A los pocos minutos de despegar del aeropuerto de Ciudad de México, donde habían asistido a la jura de la presidenta Claudia Sheinbaum, el avión presidencial que transportaba a Luiz Inacio Lula da Silva; su esposa, Rosângela da Silva (Janja), así como ministros y senadores, mostró los primeros síntomas de que algo no iba bien. Era posible sentir que el piso de la aeronave temblaba por las turbulencias mientras ascendía, y los pasajeros de la parte trasera notaron que salía humo de una de las turbinas.
Antes incluso de que pudiera desabrocharse el cinturón de seguridad, Lula saltó de su asiento. Corrió a la parte delantera del avión para comprobar lo que ocurría. Cuando se enteró del problema, ordenó el regreso al aeropuerto mexicano. Pero los pilotos le dijeron que el avión estaba “lleno de combustible” y que tendrían que gastarlo, porque no podían aterrizar con todo ese peso en la aeronave.
En medio de los primeros momentos de tensión, llegó la sugerencia de volar a Panamá para “gastar el combustible”. Ese avión no permitía tirar el combustible, que es cuando gran parte del mismo se desecha en el aire. El consejo de Janja fue que se quedaran allí, en una zona segura, cerca de la pista del aeropuerto internacional Felipe Ángeles. Y así lo hicieron. Dieron 50 vueltas para gastar el combustible.
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Los periodistas que seguían el trayecto del avión se dieron cuenta de que la aeronave giraba en círculos. Lula pidió que nadie hablara con la prensa en ese momento. La información desde el aire todavía era imprecisa. Los pilotos discutían y sugerían diferentes cosas. La situación ponía nervioso a Lula. Cuando tomó el teléfono presidencial, el mandatario explotó. El auricular no funcionaba.
“Incluso el teléfono de la Sucatinha [el viejo avión presidencial de Lula] funcionaba”, dijo.
Un indignado Lula maldijo varias veces con sus malas palabras habituales. Afirmó que era la cuarta vez que el mismo avión tenía un problema. Estaba incrédulo porque ese mismo avión acababa de volver de mantenimiento, donde había estado 90 días. La misma aeronave que, según sus palabras, lo dejó “tirado en el aire” durante cinco horas en Ciudad de México.
Incluso en medio de la tensa atmósfera, el hambre hizo acto de presencia y se sirvió el almuerzo. Se hicieron bromas para intentar rebajar la tensión. Lula preguntó por las suplentes de las senadoras presentes. Teresa Leitão y Soraya Thronicke estaban en el avión. También estaban los ministros Mauro Vieira (Relaciones Exteriores) y Cida Gonçalves (Mujeres); el director de la Policía Federal, Andrei Passos, y Gabriel Galípolo, nombrado para el Banco Central.
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Sin embargo, los pilotos no tardaron en devolver la tensión al aire al informar que, aunque habían volado durante dos horas, necesitarían otras dos para gastar otros 7 mil litros de combustible. Allí, ante esa situación, Lula tomó una decisión drástica en la que necesitará al Congreso: quiere comprar nuevos aviones. Mostró su indignación por estar “varado” en el aire, por la intermitencia de internet y la falta de teléfono.
Un irritado Lula cuestionó la ausencia de “una checklist” antes del vuelo para ver qué funcionaba en el avión. La televisión no andaba e internet fluctuaba. El teléfono no funcionaba. Pero el punto álgido de su irritación llegó al cambiar de avión.
El avión aterrizó sin inconvenientes a las 22.16 (hora local). Según el sitio de radares aéreos Flight Aware, el avión, un Airbus A319CJ, voló en un patrón circular durante cinco horas antes de aterrizar.
En el segundo vuelo, Lula descubrió que, efectivamente, ese avión no tendría internet en las próximas horas, y que estaría sin comunicación con el Palacio de Planalto. Janja preguntó la razón de la falta de internet. El veredicto no tardó en llegar: reducción de costos. Lula volvió a quejarse. “En cualquier avión de porquería se puede hablar [por teléfono], yo no tengo satélite en esta mierda. No podemos pasar por esto”.
El segundo avión salió de Ciudad de México y aterrizó en Brasilia a las 10:12 (hora local) del miércoles, mucho después de las diez horas previstas para un vuelo ejecutivo de este tipo. La Fuerza Aérea Brasileña (FAB) sólo informó de que el avión había tenido “un problema técnico”, sin detallarlo.
El teniente brigadier Marcelo Kanitz, comandante de la FAB, explicó que por seguridad los pilotos tuvieron que consumir “el combustible necesario” antes de volver a tierra para “cambiar de aeronave y regresar a Brasilia”.
Durante su estadía en México, además de asistir a la ceremonia de investidura de Sheinbaum, Lula sostuvo una reunión bilateral con la nueva presidenta y participó en un foro con empresarios brasileños y mexicanos.
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