Bruselas.— Luego de más de dos décadas teniendo al frente del poder al presidente Vladimir Putin, Rusia ha dejado de depender de Occidente, aunque es más desigual y menos próspera.
Vladimir Putin cumple su cuarto mandato como presidente de Rusia. Ha estado al mando del país durante más de 22 años, si se suma su desempeño como mandatario de 2000 a 2008 y su ciclo como primer ministro los cuatro años posteriores.
Las primeras dos gestiones las dedicó prácticamente a reducir la dependencia del exterior, indica en un análisis Heiko Pleines, investigador del Centro de Investigación sobre Estudios de Europa del Este de la Universidad de Bremen. Disminuyó la deuda externa del Estado ruso de 45% del PIB a menos de 2%, las reservas del Banco Central pasaron de 28 mil a 400 mil millones de dólares, y creó un fondo petrolero que para 2008 valía más de 200 mil dólares. Para 2021, la deuda externa de Rusia era inferior a 4% y el valor combinado de las reservas del Banco Central y del fondo de petróleo superaba los 800 mil millones de dólares.
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A partir de 2012 se centró a lo que Gunter Deuber, del Raiffeisen Bank International de Viena, ha descrito como la creación de la “Rusia Fortaleza”, es decir, a permeabilizar al país ante intervenciones externas.
En respuesta a las sanciones impuestas por Occidente por la anexión unilateral de la península ucraniana de Crimea en 2014, el Kremlin implementó una política de autarquía que condujo, entre otros, a la sustitución de importaciones aumentando la competitividad y producción nacional, especialmente en el rubro agrario. Como resultado, la participación extranjera en la economía rusa se estancó y la inclinación hacia adentro en las cadenas de suministro aumentó, pero no condujo a crecimiento y prosperidad.
“Mientras que el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, que evalúa el progreso en el nivel de vida, la salud y educación, clasifica a Rusia entre los países con ‘desarrollo humano muy alto’, otros datos sugieren una realidad más matizada”, indica un estudio del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo y elaborado por los investigadores Eric Pichon y Martin Russell. “Rusia ha pasado del igualitarismo de la era soviética a extremos de riqueza y pobreza”, apunta.
Si bien el crecimiento económico registrado durante la primera década bajo el liderazgo de Putin condujo a una ligera reducción de la brecha entre ricos y pobres, la desigualdad en los ingresos es mayor en comparación a la era soviética. En 2020, 1% de la población más rica en Rusia concentró más de una quinta parte de la renta nacional. En la actualidad, casi la mitad de la riqueza total está en manos de sólo 1% de la población. “La situación relativamente igualitaria en la Unión Soviética cambió drásticamente a principios de la década de 1990, porque las reformas económicas convirtieron la economía planificada en un mercado capitalista libre”, sostiene el documento informativo para los eurodiputados. “Los oligarcas rusos adquirieron considerables riquezas mediante la privatización de grandes empresas estatales bajo el presidente Boris Yeltsin y contratos lucrativos con el estado bajo Putin. Según diversas fuentes, estas riquezas se han acumulado en gran medida a través de la corrupción y la lealtad a Putin”.
En cuanto a la pobreza, disminuyó de una cuarta parte de la población en 2002, a una décima en 2012, pero las condiciones de vida se han deteriorado como consecuencia de la pandemia y ocho años de conflicto en Ucrania. En cuanto a los tres pilares básicos del bienestar, acceso a conocimiento, salud y libertades civiles, no hay que presumir. La asistencia sanitaria es pública y gratuita, pero mientras que Moscú y San Petersburgo cuentan con hospitales de última generación, las clínicas rurales están mal equipadas. En cuanto a la educación, carece de financiamiento suficiente y las universidades han perdido competitividad, ninguna figura entre las 150 mejores del ranking publicado por Times Higher Education; Alemania tiene 15.
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En cuanto a las libertades civiles sigue siendo una asignatura pendiente. La represión estatal hacia los políticos de oposición y los medios independientes ha sido sello de la casa en la última década. Los datos del Índice de Progreso Mundial son contundentes: en acceso a la información, asesinato político o tortura y libertad académica, aparece en la posición 154, 143 y 132 de una lista de 168 países.
Las proyecciones de futuro son adversas. Putin “pensó que eliminaría a Ucrania, pero el resultado es el hundimiento de su economía”, declaró ante la Eurocámara la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Las sanciones occidentales están golpeando duramente a los rusos menos favorecidos, quienes viven una escalada de los precios. El PIB cerrará el año con una contracción de entre 7% y 8%. “Las perspectivas a medio plazo son en gran medida negativas. Las sanciones significan que la economía perderá su acceso a la transferencia tecnológica occidental, lo que aumentará su atraso económico en relación con el resto del mundo”, sostiene el Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena. “La invasión rusa también parece presagiar un retroceso fundamental de 30 años de integración económica entre Rusia y Occidente”.