Washington
Hubiera sido normal esperar que ante el reto global de la pandemia de coronavirus, la respuesta mundial hubiera sido igualmente global; que la comunidad internacional hubiera generado un movimiento cooperativo para paliar uno de los desafíos más importantes que ha enfrentado el planeta en su conjunto, compartir experiencias y buenas prácticas, colaborar en la búsqueda de remedios, tratamientos, así como soluciones.
Sin embargo, la aparición del Covid-19 y sus efectos devastadores ha servido para contagiarlo todo de una certeza: la convicción de que el multilateralismo está en horas bajas y, una vez que se supere la crisis, la nueva realidad internacional no será ni podrá ser como era antes.
“El multilateralismo es generalmente débil”, apuntó a este diario Kelly-Kate Pease, profesora de Relaciones Internacionales de la Webster University, es un sistema internacional que sólo tiene picos de fortalecimiento en periodos de consensos globales.
De acuerdo con los expertos, la falla de éste era algo previsible, se veía venir, y lo que ha hecho el coronavirus ha sido acelerarlo, evidenciarlo todavía más.
“El Covid-19 simplemente ha acelerado la desglobalización que llevaba ocurriendo desde hace un tiempo”, comentó Pease. Coincide Anthony Dworkin, experto del European Council on Foreign Relations (ECFR), quien explicó a EL UNIVERSAL: “La pandemia apresuró la tendencia existente en la que China y Estados Unidos usan las instituciones internacionales como foro para maniobrar en su ventaja contra el otro. [La afección] es una prueba de fuego que acentuará las debilidades del sistema”.
Hace tiempo que el modelo multilateral y de organismos parece caduco, aséptico, inmóvil. Como indicó Dworkin, en el problema profundo está la “politización y conversión de las instituciones internacionales en un arma”, que los Estados usan para “competir contra el otro en lugar de cooperar”. Es una tendencia que se ha profundizado y evidenciado desde hace tiempo, y que el Covid-19 ha desvelado de forma definitiva.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por su parte, se ha visto paralizado por el poder de veto de Beijing y Washington, incapaces de acordar una resolución para conseguir un alto el fuego en las zonas de conflicto durante la pandemia.
Sería fácil culpar al unilateralismo y aislacionismo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su America First como bandera de la deriva mundial.
“El terco unilateralismo [del gobernante] es ciertamente una parte importante de la historia, pero si la materia bruta, la existencia de una coalición y la perspectiva de un fin claro de la crisis estuvieran disponibles incluso [él] hubiera optado por una respuesta más colectiva, especialmente cuando su reelección se agarra de su gestión de la pandemia”, aseguraban los internacionalistas John Ikenberry y Charles Kupchan en un artículo publicado a finales de mayo en The Washington Post.
Sin embargo, no es algo nuevo. Si bien es cierto que, con Trump al mando, Estados Unidos no está liderando —y de hecho está dispuesto a “destrozar las instituciones globales para consentir a su base”, como apunta Pease—, gobiernos anteriores ya criticaban a las organizaciones internacionales que iban en contra de sus intereses.
El multilateralismo, que desde hace tiempo presentaba síntomas evidentes de debilidad, ya no cabe duda ahora que está en una fase crítica; la tendencia no es nueva, sólo se ha agudizado. Como mencionó Pease, es una situación que se lleva arrastrando desde hace al menos una década: la primera gran demostración de la debilidad del sistema se dio al menos desde la crisis financiera de 2008, cuando el mundo vio que tenía bajas reservas de visión y liderazgo.
No hay mucha esperanza de que el planeta gravite hacia una recuperación de la normalidad que existía anteriormente: “Sin duda, el mundo parece que se dirige hacia una creciente división y una autodependencia nacional”, resolvían Ikenberry y Kupchan.
Esa desafección hacia la cooperación global lleva intrínsecamente consigo un repunte de las ideologías más populistas y ais-lacionistas. “La pandemia fortalecerá el Estado y reforzará el nacionalismo”, apuntaba Stephen Walt, experto internacionalista de Harvard, en un artículo en Foreign Policy.
El análisis de Pease se ha virado de una ideología basada en las teorías neoliberales hacia otras de carácter populista, tanto de izquierda como, principalmente, de derechas, que llegaron y apelaron a gente por todo el mundo, consiguiendo asentarse cada vez más. Walt añadió: “Veremos más retracción de la hiperglobalización, a medida que los ciudadanos busquen a sus gobiernos para protegerlos y los Estados y empresas busquen reducir futuras vulnerabilidades”.
Dworkin, por su parte, señaló que el aumento de las posiciones nacionalistas llevará a acentuar las tensiones internacionales, haciendo más fútil cualquier intento de resolución mediadora en organismos multilaterales, por la misma esencia de la poca credibilidad y confianza en el sistema.
El futuro, de acuerdo con la experta, dependerá de qué facción ideológica triunfe: la tendencia de gobiernos fascistas “más deseosos de cooperar entre ellos para potenciar sus valores y su visión del mundo”, o aquellos que apuesten por un mundo en el que “el liberalismo haga honor a su promesa y encontremos una visión diferente de la relación entre lo que los gobiernos y los mercados deban hacer”.
La especialista no es muy optimista, reconociendo su preocupación por un “multilateralismo basado en un populismo de ala derecha”, un surgimiento ideológico de carácter global, por lo que ve más factible una nueva composición global basada en bloques regionales unidos por la ideología de los gobiernos de turno.
“El coronavirus debería servir como un toque de atención urgente para una nueva era de colaboración internacional”, reflexionaban Ikenberry y Kupchan. Para Dworkin, eso significa que, a largo plazo, “habrá un movimiento de reforma y fortalecimiento del sistema multilateral a medida que la pandemia revele la importancia de la cooperación”, aunque apunta que “la gran pregunta es si un esfuerzo de este tipo puede conseguir resultados”.
Pease dijo que el sistema multilateral que resulte de esta crisis pandémica tomará la forma que desee y consiga imponer el gobierno o país que decida dar un paso adelante y liderar. “Parece que pocos quieran o sean capaces”, lamentó la experta, recordando que en el mundo actual, la visión de naciones como China o Rusia tienen el mismo atractivo y puede conseguir los mismos adeptos que el neoliberalismo.
Jean-Marie Guéhenno, exdiplomático francés y exsubsecretario para Operaciones de Paz de las Naciones Unidas (2000-2008), escribió recientemente una columna en la que argumentó: “[El futuro del sistema multilateral post-Covid] dependerá de la configuración geopolítica que salga de la crisis y el rol que hayan desarrollado las organizaciones internacionales durante ésta”.
Es un texto que terminaba con una mezcla de toque pesimista y luz de esperanza para el renacer del multilateralismo: “El futuro de este sistema está lejos de estar asegurado, pero en un mundo de polos de poder débiles, puede terminar siendo la mejor opción para reconstruir un mundo más fuerte y resiliente”, puntualizó.