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Washington
Hace un par de semanas, en Japón, Ivanka Trump mostró uno de sus dones: la omnipresencia. Cada evento de la cumbre del G20 contaba con su cabellera rubia y sus trajes de alta costura. En una de las fotos oficiales aparece sentada al lado de su padre, el presidente Donald Trump, y el anfitrión, el primer ministro japonés Shinzo Abe. Alrededor, todos los líderes mundiales que se encontraron en Osaka.
Trató de encajar en un círculo que incluía al presidente francés, Emmanuel Macron; el primer ministro canadiense, Justin Trudeau; la primera ministra británica, Theresa May, y la entonces directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. El video de ese momento se volvió viral gracias a una mueca casi imperceptible y una fugaz mirada de desdén de Lagarde, tras darse cuenta de que la “primera hija” de Estados Unidos —un título que Ivanka adora—, departía con ellos.
Los memes inundaron las redes sociales: se viralizó la etiqueta #unwantedIvanka, algo así como “indeseada Ivanka”, junto a fotomontajes de momentos históricos imposibles con ella de por medio.
Trump dijo que su hija estuvo “fantástica” en el G20. “Los líderes mundiales la aman”, aseguró. “¿Pero qué hacía ahí? ¿Bajo qué autoridad diplomática?”, se preguntaba Bonnie Kristian, del semanario The Week.
“No es secretaria de Estado pero actúa como si estuviera en la misma nube que [el secretario de Estado] Mike Pompeo”, dijo Jennifer Lawless, catedrática de Ciencias Políticas de la Universidad de Virginia.
Desde hace más de dos años y medio, los estadounidenses se preguntan cuál es el trabajo de Ivanka Trump en la Casa Blanca. Lo único que se sabe es que junto a su marido, Jared Kushner, han creado una poderosa sociedad hermética, oscura e indescifrable.
“Han llegado a la cúspide del poder y lo han hecho juntos”, relata Vicky Ward, autora del libro Kushner Inc., de reciente publicación. Timothy O’Brien, autor de TrumpNation, les dio el mote de Javanka: “Pienso que es una abreviatura del poder conjunto y relativamente no controlado que ejercen en la Casa Blanca de Trump, dada su proximidad con el presidente y los lazos financieros que comparten con él”.
“¿Quién se creen que son?”, se preguntaba recientemente Michelle Goldberg, columnista de The New York Times. “Son ejemplos vivientes del efecto Dunning-Kruger, un fenómeno sicológico que lleva a gente incompetente a sobreestimar sus habilidades porque no pueden entender cuánto no saben”, añadía.
Saltando protocolos
La de Japón no fue la primera vez que Ivanka ocupaba un rol que no le tocaba. Un año antes, en Alemania, Ivanka rompió el protocolo y se sentó en el asiento reservado para su padre, un gesto que, según cuenta Ward en su libro, “pareció enviar el mensaje de que el gobierno de Estados Unidos se regía por el nepotismo”.
Y eso que en 1967 Estados Unidos aprobaron la ley antinepotismo para que los parientes no pudieran asumir cargos en la administración.
Don McGahn, el primer abogado de la Casa Blanca de Trump, recibió la recomendación del Departamento de Justicia de no incluir al matrimonio en el equipo presidencial. “No tanto por corrupción, que también, sino por incompetencia. No puedes despedir a la familia, como norma general”, habría dicho, según el libro de Ward.
En una entrevista a 60 Minutes después de las elecciones, Ivanka aseguró que no se uniría a la administración; sin embargo, rápidamente se vio que no era cierto.
Para evitar violar la ley, Javanka decidieron no aceptar ningún salario. Las dudas se mantuvieron, agravadas por la falta de credenciales y experiencia de ambos. En una encuesta de Quinnipiac en 2017, 53% de la gente no veía apropiado que la pareja tuviera un rol significativo en la administración.
Se mudaron a una mansión en un barrio adinerado (pagan 15 mil dólares de renta y son vecinos de los Obama y Jeff Bezos), e Ivanka incluso trató de ocupar la oficina de la Primera Dama. Melania Trump se negó rotundamente. Es la única vez que alguien se ha enfrentado a ella y ha salido victorioso.
Asesores “nebulosos”
Javanka aterrizaron con el cargo nebuloso de “asesores presidenciales” con la idea de estar cerca del Despacho Oval. “Parte del cálculo de Jared e Ivanka sobre el poder y la influencia de un trabajo en el Ala Oeste o de una consultoría externa era saber que para influir a Trump hay que estar siempre ahí”, relata Michael Wolff en su polémico libro Fuego y Furia (Temas de Hoy).
