En los cinco países de más poblados de, incluido México, suman 600 mil huéfanos por el Covid, calcula la Cepal. En EU, de acuerdo con expertos, la cifra supera los 175 mil.


Impacto enorme en  AL: 600 mil perjudicados

San José. – Ni la muerte separó a los costarricenses Belfort Elizanías Leiva Elizondo y Xinia María Quirós Bonilla desde que se casaron el 24 de noviembre de 1990 en el municipio de Pérez Zeledón, en el sur de Costa Rica. Con unas horas de diferencia y tras 10 días de estar enfermos, Belfort, de 55 años, y Xinia, de 51, murieron de coronavirus la misma fecha— el 12 de octubre de 2021— y dejaron cuatro hijos: Angeline María, de 30, Marlen María, de 25, Belfort Emanuel, de 21, y Adriel Damián, de 9.

“Vivíamos muy felices. Nadie se espera eso. Fue algo muy rápido. Éramos muy apegados, porque pasábamos mucho tiempo juntos. Éramos muy unidos como familia”, dijo Marlen.

Los varones vivían con sus padres, mientras que Angeline y Marlen viven con sus respectivas parejas sentimentales y todos en un mismo barrio con el resto de sus parientes en la sureña localidad de San Isidro de El General, capital de Pérez Zeledón.

“Mi papá y mi mamá nos pasaban yendo a visitar. En eso vivíamos. Era muy lindo. Las fechas de Navidad y fin y principio de año fueron muy difíciles. Uno desea como que pasen de un día para otro. Fue muy duro. En los años anteriores algo nos inventábamos para pasar juntos en esos días. En esta vez pasamos muy mal. Tristes”, narró Marlen a EL UNIVERSAL.

“Todos los días íbamos a la casa de mis papás a contarles lo que hacíamos. A veces ando pensando que voy a ir a donde mi mamá o la voy a llamar para contarle algo, pero después me acuerdo de que ella no está”, relató esta joven madre de Keilet, de 5.

“Mis dos hermanos ahora viven conmigo. Planeamos pasarnos a vivir a la casa de mis padres”, informó, al confirmar que está pendiente de la educación de los dos.

La dramática historia de los hermanos Leiva Quirós es sólo uno de los centenares de miles de dolorosos episodios de huérfanos por efecto del Covid—19 que estremecieron a América Latina y el Caribe desde que, el 25 de febrero de 2020 en Brasil, se registró el primer caso de la enfermedad.

El término “covid—orfandad” todavía no existe en los países latinoamericanos y caribeños. Sin embargo, los informes preliminares y parciales difundidos en diciembre de 2021 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) aseguraron que unos 600 mil menores de 18 años quedaron huérfanos de padre o madre en México, Brasil , Argentina, Colombia y Perú por decesos ocasionados por el coronavirus.

Los datos no incluyeron los registros de las restantes 28 naciones del área. La Cepal, que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU), reveló que, de marzo de 2020 a abril de 2021, un mínimo de 141 mil 132 menores de 18 perdió en México a la persona que actuaba como cuidador primario—ya sean sus progenitores o abuelos con custodia—y que al menos 131 mil 325 jóvenes quedaron sin padre o madre por muertes relacionadas con la pandemia.

La crisis en México sería peor que la de Perú. En un informe que reveló el 6 de este mes, la ministra peruana de la Mujer, Anahí Durand, aseguró que unos 98 mil menores de ese país “perdieron a su padre, madre o cuidador” en la emergencia sanitaria.

Pese a que Durand insistió en que “tenemos el triste récord de ser el país del mundo (con) mayor cantidad de niños que han perdido un padre, una madre”, los recuentos de la Cepal anticiparon desde diciembre de 2021 que México superó a Perú.

La cifra de 600 mil menores de 18 en la orfandad en Brasil, México, Colombia, Argentina y Perú—que en su orden son los cinco más poblados de América Latina y el Caribe con 474 millones de los 650 millones de habitantes de los 33 países—no aportó un desglose de cada nación. No obstante, el número evidenció la magnitud de un fenómeno que involucra líos humanitarios de impacto sanitario, mental, educativo, cultural, laboral y socioeconómicos.

