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Irak, entre violencia sectaria y la yihad

A 20 años de la invasión de Estados Unidos, la situación en el país es aún sombría; para los iraquíes, la guerra es una herida abierta

La mezquita 17 de Ramadán a lo largo de la plaza al-Firdous en Bagdad, 20 años después de que la invasión de Irak liderada por EU derrocara a Saddam Hussein. Foto: Ahmad al-Rubaye/ AFP
19/03/2023 |02:53Inder Bugarin / Corresponsal |
Inder Bugarin
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Bruselas.- Irak, el segundo frente militar abierto por Estados Unidos en represalia por el derribo de las Torres Gemelas de Nueva York con aviones terroristas kamikazes, sigue siendo un importante semillero del extremismo islámico dos décadas después de la incursión armada norteamericana. Desde la guerra de 2003, la nación además ha transitado por algunas de las páginas más oscuras de su historia moderna como resultado de la violencia sectaria entre chiitas y sunitas, y el completo abandono de otros grupos ante el exterminio, como los turcomanos, yazidíes y cristianos.

La situación se ha visto agravada, en numerosos episodios a lo largo de los últimos años, por escándalos de corrupción, los peligrosos efectos secundarios de la guerra civil en la vecina Siria y la creciente influencia de Irán.

De acuerdo con informes de inteligencia filtrados a la prensa en 2019, Teherán se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida política, económica y religiosa, convirtiendo a la nación vecina en “una puerta” de proyección de los intereses iraníes.

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Las perspectivas inmediatas siguen siendo sombrías. La organización especializada en solución de conflictos, Internacional Crisis Group (ICG), clasifica a Irak entre las diez mayores crisis a seguir en 2023.

El organismo con sede en Bruselas, sostiene que se respira cierta calma desde octubre pasado, cuando se aprobó el gabinete del primer ministro, Mohammed Shia al-Sudani y se puso fin a la parálisis política existente desde las elecciones parlamentarias celebradas 12 meses antes. A pesar de ello, la inestabilidad continúa latente, y en cualquier momento puede estallar la tensión por la distribución de poder y de recursos entre los chiitas, sunitas y kurdos.

“Ninguno de los desafíos políticos, sociales y económicos de Irak es insuperable, pero el gobierno de Sudani tendrá que cambiar de rumbo si quiere asegurar un futuro mejor para el país. La gobernabilidad clientelista tiene sus límites”, indica ICG.

“La alternativa es peor: conflictos sociales endémicos que alcanzan su punto máximo en estallidos violentos, como los vistos repetidamente en los últimos años”.

A Bagdad se le agota el tiempo, para el 2030 la población llegará a 50 millones, un incremento de diez millones en una década, el suministro de agua está disminuyendo y la crisis política que experimenta la región autónoma del Kurdistán está despertando los fantasmas de la guerra civil kurda de mediados de la década de 1990.

“Los arquitectos de la invasión de Irak en 2003 tenían la gran visión de transformar el Medio Oriente a favor de los intereses estadounidenses. Dos décadas después, está claro que la operación fue un fracaso”, sostiene en un análisis Joost Hiltermann, Director de programa para Medio Oriente y África del Norte de ICG.

La madrugada del 18 de diciembre de 2011, los 500 elementos del Equipo de Combate de la Tercera Brigada de la Primera División de Caballería del Ejército Norteamericano, abandonaron el campamento Adder, en el sur de Irak, a bordo de 110 vehículos blindados.

Sin notificar a sus colegas iraquíes, el convoy se desplazó durante cinco horas hasta cruzar la frontera de Kuwait. Con esta operación secreta, Washington puso fin a su aventura en Irak, iniciada nueve años antes con el argumento de que el dictador Saddam Hussein almacenaba armas de destrucción masiva.

El peligroso arsenal denunciado ante la ONU por el entonces mandatario estadounidense George W. Bush para justificar la invasión de la nación del Golfo Pérsico, nunca fue encontrado.

Hussein fue derrotado, capturado y ahorcado, y Estados Unidos se retiró en 2011 con un saldo de 4 mil 700 soldados muertos y más de 100 mil civiles iraquíes muertos.

Tres años después, las tropas estadounidenses volvieron a Irak en una nueva coalición contra el terror; 83 naciones se sumaron a los esfuerzos por erradicarlo en todas sus formas.