En un primer momento, eran vistos como el sector moderado del círculo del presidente, los que podrían domar los impulsos más brutales de un mandatario al frente de la administración más heterodoxa de la historia.
“La percepción es más importante que la realidad”, escribía Ivanka en su libro The Trump card. “Hay pocas cosas que podemos controlar en la vida, por ejemplo, cómo nos proyectamos”, dijo, a los 22 años, en una entrevista a la revista W.
Sin embargo, esa imagen era más un “mito” que una realidad, cuenta Elaina Plott en un reciente perfil sobre Ivanka en The Atlantic.
“Nunca dio su opinión sobre inmigración o la necesidad del muro, pero todos asumían que sus ideas eran diferentes a las de su padre”, escribe.
Ivanka, con su “voz de princesa Disney” como la define Wolff, ama decir que es “pragmática” y su agenda está llena de causas nobles, como el empoderamiento de la mujer o el fin del tráfico de personas; sin embargo, exfuncionarios de la Casa Blanca aseguran que el matrimonio es “cómplice” de todas las políticas de la administración y sólo “fingen” no serlo.
Para Javanka, la Casa Blanca es una fuente de nuevos contactos para unos intereses empresariales de los que les cuesta desprenderse.
Secretario de todo
Además, son maestros en vender éxitos. Jared, conocido como “el secretario de todo” por el enorme portafolio que maneja por orden presidencial, sólo ha tenido dos triunfos: la reforma del sistema de justicia y el traslado de la embajada estadounidense en Israel a Jerusalén. El resto han sido infundados y falaces.
El más significativo, el del acuerdo comercial T-MEC: mientras las primeras espadas, incluido el excanciller mexicano Luis Videgaray Caso, alababan su papel de mediador, los técnicos contaban que su rol había sido secundario. “Todo el mundo era consciente de que Ku- shner no sabía mucho sobre comercio”, contó una fuente anónima a Ward. Su plan de paz para Medio Oriente es un fracaso incluso antes de revelarse.
Como apunta Plott, muchos de las críticas tienen que ver con que en momentos de crisis “convenientemente desaparecen” de la vista pública. Como con su fracaso a la hora de evitar que Estados Unidos saliera del Acuerdo para el Clima de París. Una derrota que abrió los ojos al matrimonio, que desde entonces se dedicó a buscar victorias. Si el tema no estaba en su agenda, no se meterían.
Colaterales
“El poder de la pareja se calcula por el número de víctimas a su alrededor”, señaló Ward en una entrevista a NPR: más de 40 personas han sido despedidas o abandonaron la Casa Blanca por Javanka.
El único que los puso en jaque fue John Kelly, quien fuera segundo jefe de gabinete de Trump. Según el libro de Ward, Kelly recibió órdenes del presidente de “deshacerse” de la pareja.
No era la primera vez que pasaba esa idea por su cabeza: tal y como cuenta Bob Woodward en su libro Miedo (Roca Editorial), Trump preguntaba decenas de veces a sus asesores si creían que su hija y su yerno deberían estar ahí. La respuesta siempre era la misma: “No”, pero nada pasaba. Ivanka tenía “pase libre” por el Ala Oeste, una presencia “constante” parecida a su ubicuidad en el G20.
Finalmente, Kelly abandonó la Casa Blanca sin lograr cumplir su misión. Al contrario: “el futuro parece brillar” para Javanka y su “poder sólo puede aumentar”, según Ward.
“[Ivanka] no ha mantenido en secreto que quiere ser la mujer más poderosa en el mundo. Cree que el reinado de su padre en Washington es el inicio de una gran dinastía”, añade.
Hace 243 años que Estados Unidos luchó para —y consiguió— deshacerse de los reyes británicos, pero Jared e Ivanka son “el príncipe y la princesa” de la corte trumpista.
Gary Cohn, exasesor económico de Trump, asegura que Ivanka “cree que va a ser presidenta de Estados Unidos”. “Si quisiera presentarse sería difícil de batir”, opina su padre, quien ha pensado en más de una ocasión postularla para grandes puestos.
Su nombre ha sonado para rangos tan importantes como la embajada de Estados Unidos ante Naciones Unidas (ONU) o la presidencia del Banco Mundial (BM), un cargo que desempeñaría “muy bien” porque, de acuerdo con Trump, “es buena con los números”.
Concluido el G20, Trump se reunió con el líder Corea del Norte, Kim Jong-un, en la zona desmilitarizada de la península coreana. Ahí estaban Javanka; en contraste, el asesor de seguridad nacional, John Bolton, volaba hacia Mongolia.
“Fue surreal”, dijo Ivanka, a la salida. Para muchos, lo realmente surreal es que ella y su marido mantengan su estatus omnipresente en la Casa Blanca de su padre.