La sorpresiva incursión del grupo islamista Hamas en Israel el pasado 7 de octubre desató el peor conflicto que se recuerde entre israelíes y palestinos, odios hacia judíos y musulmanes, y el temor de que la crisis se amplíe más allá, para incluir a actores como Irán.

Aunque la inestabilidad en Medio Oriente es una constante, la , donde mató a mil 200 personas, en su mayoría civiles, incendió aldeas, desató una masacre en un festival musical, violó mujeres y secuestró a 250 personas, muchas de ellas niños, dejó en shock a un país que confió demasiado en su inteligencia y que estaba distraído en otras cosas, y no vio venir un ataque que esta organización, considerada terrorista por Israel, Estados Unidos y otros países, planeó por años.

La incursión desató la ira de Israel, que llegó hasta el corazón de Gaza con una promesa: acabar con la amenaza de Hamas. Eso ha significado, hasta el 20 de diciembre, la muerte de 20 mil personas en el enclave palestino, de las que más de 6 mil eran menores, de acuerdo con cifras del Ministerio de Salud de Gaza.

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Aunque los ataques del 7 de octubre desataron la solidaridad internacional, Israel ha sido criticado por una respuesta en la que la mayoría de víctimas son civiles, y que ha implicado arrasar con Gaza y dejar sin hogar y con la vida amenazada a los millones que viven allí.

Israel ha exigido solidaridad total e incluso se ha enfrentado al secretario general de Naciones Unidas (ONU), por señalar que las atrocidades de Hamas no justifican las atrocidades cometidas por las fuerzas israelíes en Gaza.

La muerte de bebés palestinos prematuros por la falta de electricidad, de combustible en hospitales, ha sido uno de los rostros más duros del conflicto actual, junto con las imágenes, difundidas por el propio ejército de Israel, de los cuerpos de bebés asesinados por Hamas, de kibutz quemados. La guerra ha dividido opiniones y al mismo tiempo desatado una ola de ataques antisemitas en Estados Unidos, en Francia y en otros países y, en menor grado, ataques contra musulmanes.

Los ataques de Hezbolá han sumado a la incertidumbre, con Israel acusando a Irán de apoyar no sólo a esta milicia chiita, sino el ataque mismo de Hamas que ocasionó el infierno.

La decisión de los hutíes de Yemen de secuestrar buques con bandera israelí abrió otro frente de conflicto y obligó a Estados Unidos a anunciar la creación de una coalición de 10 países para enfrentar los ataques hutíes en el mar Rojo.

No se trata de un problema menor, considerando que se trata de una de las principales vías marítimas del mundo, que conecta Europa, Asia y África. Navieras importantes ya anunciaron la suspensión del transporte de carga por esa ruta, y el temor es que, poco a poco, empiece a haber afectación a los suministros. Los precios del petróleo se han disparado.

Por ahora, la guerra con Hamas ha silenciado un poco las críticas hacia el primer ministro Benjamin Netanyahu por el tema de la reforma judicial, pero crece la presión por las fallas que derivaron en el 7/10 y por la opacidad respecto a qué es lo que planea hacer en Gaza una vez que logre sus objetivos con la organización islamista.

La comunidad internacional rechaza la idea de que Israel se haga del control de Gaza concluida esta fase de guerra, pero Netanyahu ha tenido poca claridad, señalando que “temporalmente” podría hacerse cargo de la seguridad, para luego señalar que no pretende controlar el enclave.

Lo que el premier israelí parece tener claro es que la Autoridad Palestina (ANP) no puede quedar con el control del territorio, a pesar de que es la opción que se impulsa desde Estados Unidos. Netanyahu ha dicho que dejar a la ANP sería como si Hamas se quedara al frente porque ambos “desean la destrucción de Israel”.

La guerra Israel-Hamas también ha sido, y seguirá siendo, una fuente de presión para el presidente estadounidense Joe Biden, quien ya enfrentaba problemas para seguir apoyando con armas a Ucrania en la guerra con Rusia.

Aunque el lobby judío, y una buena parte de la ciudadanía estadounidense reclama apoyo total a Israel, otra le exige que use su poder para moderar la respuesta israelí, algo que hasta ahora no ha logrado hacer.

La guerra ha sido aprovechada por su gran rival, el expresidente Donald Trump, quien critica la “debilidad” de Biden frente a lo que ocurre. También por los republicanos, que han convertido este conflicto y el de Ucrania en un arma para presionar por sus objetivos migratorios en el Congreso.

A un año de unas elecciones que por ahora favorecen más a Trump que a Biden, el conflicto israelí se suma a los dolores de cabeza del demócrata.

Ucrania ha sido otro gran perdedor con la guerra entre Israel y Hamas. Si ya de por sí al gobierno de Volodimir Zelensky le costaba cada vez más mantener el nivel de ayuda y los ojos puestos en un conflicto que en febrero cumple dos años, la situación en Gaza sacó de los titulares las noticias ucranianas y hace más complicado lograr apoyos.

Netanyahu ha advertido que no quedará Hamas que amenace a Israel y que Gaza, como la conocemos, no existirá más. La gran duda es: ¿qué quedará?

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