El vacío de poder, creado por el retiro norteamericano, permitió al Estado Islámico (EI), fundado por el viejo componente de Al-Qaeda en Irak, tomar el control de territorios en forma de califato. Desde allí, orquestaron numerosos ataques en urbes europeas, desde Niza y París hasta Bruselas y Manchester.

En 2019 el gobierno británico declaró oficialmente la “derrota territorial” de Daesh. El clan extremista perdió ese año su último territorio, llegó a controlar 110 mil kilómetros cuadrados en Irak y Siria, habitados por unas 7.7 millones de personas.

Sin embargo, la batalla ideológica y fundamentalista continúa hasta nuestros días. El terror que Bush prometió erradicar, sigue siendo una amenaza, Irak es el séptimo país más impactado del mundo por el extremismo, de acuerdo con el Índice sobre Terrorismo Global 2023.

En 2022 el país contabilizó 401 ataques con un saldo de 174 muertos y 339 heridos. En total, el radicalismo se cobró la vida de 36 mil 551 personas entre 2007 y 2022.

Las fuerzas militares son el blanco primario de la organización fundada presuntamente por Hamid Khalil al Zawi, quien falleció en 2010, responsable del 76% de las muertes totales. Además del IS las fuerzas iraquíes enfrentan la insurgencia del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), responsable de 29 ataques y nueve muertes ese año.

El Instituto para la Economía y la Paz con sede en Sídney, Australia, afirma que “si bien las actividades del IS han disminuido significativamente desde que el gobierno declaró la derrota militar del IS en 2017, es evidente que la amenaza a la seguridad regional no ha desaparecido”.

Sostiene que el Estado Islámico continúa operando en zonas remotas de Irak y Siria, a la espera de explotar las oportunidades generadas por la inestabilidad política y el malestar social. Por lo pronto, la yihad enfoca sus esfuerzos en la insurgencia fuera del Levante, particularmente en la región del Sahel en África subsahariana.

La guerra también heredó una crisis humanitaria que lejos está de quedar atrás, aún cuando oficialmente la nación transita hacia la fase de desarrollo.

El último informe de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, estima que alrededor de 1,2 millones de civiles siguen desplazados internamente y 2,5 millones de personas necesitan algún tipo de asistencia humanitaria, alrededor de un millón de ellas enfrentan una situación crítica.

UNICEF asocia la actual crisis humanitaria al legado del conflicto librado con el IS entre 2014 y 2017. El control del territorio iraquí por parte de la organización terrorista, particularmente en el oeste y suroeste, originó millones de desplazados; se estima que 4.9 millones han regresado a sus localidades de origen, luego de años de enfrentar obstáculos para acceder a servicios primarios, como saneamiento y salud.

“La guerra en Irak infligió en cada iraquí una herida profunda que probablemente nunca sanará. Los civiles iraquíes han pagado el precio más alto”, dice a través de un comunicado Ali al-Assaf, Director para Oriente Medio y el norte de África del Center for Civilians in Conflict, organización con sede en Washington.

"Cansados de la guerra, a los iraquíes se les hizo creer erróneamente que la democracia prevalecería después de la invasión liderada por Estados Unidos. En cambio, los iraquíes, agredidos y traumatizados por años de guerra, han visto cómo su país ha sido destrozado por la constante violencia”.

Asegura que la tensión y la inseguridad prevalecen, al tiempo que sigue pendiente la recuperación tras años de una guerra a gran escala que después sumó insurgencias armadas, una guerra civil sectaria y el acecho del terrorismo.

International Crisis Group considera como paso fundamental para la reconstrucción y pacificación de Irak la celebración de elecciones provinciales, ausentes desde 2013. Esta medida promovería la participación política y mejoraría la gobernabilidad y la rendición de cuentas a nivel local.

En cuanto a los actores externos, como la Unión Europea, Estados Unidos y el Reino Unido, deberían fomentar el diálogo con el espectro político y el conjunto de la sociedad civil a fin de promover una revisión constitucional para una auténtica separación de poderes. Atender las fricciones en el Kurdistán y enfrentar la escasez de agua debe igualmente ser prioridad de la comunidad internacional.

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