Teherán.— Un segundo karateca fue condenado a muerte por el gobierno iraní tras haber participado presuntamente en las protestas por la muerte de la joven Mahsa Amini, quien falleció mientras se encontraba en custodia de la policial moral por no usar el velo islámico.

El deportista Saleh Mirhashmi, de 36 años, habría mostrado signos de tortura en su cuerpo al momento de su juicio, refirió la activista proderechos humanos y parlamentari de Bélgica, Dayra Safai. De acuerdo con otros defensores, Mirhashmi se encontraría aislado y en cualquier momento podría ser ejecutado por la autoridad islámica.

El condenado fue acusado de estar involucrado en la muerte de tres agentes de seguridad durante las manifestaciones del 16 de noviembre, según informó la agencia de noticias del Poder Judicial iraní Mizan Online.

Mirhashmi fue declarado culpable de moharabeh (guerra contra Dios), conforme reza el medio oficial. La noticia de la condena a Mirhashmi llega días después de la ejecución de otro karateca, el joven Mohammad Mehdi Karami, quien fue ejecutado tras ser acusado del asesinato de un basiji —miliciano islámico— durante las protestas.

Con este juicio, sumarían cuatro manifestantes condenados a muerte y ejecutados por las manifestaciones de noviembre.

En este sentido, las protestas en Irán pierden fuerza, cuando se cumplen cuatro meses del comienzo de la revuelta que pide el fin de la República Islámica.

Los gritos de “¡mujer, vida, libertad!”, eslogan de las protestas, apenas se escuchan ahora en las calles del país persa. En las universidades, uno de los principales focos de las manifestaciones, los estudiantes ya no desafían a las autoridades.

Los grafitis contra el gobierno han sido tachados en las paredes de Teherán e incluso están desapareciendo los gritos desde las ventanas por las noches de “muerte al dictador”, en referencia al líder supremo de Irán, Ali Jameneí. Con el paso de las semanas la revuelta ha ido mutando, primero con grandes manifestaciones, después con movilizaciones en las universidades, más tarde en colegios y finalmente con pequeñas y esparcidas reuniones para evitar a las fuerzas de seguridad.

Las ejecuciones y las sentencias a la horca sí parece que han tenido éxito a la hora de calmar las calles. La primera ejecución se llevó a cabo el 8 de diciembre, cuando fue ahorcado Mohsen Shekari, de 23 años. El Tiempo, con información de agencias

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