: Beau y Hunter.
Beau Biden, con un destino político prometedor por delante, murió de cáncer. Hunter Biden luchó durante años contra su adicción al crack.
Con Jill tuvo a una hija, Ashley, y tiene varios nietos.
La primera dama es su centro de gravedad. Sin su apoyo, el demócrata no habría buscado un segundo mandato. Al llegar a la Casa Blanca continuó enseñando inglés en una universidad cerca de Washington, algo inaudito para la esposa de un presidente.
Jill Biden, figura modesta
Por lo demás desempeña la función estereotipada y relativamente modesta de primera dama, es decir se encarga de la decoración navideña y del menú de las cenas de gala, así como de causas consensuadas, en su caso, por ejemplo, la promoción de la lectura.
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"Se supone que una primera dama estadounidense contemporánea es el 'arma no tan secreta' que ayuda a su marido dando fe de su carácter y ayudando a recaudar fondos. Por ello, se espera que Jill Biden participe en la campaña", explica Tammy Vigil.
"Sin embargo, también existen límites no declarados para esa actividad que son difíciles de determinar hasta que se cruza una línea en particular. Si ella es demasiado vigorosa en la defensa de su marido, la gente se quejará. Sin embargo, si no es lo suficientemente visible (como en el caso de Melania Trump), también será criticada", estima.
Al apoyar tan abiertamente a Joe Biden desde el calamitoso enfrentamiento con Donald Trump, ¿creará Jill Biden una oleada de simpatía? ¿O por el contrario se alienará a parte de la opinión pública?
En las redes sociales, la primera dama se ha convertido desde el debate en el blanco favorito de algunos partidarios de Donald Trump, que la tachan de manipuladora sin escrúpulos.
"Lo que Jill Biden y su equipo de campaña hicieron esta noche (...) es abuso de personas mayores", reaccionó el jueves por la tarde la congresista conservadora Harriet Hageman en un mensaje en X (antes Twitter).
mcc