The Lancet, una prestigiosa e influyente revista médica de Reino Unido, calculó que por cada dos decesos por Covid—19 … queda un huérfano. Recuentos oficiales mostraron que México llegó el viernes anterior al mediodía a 304 mil 803 fallecidos, por lo que la estimación de la revista determinaría que, si a abril de 2021 hubo de 131 mil a 141 mil menores de 18 que perdieron a sus cuidadores, ahora habría unos 151 mil.

Los cinco países citados por Cepal contabilizaron, con montos oficiales al viernes pasado, un millón 388 mil 777 muertos, por lo que a ese día habría unos 694 mil huérfanos bajo el rango de The Lancet y aproximado a los 600 mil que mencionó la Comisión a diciembre de 2021. Los 33 países latinoamericanos y caribeños sumaron el viernes pasado un total de un millón 583 mil víctimas mortales del virus, según registros oficiales.

Estrés

La Cepal puntualizó que está demostrado que “niñas y niños sufren estrés más agudo si son separados de uno o ambos progenitores. Y ya el pronóstico es más complejo frente a la pérdida de cuidadores primarios y secundarios”.

“El impacto es enorme”, adujo, por su parte, el salubrista público y microbiólogo costarricense Darner Mora, director del (estatal) Laboratorio Nacional de Aguas de Costa Rica.

“Aparte de quedar huérfano, sin padre, madre o abuelos que en América Latina son muy importantes como cuidadores, se afecta la estabilidad mental y el desarrollo socioeconómico de la persona, que no podrá graduarse a tiempo sin que alguien lo esté vigilando e impulsando a estudiar”, explicó Mora a este diario.

“Estamos en ‘sindemia’: sinergia entre situación socioeconómica, coronavirus, enfermedades crónicas como diabetes, obesidad, insuficiencia renal crónica y cardiovasculares. El 60% de muertos son personas con enfermedades crónicas que se dan más en personas mayores, que son los abuelos y los padres y que son los cuidadores”, describió.

Al aclarar que la orfandad en una familia con dinero es diferente, “porque siempre surge un sustituto”, mientras en una pobre “es muy difícil”, Mora alertó del embarazo adolescente. “Si teniendo padre y madre aparecen gran número de muchachas embarazadas, imaginémonos lo que ocurre sin padre y madre”, advirtió.

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El costo oculto en EU: 175 mil, sin cuidadores

Washington.- Charles Nelson, profesor de pediatría de Harvard, insistía hace poco en un reportaje en Vanity Fair: “Desde marzo de 2020 estamos obsesionados con la gente que se está poniendo enferma y muriendo, pero el coste oculto de la pandemia al que nadie está haciendo caso ni nadie está pensando es el elevado número de niños que han perdido a sus padres, a sus abuelos, o a sus principales cuidadores”.

Las muertes por Covid, la enorme mayoría adultos, dejan en invisible las consecuencias posteriores de ese deceso en su entorno. Entre los más afectados están los menores, que pierden no sólo un referente familiar, sino que además se ven afectados por la desaparición en muchas ocasiones de la estabilidad económica de su hogar. Y, con eso, su futuro queda muchas veces en el aire.

Los estudios sobre el fenómeno en Estados Unidos son prácticamente inexistentes. Hasta principios de diciembre de 2021 no se publicó el primer gran reporte sobre el tema en la revista ‘Pediatrics’: “ Orfandad y muerte de cuidadores asociados al Covid-19 en Estados Unidos”, en parte financiado por el gobierno de Estados Unidos. Nelson es uno de sus autores, que llegó a una cifra alarmante de casos: entre el 1 de abril de 2020 y el 30 de junio de 2021, se calcula que hay al menos 140 mil niños huérfanos por culpa del Covid, que han perdido un padre o un abuelo que era el principal proveedor en su hogar.

Ese mismo mes se publicó otro estudio parecido, coordinado por la agrupación COVID Collaborative, que elevaba la cifra a más de 167 mil: uno de cada 450 niños; los más afectados, los menores en la franja entre los 5 y los 13 años.

Según Nelson, la cifra, a día de hoy, podría superar los 175 mil.

La UNICEF define la orfandad como la muerte de uno o ambos padres. La definición incluye a los niños que pierden a solo uno de los padres porque en general tienen mayores riesgos de problemas de salud mental, abuso, vivienda inestable y pobreza en el hogar. En un país donde el 23% de los niños viven en hogares monoparentales el desafío se agudiza, ya que el trauma puede ser más elevado. La situación de la pandemia, con limitaciones al desplazamiento, interacción y acceso a servicios, no hace otra cosa que elevar el riesgo.

