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San José.— Instalado en un famoso rincón esquinero en las inmediaciones de fortalezas y palacios que son los símbolos claves de los sensibles poderes militares, políticos, económicos y religiosos en el corazón de la Ciudad de Guatemala, el Hotel Pan American fue durante 100 años un testigo privilegiado y una precisa bitácora de la convulsa historia guatemalteca… hasta que llegó el coronavirus.
La línea de tiempo del inmueble es una crónica de Guatemala: subsistió a 13 golpes de Estado, de 1920 a 2020; una invasión armada de Estados Unidos, en 1954; una Guerra Civil, de 1960 a 1996; un régimen dictatorial castrense, de 1954 a 1986; un terremoto, en 1976, y a fraudes electorales, represión social, mortales protestas callejeras y caídas de gobiernos, con tres visitas papales, en 1983, 1996 y 2002.
El hotel nació en 1920 en el Centro Histórico como Amado y fue rebautizado en 1942 como Pan American, por la presencia mayoritaria en sus salas y aposentos de huéspedes de las tripulaciones de la aerolínea de Estados Unidos de ese nombre que operó de 1927 a 1991.
De manera inesperada, su presencia centenaria finalizó el 13 de mayo. “Hoy, ante la crisis global derivada de la pandemia de Covid-19, nos vemos obligados a tomar la difícil decisión de cesar nuestras operaciones por tiempo indefinido”, anunció el hotel.
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Tras recordar que fue “ícono” de hospitalidad y gastronomía y que “nuestra gran familia recibió con los brazos abiertos a todo aquel que nos visitó”, se despidió con un “hasta pronto”.
“Sabemos que pronto nos volveremos a encontrar, para recibirlos con una sonrisa y con los brazos abiertos. Tenemos la esperanza que esta situación sea temporal”, indicó.
Con sus raíces en la fundación, el 2 de enero de 1776, de la Nueva Guatemala de la Asunción como capital en El Valle de la Ermita, el Centro emergió como sector estratégico y alrededor de la Plaza de la Constitución.
En su ala norte está el Palacio Nacional de la Cultura, que por décadas albergó al poder presidencial, y en la este se encuentran la Catedral Metropolitana y el Palacio Arzobispal, en un área cercana a posiciones militares.
A una cuadra al sur está el Pan American, diseñado bajo la arquitectura barroca y neoclásica que caracteriza a la zona. El hotel abrió cuando el centro de las capitales latinoamericanas floreció por su apacibilidad, sin la aglomeración vehicular ni la violencia que las azota en el siglo XXI, y como sitios cruciales de control político, militar, religioso y empresarial.
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Desde sus habitaciones se escucharon los balazos por la represión política a protestas en la Plaza o por las frecuentes asonadas e intrigas palaciegas de los últimos 100 años.
En sus salones acogió a presidentes, ministros, diplomáticos y visitantes de todo tipo que saborearon su enchilada y su cocido, se movilizaron entre sus tres pisos en un elevador manual montado en 1940 o usaron una afamada colección de teléfonos de hace 80 años.
Pero la parálisis económica con cuarentena por el virus le llevó al precipicio: cero clientes.