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San José.— El ascenso del banquero derechista Guillermo Lasso a la Presidencia de Ecuador, el aparente avance de los populistas conservadores peruanos Keiko Fujimori y Pedro Castillo a la segunda ronda de los comicios presidenciales de Perú y la derrota del oficialismo en las elecciones por cuatro gobernaciones en Bolivia arrojaron un saldo negativo para la izquierda de América Latina y el Caribe.
Tras derrotar el domingo al economista izquierdista Andrés Arauz en segunda ronda, Lasso asumirá el próximo 24 de mayo para gobernar por cuatro años.
Sin sorpresas, se prevé que mantendrá el alineamiento de Quito en política internacional con Washington y, en especial, en torno a la crisis en Venezuela, factor sensible de la situación hemisférica por el impacto de las oleadas de migrantes venezolanos que huyen del conflicto político, institucional y socioeconómico de su país.
Arauz ganó el 7 de febrero la primera vuelta y a Lasso le costó pasar a la segunda con una escasa diferencia sobre el candidato indígena Yaku Pérez, pero el banquero derechista hizo acopio del descontento y del cansancio popular hacia el principal soporte y mentor de su contendor final: Rafael Correa, presidente de 2007 a 2017.
“Muchos ciudadanos votaron por Lasso por temor de que el correísmo retornara al poder”, afirmó el analista político ecuatoriano y director ejecutivo del (no estatal) Centro Latinoamericano de Estudios Políticos (CELAEP), de Quito, Sebastián Mantilla.
“Nadie quería reeditar el régimen autoritario de persecución que Correa configuró y en el que no había como expresarse libremente. Tampoco es que Lasso convenció a los ciudadanos porque perfeccionó su estrategia de campaña o encantó a la mayoría con nuevas propuestas. Lasso sí puede garantizar las libertades, los derechos y la estabilidad democrática en el país”, explicó Mantilla a EL UNIVERSAL.
“Estábamos muy preocupados de que lo que podía pasar porque se tenía que evitar que se reprodujera un fenómeno de venezolanización de Ecuador”.
Arauz nunca consiguió en segunda vuelta desprenderse de la sombra de Correa y de que sería manipulado por el expresidente, en el autoexilio en Europa en el arrastre de un desprestigio, sentenciado en 2020 a ocho años de cárcel por sobornos, y cuya gestión enfrenta hondos cuestionamientos de corrupción y autoritarismo. Correa, estrechamente ligado al bloque de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, siempre negó los cargos y defendió su labor como honesta y democrática.
Otro fracaso
Datos oficiales preliminares confirmaron que la antropóloga peruana Verónica Mendoza, principal apuesta de la izquierda regional e internacional en los comicios presidenciales de Perú, quedó de sexta en la primera etapa y fracasó en su afán de avanzar.
Fujimori, empresaria e hija del encarcelado expresidente peruano Alberto Fujimori, y Castillo, un maestro y exsindicalista, encabezan el conteo para competir el 6 de junio próximo en la lucha finan en las urnas. “Hay una fragmentación del voto en Perú”, dijo el boliviano Franklin Pareja, politólogo, máster en Administración de Empresas y profesor de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz.
Al plantear que el electorado peruano “es más conservador por tradición”, Pareja refirió que la situación en Perú mostró que la izquierda “no estaría irradiando lo suficientemente bien como para hablar de un su reposicionamiento o recuperación”.
Bolivia emergió como otro foco en pugna del balance de poder, señaló Pareja, al referirse a la derrota en las urnas que el domingo sufrió el izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS), de mayoría indigenista y cocalera dominada por el expresidente boliviano Evo Morales, en la lucha por cuatro gobernaturas departamentales.
Los electores de los departamentos (estados) de La Paz, Tarija, Pando y Chuquisaca debieron acudir a una segunda votación en una pelea finalmente perdida por el MAS, que en noviembre de 2020 reasumió el mando del Poder Ejecutivo con Luis Arce tras un año de controversias por la dimisión de Evo en medio de denuncias de fraude electoral y golpe de Estado.
“A pesar de una recuperación importante de las fuerzas opositoras bolivianas en las elecciones subnacionales, tampoco se puede afirmar mecánicamente que constituyen un equilibrio de poder”, describió Pareja.
“Los recursos económicos están concentrados en el gobierno nacional y los subnacionales están tutelados y son altamente dependientes del nacional, que tiene el verdadero poder y control”. El partido de Evo tenía seis de las nueve gobernaciones y perdió tres (la mitad de su fuerza de mando en los departamentos), pero dispone de mayoría en siete de las nueve asambleas legislativas regionales, en lo que Pareja planteó como un complicado mapa político de creciente tensión.
“El MAS tiene menos gobernadores en la actualidad, pero tiene más asambleas legislativas bajo su control, lo cual haría que podría tener bloqueados a los nuevos gobernadores”, advirtió.