Bruselas.— Por primera vez desde la propagación global del Covid-19, los europeos tienen previsto pasar un invierno sin tapabocas, pasaporte sanitario, liquido desinfectante y rigurosas reglas de distanciamiento social.
Los comercios podrán operar sin ningún tipo de restricción. Las barreras de acrílico que un día separaron a comensales en restaurantes y a cajeras de los clientes en supermercados, parecen ser cosa del pasado.
A pesar de que las medidas diseñadas para contener la expansión del coronavirus han desaparecido en su totalidad, con excepción del uso de tapabocas en hospitales en el caso de Bélgica, esta época invernal no marcará el retorno a la “normalidad” que se vivió hasta el amanecer de 2020.
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Muchos hogares de la Europa rica corren el riesgo de pobreza alimentaria y energética como resultado de la propagación de la precariedad a raíz de la suma de crisis: pandemia, interrupción de la cadena de suministro global, encarecimiento de los precios de los energéticos, escasez de granos, aceites y fertilizantes y la escalada inflacionaria.
La Comisión Europea prevé que el conjunto de la Unión Europea (UE) entre en recesión técnica entre el cierre del actual ejercicio y el inicio del año entrante, sitúa sus cálculos en -05% y -01%, respectivamente.
“El mayor desafío político que enfrentamos es el encarecimiento del costo de la vida, porque es algo que la gente experimenta directamente (…) aunque todos los retos están interconectados, por lo que no podemos afrontarlos de manera separada”, dice Fabian Zuleeg, jefe ejecutivo del European Policy Centre (EPC), think tank con sede en Bruselas especializado en temas comunitarios. “Debería ser obvio para todos el tener que hacer más a nivel europeo ante todas las crisis en las que nos encontramos, pero la gran paradoja es que no hay el reconocimiento político. Podríamos vernos en la situación de no actuar, a pesar de saber que hay una mejor manera de enfrentar estos desafíos”. El resultado de la inacción, advierte, será más pobreza y mayor inseguridad frente a amenazas como la falta de suministro energético y el comportamiento hostil de Moscú.
Janis Emmanouilidis, director de Estudios del EPC, coincide en que el desafío más inmediato es precisamente el grado de ambición de los países miembros de la Unión para adoptar las acciones requeridas con urgencia para afrontar los problemas. “Estamos sacrificando el grado de ambición intentando mostrar algún tipo de unidad en los asuntos del día a día, pero incluso ahí estamos pasando dificultades, sea el caso de Hungría [por erosión del Estado de derecho], el apoyo a Ucrania o cómo enfrentar el aumento del precio del gas (...) Mientras no seamos capaces de superar nuestras diferencias y no celebremos un debate estratégico, es más probable que nos desunamos. Ese es el gran reto para los 27 Estados miembros”, dijo en un foro convocado por el EPC para analizar la “permacrisis”.
Seguridad en riesgo
La UE ha respondido con firmeza a la valentía del pueblo ucraniano en la defensa de su país ante la invasión rusa. El Instituto de Kiel para la Economía Mundial estima que hasta el pasado 3 de octubre, los países miembros de la UE y las instituciones comunitarias habían movilizado recursos en ayuda humanitaria, financiera y militar por 29 mil millones de euros.
La Comisión Europea tiene previsto un paquete de apoyo adicional de hasta 18 mil millones de euros en 2023, en forma de préstamos y condiciones favorables. Por la guerra, las necesidades financieras de Ucrania a corto plazo son significativas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima el déficit financiero de entre 3 mil y 4 mil millones de euros mensuales a lo largo del año entrante; sin embargo, conforme el conflicto iniciado por Rusia se prolonga, la unidad al interior del bloque es cada vez más endeble. La fractura entre los que piensan que aumentar la ayuda contribuirá a acortar la guerra y los que creen que ocurrirá todo lo contrario, crece.
Los estudiosos aseguran que la manera como se gestionen los retos invernales dependerá, en gran parte, que se mantenga o no la unidad del bloque frente a la ofensiva militar del presidente Vladimir Putin. Los analistas sostienen que la propagación de la pobreza en casa ejercerá presión en los Estados que demandan de una respuesta decisiva a la agresión rusa, mientras que dará municiones a quienes cuestionan la asistencia a Kiev y piensan que el precio que están pagando los hogares europeos es demasiado alto.
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“Se requiere hacer mucho más de la parte de la UE en el ámbito militar, financiero y humanitario, pero al mismo tiempo estamos viendo entre los 27 una creciente división por las consecuencias de la guerra”, explica Emmanouilidis. “Hay una creciente desconfianza al interior de los miembros de la UE, la cual no sólo tiene que ver con la forma como evoluciona el conflicto sobre el terreno, sino por diferencias fundamentales no atendidas y que políticamente dificultan llegar a consensos (...) No solamente tenemos países individuales que obstruyen, sino en general, hay crecientes divisiones entre los 27, por lo que no hay que culpar solamente a Hungría”.
El que el ejército del presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, esté ganando el conflicto iniciado por Putin no está contribuyendo a que los Estados miembros aumenten de manera cuantiosa la ayuda en las áreas solicitadas por el gobierno ucraniano, sino que está ensanchando la grieta entre los dos campos, entre los que dicen que la contraofensiva demuestra que hay que ir más allá, y los que aseguran que el avance ucraniano genera un riesgo adicional, el de la confrontación nuclear.
A estas alturas del conflicto, Zuleeg dice que la balanza se inclina a favor de los que piensan que hay que seguir ayudando a la autodefensa de Kiev, aunque las cosas podrían cambiar. Señala que una Ucrania cada vez más exitosa en el tablero bélico podría conducir a un menor apoyo. Afirma que es más fácil justificar la asistencia para el que tiene pocas probabilidades de ganar, que cuando muestra ser capaz de resistir en el campo de batalla.
Amanda Paul, analista del EPC, asegura que si la UE verdaderamente quiere poner punto final a la guerra y evitar un nuevo choque armado en el futuro, el apoyo no sólo debe mantenerse, sino endurecerse. Subraya que los aliados europeos deben mandar sistemas de defensa antiaérea, refacciones para reparar la infraestructura energética golpeada por misiles rusos y equipo para mantener calientes los hogares ucranianos frente a las heladas.
Sostiene que los ataques indiscriminados y los crímenes de guerra cometidos por Moscú tienen como objetivo doblegar al pueblo ucraniano, “congelándolos y matándolo de hambre”, pero anticipa un efecto contrario: “Se mostrarán más desafiantes que nunca”. Ucrania ha sido exitosa en su contraofensiva, ha liberado más de 50% del territorio ocupado por Rusia desde el inicio de la invasión, incluyendo Khersón, la única capital regional que fue capaz de tomar el ejército de Moscú.
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