Madrid.— La readaptación social tras un año de inestabilidad y ais- lamiento no será un proceso fácil para muchas personas, por lo que los expertos recomiendan que las decisiones que se adopten a nivel personal sirvan, sobre todo, para moldear una nueva forma de vida cuando la pandemia haya retrocedido.
“La readaptación tiene que ser progresiva, consensuada, reflexionada y verbalizada, dependiendo de las circunstancias y características sicológicas y emocionales que haya vivido cada familia. Pretender volver de manera instantánea a la realidad que teníamos antes supondría un shock a todos los niveles y para todos los perfiles”, señala a EL UNIVERSAL Mercedes Bermejo, sicóloga sanitaria y coordinadora del área clínica del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COPM).
“Si rompemos de golpe el ais- lamiento, también corremos el riesgo de sufrir una saturación social, una sobredosis de relaciones sociales para querer compensar todo aquello que no hemos tenido durante el último año y eso puede traer muchos problemas a nivel de salud mental”, agrega la experta.
“Toda esta crisis hay que experimentarla como una oportunidad para plantearnos qué tipo de vida queremos llevar a partir de ahora. Por supuesto, desde la capacidad de elección, decidir qué cosas quiero hacer. Si nos dejamos guiar por el impulso de querer volver a cómo estábamos antes, puede haber muchas secuelas emocionales y sicológicas”, dice.
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Uno de los primeros obstáculos para la readaptación son los duelos no elaborados, las pérdidas que se han producido a distintos niveles durante la emergencia sanitaria, junto a las muchas dificultades enfrentadas. No obstante, los especialistas coinciden en que la pandemia también ha permitido aprender a vivir más en los núcleos familiares y a ser más operativos, por lo que hay que plantearse qué es lo que realmente interesa conservar.
“Hemos estado sometidos a una cronicidad e incertidumbre durante mucho tiempo y es importante también hacer un trabajo de autoconciencia, ver qué necesidades tenemos y que nos demos un tiempo para asimilarlo. Hemos estado en modo supervivencia y ahora hay que mirar para dentro y a nuestros núcleos familiares para atender la parte sicológica que hasta ahora se ha ido postergando”, indica.
Esta crisis ha sido una de sesgo, según los expertos, sujeta a las condiciones socioeconómicas, laborales, familiares y circunstanciales de cada persona. No afecta a todos por igual y la recuperación, por tanto, no va a ser la misma para todos.
En este contexto, los grupos más vulnerables, como los que están en riesgo de exclusión social, viven situaciones precarias a nivel socioeconómico, laboral o familiar, o las mujeres que tantas veces están en situación de desventaja, tendrán más dificultades para readaptarse. Igualmente se producirá un deterioro en aquellas personas que tenían problemas de salud mental previos.
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La crisis provocada por la pandemia hay que observarla en cualquier caso como una oportunidad inédita para el desarrollo personal y colectivo.
“Ha habido una crisis histórica, pero también es una oportunidad para resetear y empezar desde cero. Se abre una oportunidad de cambiar aquello que no nos gustaba de la vieja normalidad y ver cómo queremos plantearnos la vida y como queremos relacionarnos con los demás, acorde a nuestras necesidades, valores y deseos, y no por instinto o por inercia”, recalca la integrante del COPM.
Hay cosas que al menos temporalmente se van a seguir manteniendo desde hábitos adquiridos y desde la prudencia y el temor, lo que va a hacer que las relaciones sociales estén algo ralentizadas durante un tiempo.
La sicóloga se muestra optimista respecto al futuro, aunque abunda en las precauciones que hay que tomar.
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“Al igual que hemos aprendido a adaptarnos durante la pandemia, podemos reaprender a funcionar de una manera distinta, con la que nos sintamos más cómodos, pero todo ello forma parte de un proceso donde es importante que no esté presente la autoexigencia. Venimos de una fatiga pandémica, estrés e incertidumbre cronificada, que van a hacer difícil que volvamos a estar bien a corto plazo. Lo lograremos, pero entre otras cosas se requiere un espacio temporal, autocuidado, respeto y paciencia por parte de todos para llevar un tipo de vida más saludable en todos los sentidos”, concluye.
La lista de trastornos ocasionados por la pandemia incluye la ansiedad, el estrés, el insomnio o la depresión, que sobrevienen por la privación de libertad y las implicaciones del confinamiento, así como por la dificultad para gestionar los duelos en familias que han perdido a sus seres queridos sin poder despedirse de ellos, según valoran los especialistas.
El llamado síndrome de la cabaña, que afecta a las personas que desarrollan miedo a salir de casa por temor al contagio, la hipocondría y los pensamientos negativos u obsesivos también son algunas de las alteraciones detectadas en las personas más vulnerables, junto al agravamiento de ciertas sicopatologías previas. Por todo ello, la readaptación a la nueva normalidad exige más de una bitácora.
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Hacer balance, cultivar las actitudes prosociales, ganar en flexibilidad para evitar frustraciones innecesarias, revisar las prioridades, ser realista, gestionar recursos y capacidades que han funcionado con antelación y apostar por las metas alcanzables en lo cotidiano, son algunas de las recomendaciones en las que coinciden los expertos para evitar los aterrizajes forzosos en la nueva normalidad y facilitar el proceso de readaptación, luego de un año repleto de privaciones.
En definitiva, toca ser especialmente amables y pacientes con nosotros mismos y con los demás, pero también con los tiempos que se avecinan.