Dieciocho millones de hectáreas quemadas, 50 personas fallecidas y casi 3 mil millones de animales afectados fue el saldo de los incendios que asolaron Australia desde junio de 2019 hasta julio de 2020.

“Los hallazgos provisionales son impactantes. Es difícil pensar en otro evento en cualquier parte del mundo que recordemos y que haya matado o desplazado a tantos animales”, lamentó el presidente ejecutivo de World Wild Fund-Australia, Dermot O’Gorman, al hablar sobre los resultados de estudios realizados por las universidades del país: “Esto se ubica como uno de los peores desastres de vida silvestre en la historia moderna”.

Mamíferos, reptiles, aves y anfibios murieron por el fuego o por la pérdida de su hábitat.

Entre las imágenes más impactantes este año destacan las de personas intentando ayudar a koalas quemados por las llamas. Sin embargo, al menos 5 mil de ellos no lo lograron, de acuerdo con un reporte presentado al Parlamento en junio y que advertía que, si no se emprenden acciones ya, los koalas se habrán extinguido en el estado de Nueva Gales del Sur para el año 2050.

Más de 24% del hábitat de los koalas se vio arrasado por los incendios 2019-2020.

El año comenzó mal, con decenas de personas atrapadas en las playas debido a los incendios en el sureste del país y así continuó. Más de 15 mil siniestros fueron reportados.

En enero se hablaba de mil millones de animales muertos en Nueva Gales del Sur y Victoria. Unos meses después, la cifra se había triplicado.

En febrero, el gobierno australiano había identificado 113 especies que necesitaban ayuda urgente tras los siniestros. Prometió 35 millones de dólares para la recuperación de la vida salvaje y los hábitats, pero para los expertos, esa cantidad es insuficiente.

Lo que se necesita, advierten, es fortalecer las leyes de conservación. O’Gorman advirtió que debido al cambio climático, los incendios serán más y más frecuentes. Un reporte presentado en agosto sobre los siniestros en Nueva Gales del Sur señaló que los puntos rojos de 2019-2020 fueron “extremos y extremadamente inusuales”, y advirtió que habría que esperar más temporadas así, o incluso peores.

El cambio climático, aseguró, “claramente jugó un papel en las condiciones que derivaron en los incendios y en las condiciones que permitieron que el fuego se extendiera, aunque no explica todo lo que ocurrió”.

Otro informe, del World Weather Atribution (WWA, por sus siglas en inglés), divulgado en abril, alertaba de que las probabilidades de sufrir un clima extremo como el que favoreció la expansión de los incendios se han incrementado más de 30% desde 1900.

Los siniestros en este país, indicó, han quemado más del doble de tierras que los de la Amazonia y California juntos.

Lo cierto es que no fueron sólo los incendios los extremos este año. Entre enero y febrero, Australia registró las tormentas más intensas en tres décadas. Aunque las lluvias ayudaron con los incendios, causaron otros estragos.

A ello se sumaron tormentas de arena que algunos medios calificaron de apocalípticas, y de granizo enorme.

“Hubo condiciones sin precedentes aunadas a la sequía. El clima está cambiando y tenemos que aceptarlo y considerar que parte de la ferocidad que vimos fue una combinación de esos factores”, señaló Gladys Berejiklian, primera ministra de Nueva Gales del Sur en el reporte con las recomendaciones sobre cómo actuar para combatir los fenómenos naturales en el país.

El análisis del WWA fue bastante claro: si los gobiernos, no sólo de Australia, sino del mundo, no logran mantener el calentamiento global por abajo de los 2 grados Celsius, en los próximos años veremos condiciones climáticas como las que favorecieron los incendios australianos y será cuatro veces más probable. Sin embargo, todo indica que el planeta no logrará esa meta, por lo que más incendios y más intensos que los que se vivieron este año en Australia se volverán comunes.

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