San José.— La expresidenta de Costa Rica, , advirtió que América Latina cayó en los últimos 10 años en un “oscuro panorama” de “absurda escalada” de conflictos políticos entre gobiernos y presidentes latinoamericanos que deterioró la democracia y marginó la voluntad para enfrentarse a los grandes y reales problemas del área, como una pobreza creciente, una migración irregular incesante y un narcotráfico imparable.

En una entrevista con EL UNIVERSAL, Chinchilla aseguró que el choque entre México y Ecuador por la invasión policial ecuatoriana, el viernes pasado, a la embajada mexicana en Quito para sacar y detener al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas (autoproclamado perseguido político), fue el remate de “una escalada” verbal entre los dos gobiernos.

La crisis estalló al cruzarse “retóricas infladas” entre los mandatarios de México, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, y de Ecuador, el derechista Daniel Noboa, agregó. Antes del ataque a la embajada, López Obrador objetó los comicios que Noboa ganó en 2023.

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Chinchilla, primera presidenta de Costa Rica, de 2010 a 2014, y con una trayectoria de centro, cuestionó la decisión mexicana de asilar a Glas, pese a su historia judicial, y la “barbaridad” ecuatoriana contra la sede diplomática. Sin citar el reproche que López Obrador lanzó anteayer por lo que calificó como reacción ambigua e indefinida de Estados Unidos y Canadá por el “agravio” en la embajada, Chinchilla contrastó: “No sé por qué vamos a llamar a los gringos para que intervengan en un pleito entre México y Ecuador”.

La exgobernante ratificó el alegato que lanzó este mes en su red de X (antes Twitter) acerca de que América Latina se convirtió en “la víctima desafortunada de la creciente tensión entre sus gobernantes. De la polarización ideológica y las históricas retahílas de reclamaciones en las cumbres presidenciales, pasamos a los insultos emitidos desde podiums y redes sociales”.

Se pasó, adujo, “a abrir las puertas de embajadas para ‘asilar’ a perseguidos de la justicia y a invadir bellacamente sedes diplomáticas. Todos provocando en una absurda escalada que sólo consigue postergar la necesaria agenda de cooperación regional”, insistió, en alusión a la pelea frecuente entre mandatarios de América Latina y a las trifulcas entre los de un bando y los del otro que hundieron a la zona en cruce de “retóricas”.

¿Qué opina del espectáculo en la zona por los pleitos entre presidentes, mientras se eluden los problemas de fondo?

—América Latina siempre ha estado cruzada por divergencias, más o menos profundas, entre sus dirigentes. Esto le ha costado a América Latina ser la región mundial con menos niveles de integración regional, en comercio, inversión, infraestructura, logística y política.

No es nuevo. Es un problema de larga data. Pero lo sucedido en los últimos años es una mayor división de sus gobernantes, cada vez más asentada en factores retóricos.

Como presidenta observé las diferencias entre el entonces presidente Álvaro Uribe gobernando Colombia de 2002-2010 y el presidente Hugo Chávez (1954-2013) gobernando Venezuela de 1999 a 2013 y con perspectivas radicalmente diferentes. Recuerdo las tensiones permanentes entre ambos por la guerrilla colombiana a la que Uribe perseguía y Chávez protegía. Había tensiones por visiones distintas y hechos concretos.

Me tocó ver a los demás mandatarios, unos más alineados a la izquierda chavista y otros más a la derecha uribista, hacer de buenos componedores, intermediar y garantizar que la región no rompiera su diálogo político y su nivel mínimo de cooperación.

Eso en los últimos años cambió. Ahora la tónica es alinearse a un lado o al otro, desconocer las razones de fondo que uno u otro presidente tenga al discrepar, acentuar esas divergencias, meter carbón, como decimos en Costa Rica, y agravar tensiones. Tenemos una región radicalizada en la retórica de sus gobernantes. Unos se alinean con unos por las mismas razones por las que unas veces critican a los contrarios y en otras callan o perdonan a sus aliados.

¿Cómo evalúa el lío México-Ecuador?

—Lo que pasó es reflejo de las retóricas. Una escalada que empezó con retóricas infladas de un presidente al otro. Luego esa retórica inflada llevó a desconocer una valoración a profundidad para analizar si se otorgaba o no asilo. Pareciera que se otorgó porque sí, porque ‘me dio la gana’, porque ‘estoy peleando con un enemigo, con una persona a la que no quiero’ y eso condujo a esta barbaridad de invadir la embajada.

Esa retórica de presidentes está dando al traste con lo poco que existía de diálogo intrarregional. Prevalece el liderazgo populista, que privilegia asuntos internos para complacer a las masas populares para las que actúan y que las preocupaciones globales se minimicen y desprecien.

Vemos anularse la política exterior y la diplomacia, porque todo se subsume a lo que es más importante para estos gobernantes: alimentar su retórica interna frente a las grandes masas para las que presumen están gobernando. Estos son conflictos que deberían ser administrados por los latinoamericanos. No sé por qué vamos a llamar a los gringos para que intervengan en un pleito entre México y Ecuador o entre Argentina y Colombia. No veo por qué. Esto deberíamos ser capaces nosotros de resolverlo en las instancias que corresponden.

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Junto a la falta de liderazgos, ¿avanza el deterioro de la democracia?

—Las diferencias entre gobernantes siempre han existido y se acentúan entre países fronterizos. Pero siempre había gobernantes con fuerza, capacidad y moderación para llamar a la calma. Cada quien intervenía donde creía que tenía influencia relativa, las aguas se normalizaban y seguíamos con la discusión de temas importantes. Eso ya no se ve y ahora se agrava más.

En la pandemia del coronavirus (2020-2021), América Latina fue incapaz de hablar con una sola voz. En la OEA [Organización de Estados Americanos] no hay consenso ni para un minuto de silencio. Se afectan las organizaciones y el desarrollo.

América Latina no puede navegar cada país por su lado. Los liderazgos que en el pasado fueron capaces de imponerse sobre diferencias, interceder y llamar a la calma… no existen hoy. Es lamentable que la zona sigue a la deriva con una consecuencia adicional: cada vez más el resto del mundo nos agarra pereza y América Latina se vuelve irrelevante en el panorama internacional.

A EU y a Europa cada vez les da más pereza América Latina por pleitos que no llevan a nada en redes sociales entre presidentes, Colombia-El Salvador, Argentina-Colombia, México-Perú, México-Ecuador. En vez de hablarse entre sí, tomar el teléfono y decir: ¿cómo arreglamos este problema? Imperan los insultos. Por desgracia, los pueblos aplauden, se exacerban los ánimos de la población. Esto se intensifica en procesos electorales como en México y Ecuador, incentivo para que las diferencias escalen en vez de apaciguarse.

Mientras, están el cataclismo del caos y la violencia en Haití y la crisis regional de pobreza, migración, narcotráfico, democracia…

—Un oscuro panorama y cuesta muchísimo ser optimista. Esos son los grandes desafíos de América Latina. Niveles históricos de migración forzada, de penetración del crimen organizado. En América Latina operan 11 de los 15 mercados ilegales mundiales y los principales son drogas, armas y trata de personas.

Difícilmente hemos tenido tantos desafíos de tal magnitud concentrándose al mismo tiempo en la zona. Sobre Haití, Estado fallido, la región ha sido incapaz de hablar con una sola voz y hacer algo ya.

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