La norteamericana Norma McCorvey (1947-2017) fue la mujer que por años estuvo detrás del pseudónimo “Jane Roe” en su demanda legal contra el fiscal de distrito de Dallas, Texas, Henry Wade, en el caso conocido como “Roe vs. Wade”. En 1973 el juicio concluyó con un fallo de la Corte Suprema norteamericana que dictaminó que la Constitución de Estados Unidos protege el derecho de la mujer a abortar. Ese es el dictamen que el máximo tribunal revocó hoy, en una decisión que conmocionó al país.

La difícil vida de McCorvey estuvo llena de abusos, polémicas y contradicciones, comenzando porque jamás se practicó un aborto y que alternativamente se convirtió en emblema a favor de la legalización y luego militante antiabortista. Incluso al final de su vida, en el documental AKA Jane Roe, (2020, dirigido por Nick Sweeney) hizo una “confesión en el lecho de muerte”, y aseguró que su militancia en los grupos pro elección solo estuvo motivada por el dinero que le dieron a cambio.

“Yo era el pez gordo. Creo que era un asunto mutuo. Tomé su dinero y me pusieron frente a las cámaras y me dijeron qué decir. Eso es lo que diría”, se la oye contar a McCorvey en el documental. “Si una joven quiere abortar, ese no es mi problema. Por eso lo llaman elección”, añadió.

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¿Es confiable esta última declaración? Su biógrafo Joshua Prager sostiene en su libro The Family Roe, an American Story, que la afirmación es “sencillamente falsa. En efecto, Norma sabía que si se convertía le pagarían para que diera discursos (del mismo modo que le pagaban cuando estaba del lado de los pro elección). Pero nunca recibió un centavo por convertirse”, escribió Prager.

Y recordó que McCorvey nunca fue en realidad una fuente confiable. Durante años sostuvo, por ejemplo, que el embarazo que desató el icónico caso Roe vs. Wade fue por una violación, hasta que en 1987 confesó que fue fruto de una relación con un hombre al que la unía “algo que pensaba que era amor y resultó no serlo”.

Una vida dolorosa

En realidad, McCorvey, que se convirtió en un personaje histórico en Estados Unidos, nunca pareció hallar la paz a lo largo de su vida. Sus primeros problemas con la Justicia comenzaron a los 10 años cuando fue procesada por un robo en Texas. Luego su padre abandonó el hogar cuando ella tenía 13 años y quedó a cargo de una madre alcohólica y violenta. En la adolescencia afirmó haber sido violada en reiteradas oportunidades por un primo. A los 16 años se casó con Woody McCorvey, un hombre golpeador, y dio a luz su primera hija en 1965. Tras separarse volvió a quedar embarazada y ambas hijas fueron dadas en adopción.

Cuando a los 21 años volvió a quedar embarazada por tercera vez, unos amigos la pusieron en contacto con las abogadas Linda Coffee y Sarah Weddington, que buscaban casos emblemáticos de mujeres encinta que les permitieran luchar por la legalización del aborto.

Pero todo el proceso legal que culminó con el dictamen del Tribunal Supremo, llevó tres años. En el interín nació su tercera hija -la del emblemático caso- Shelley Lynn Thornton, hoy de 51 años, que también fue dada en adopción y que ya de adulta rechazó los intentos de McCorvey de conocerla. “Ella no merecía conocerme”, dijo Thornton el año pasado en una entrevista con ABC News. “Ella nunca hizo nada en su vida para recuperar ese privilegio. Ella nunca expresó ningún sentimiento genuino por mi”.

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Por aquellos años McCorvey ya había comenzado a convivir con una pareja lesbiana y trabajaba en una clínica abortista.

Conversión y militancia pro vida

Una década más tarde del fallo Roe vs. Wade, McCorvey salió del anonimato, comenzó a dar entrevistas y se convirtió en un ícono de las campañas pro elección.

Pero en 1995 su vida dio un vuelco y se convirtió al protestantismo en una publicitada ceremonia de bautismo en una pileta de Texas, que fue televisada a todo el país. Allí comenzó su militancia pro vida, que siguió avanzando cuando tres años más tarde adhirió a la fe católica.

El sacerdote católico Frank Pavone, que concelebró la misa en la que McCorvey fue confirmada y recibida en la Iglesia descree también de las afirmaciones del documental AKA Jane Wade sobre los supuestos intereses meramente económicos de McCorvey en su militancia pro vida.

El padre Pavone, por años confidente de McCorvey, dijo: “No puedo verla más que siendo acorralada emocionalmente para obtener esas palabras de su boca. Las cosas que vi en 22 años con ella, las miles y miles de conversaciones que tuvimos, eso fue real. Su conversión fue muy pero muy sincera y ella pagó un precio por eso”.

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A años de su muerte, difícilmente se pueda hallar ya una respuesta definitiva sobre cuán sinceras fueron la conversión y las convicciones pro elección o pro vida de McCorvey. Quizás ella tampoco lo tuvo nunca tan en claro.

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