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Madrid
En 2020 el mundo seguirá desorientado por la falta de referentes sólidos, sobre todo a nivel institucional; se mostrará desincronizado, porque avanzará a ritmos muy distintos, y será más desigual dentro de cada una de las sociedades y también entre países.
En ciertas regiones se producirá un empoderamiento de las fuerzas de seguridad y se reforzará la tendencia a la militarización, especialmente en algunos países latinoamericanos y del mundo árabe.
Así lo anticipan investigadores del Centre for International Affairs (Cidob) y EsadeGeo, en su informe sobre las tendencias planetarias para el año que recién comienza.
Las instituciones están fallando o son cuestionadas, porque a menudo se muestran incapaces de canalizar las frustraciones de amplias capas de la población, aliviar sus miedos o apuntalar sus esperanzas, lo que afianzará la desorientación social, aseguran los expertos antes de analizar los diferentes tipos de desigualdades que despuntarán o seguirán vigentes en 2020 a escala planetaria.
“Hablamos de la desigualdad entre países y, sobre todo, dentro de cada una de las sociedades, entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco; de la desigualdad de género, ámbito en que los niveles de concienciación y movilización son cada vez mayores (...) La desigualdad es también territorial, bien sea dentro de una misma ciudad o entre aquellas zonas de un país bien conectadas y las que han quedado en el olvido. La quinta desigualdad es la generacional, no sólo material sino también de expectativas”, indica el informe.
Estas desigualdades, junto a la aceleración de los cambios tecnológicos configuran una desincronización global y social que impondrá al planeta ritmos muy distintos, en pleno cuestionamiento del multilateralismo y la progresiva politización del clima.
Entre los elementos comunes, existen procesos de emulación y aprendizaje que se intensificarán en 2020. Muchos países también compartirán la frustración y la rabia, así como la incapacidad de las instituciones, democráticas o no, de canalizar estos sentimientos o incluso de valorarlos en su justa medida, antes de tomar decisiones que desaten la protesta social. “Ahí no sólo están fallando las instituciones gubernamentales, sino también las fuerzas de oposición política en lo que es un claro problema de representatividad”.
Los autores del documento aseguran que el estallido de la conflictividad política y social hará que aquellos Estados que se sientan más fuertes pongan en marcha mecanismos de acomodación e intenten aprovechar el factor cansancio de los propios manifestantes y de la sociedad en su conjunto. En cambio, si los Estados se sienten débiles, y existe una fuerte fragmentación social, aumentará el riesgo de violencia.
“En materia represiva también se producen procesos de aprendizaje y veremos un empoderamiento de las fuerzas de seguridad, actuando de un modo cada vez más desacomplejado. Esto reforzará las tendencias de militarización y securitización preexistentes, especialmente en algunos países latinoamericanos y del mundo árabe”, acota el estudio de Cidob, luego de subrayar que en 2020 seguirán tomando fuerza otras movilizaciones de naturaleza transnacional, las cuales se articulan en torno al feminismo y la emergencia climática.
En el escenario tecnológico, los expertos pronostican un afianzamiento del “capitalismo de vigilancia” como modelo de negocio de extracción, comercialización y predicción a partir de datos y conductas privadas, por lo que uno de los grandes retos del año será el empoderamiento digital para que los ciudadanos estén en condiciones de recuperar el control de la información que han generado.