“(La muerte de un adulto por Covid) Puede llevar a pérdida de ingresos (en el hogar), puede llevar a escasez de alimentos, los niños pueden perder su hogar. Pueden terminar viviendo en casa de un familiar que no conocen, pueden terminar en albergues de acogida. Puede tener impacto en el colegio, los niños pueden sufrir abuso en la escuela… Todo eso, en algún momento, puede resurgir y hacer que la pérdida de un progenitor sea mucho peor”, relataba Nelson en una entrevista a Kaiser Health News y la cadena pública PBS.

Los resultados de los estudios “ilustran que la orfandad es una tragedia secundaria escondida y continuada causada por la pandemia del Covid, y enfatiza que identificar y cuidar a estos niños a través de su desarrollo es una parte urgente y necesaria de al respuesta a la pandemia”, exhortan desde el estudio de la revista ‘Pediatrics’. Algo que no se debe centrar sólo durante la pandemia, sino especialmente en la etapa pospandemia.

Nelson, el experto de Harvard, apunta que se ha demostrado que “estos eventos estresantes pueden incrustarse biológicamente. Así que la salud física (de los niños) puede también sufrir a largo plazo”; por no hablar de temas como el duelo sin resolver correctamente, que puede llevar a alguna forma de depresión permanente.

Las vidas de los menores, no obstante, se ven afectadas de manera inmediata. La muerte de un padre, madre, o abuelo que fuera su principal fuente de ingresos en casa está íntimamente ligado con problemas de salud mental, menor escolarización, baja autoestima, escasez de alimentación, mala conducta, e incremento del riesgo de abuso de drogas, suicidio, violencia, abuso sexual o explotación.

“La muerte de una figura paterna es una pérdida enorme que puede cambiar la vida de un niño. Debemos trabajar para garantizar que todos los niños tengan acceso a intervenciones de prevención basadas en evidencia que puedan ayudarlos a superar este trauma, para apoyar su futura salud mental y bienestar”, comentaba la actual directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA), Nora D. Volkow. “Al mismo tiempo, debemos abordar las muchas desigualdades y disparidades de salud subyacentes que ponen a las personas de color en mayor riesgo de contraer Covid-19 y morir a causa de Covid-19, lo que pone a los niños de color en mayor riesgo de perder a un padre o madre, cuidador y los efectos adversos relacionados en su desarrollo”, añadía.

El comentario final de Volkow no es ninguna sorpresa para aquellos que hayan seguido los efectos del Covid y las enormes diferencias de su afectación en función de la demografía, principalmente raza y clase social. En épocas de contagios pico los denominados trabajadores esenciales, aquellos que debían estar presentes en su puesto de trabajo y que a su vez son salarios bajos, están ocupados por minorías raciales.

No es sorprendente, por tanto, que las tasas de orfandad por Covid sean desproporcionadamente elevadas entre niños no-blancos. Si sólo uno de cada 753 menores blancos perdió una figura paterna, la proporción se eleva a uno de cada 612 entre los asiáticos, uno cada 412 entre los latinos, uno de cada 310 entre afroestadounidenses, y uno entre 168 de pueblos indioestadounidenses.

A pesar de todo eso, no hay un esfuerzo o programa concreto para ayudar a estos casos, ni tan siquiera para identificarlos. EL UNIVERSAL trató de ponerse en contacto con la secretaría de Salud y su agencia para familias y niños, sin obtener respuesta a preguntas sobre datos oficiales, cuál es la situación de los huérfanos por Covid, o las acciones que el gobierno estaría implementando para proteger a estos menores.

Todo queda en manos de organizaciones sin ánimo de lucro que no tienen los recursos necesarios para poder abarcar todo el trabajo que quisiera. Un ejemplo es el Kate Club, en Atlanta, que reúne a familiares para hacer terapia sobre el duelo.

La carga que supone, sin ayudas específicas del gobierno, es para muchas familias demasiada. Muchas familias han tenido que empezar campañas de micromecenazgo por internet, en páginas como GoFundMe o similares, para conseguir a través de la donación de vecinos y otros ciudadanos el dinero necesario para hacer frente a los costes de los menores que han tenido que asumir a su cargo.

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