Javier Milei, el autodesignado “anticasta” y proclamado “encantador de jóvenes” descubrió la noche del domingo que la magia tiene límites, sobre todo cuando hay advertencias generalizadas de que una decisión equivocada puede llevar a todo el país al abismo.
Tras la sorpresa que dio Milei en las primarias, ahora es él el sorprendido. Pasa a segunda vuelta, sí, y nadie debe darlo por muerto. Pero el fenómeno Milei no sólo tuvo anoche un freno, sino que enfrentará a un peronismo que, después de que muchos consideraban en estado vegetal, resucitó y está de regreso con Sergio Massa.
¿Qué pasó? En realidad, lo que ocurrió en la primera vuelta de las elecciones argentinas es una mezcla de factores. Los ciudadanos están hartos de los políticos de siempre, sí, pero, a decir por los resultados, no al grado de votar con los ojos vendados y apostarle todo a un outsider cuyas propuestas van de “liquidar” al Banco Central a impactar la salud, la educación, mientras apuesta por la libertad de armas e incluso promueve la idea de poder “renunciar a la paternida”.
A pesar del enojo por la situación inflacionaria del país, y del rechazo que genera entre una buena parte de los argentinos el gobierno de Alberto Fernández y sus pleitos y divisiones con la expresidenta Cristina Fernández viuda de Kirchner, los ciudadanos decidieron votar Massa, todo indica, para parar el fenómeno Milei. Y Massa ha sido claro al desmarcarse del Kirchnerismo, anunciar el fin de la “grieta” y apostar por el diálogo con las demás fuerzas políticas.
El partido de Milei, La Libertad Avanza, logró un avance descomunal en el Congreso, convirtiéndose en la tercera fuerza política y ahora busca acercamientos con Juntos por el Cambio, el partido más golpeado en las elecciones. Pero para la agrupación de Patricia Bullrich, una alianza con Milei puede ser más que riesgosa: el radicalismo de éste atrae a unos, pero genera miedo y rechazo entre otros. Lo que menos necesita Bullrich es alejar más gente.
Massa sabe que una batalla ganada no es lo mismo que ganar la guerra; que deberá convencer a aquellos votantes de derecha que no lo quieren, pero menos quieren un Milei. Tampoco pierde de vista el desencanto que genera el gobierno del que él forma parte. Tan claro lo tiene que, en su mensaje triunfal, no se vio a Fernández ni a la vicepresidenta Fernández por ninguna parte. El fuego amigo, de aquí al 19 de noviembre podría ser fatal.
Falta casi un mes para la segunda vuelta electoral y todo puede cambiar. Las encuestas pronosticaban que Milei pasaba de primero, o incluso que ganaba en primera vuelta. Fallaron, como cada vez sucede con más frecuencia. El Trump argentino se mantiene en la lucha, si bien un poco atropellado y desinflado. Una moderación de su discurso —que ya se ve— podría ganarle adeptos entre los antiizquierdistas, pero también alejar a quienes atrajo con su imagen de “león indómito” que no se ajusta a los patrones políticos. ¿Habrá león manso?