“Pagaba todos los meses la renta, ya que tenía una orden de transferencia permanente en la cuenta del banco”, contó la casera luego de recibir una llamada de la Policía que la alertaba sobre el hallazgo de un cadáver momificado en la vivienda que tenía en alquiler en la ciudad de Valladolid , España .
“El teléfono lo tenía activo, aunque saltaba el contestador”, agregó la mujer, quien contó que la persona en cuestión, Antonio Torralba, residía en la pequeña vivienda en la parte alta del edificio desde 2003. “No somos de preguntar más si todo está en regla. ¡Pero quién iba a imaginar que llevaba tanto tiempo muerto!”, dijo después de que los forenses aproximaron que había fallecido hace alrededor de cinco años.
De acuerdo con las investigaciones, Torralba, de 64 años para este momento, era el único habitante en el bloque de seis viviendas desde hace más de un año cuando la última vecina se mudó, una muestra de la confianza que tenían en él porque ahora que se sabe que murió el plan de los propietarios es derribar el edificio. Por eso tampoco resulta extraño que los vecinos de las viviendas aledañas a ese edificio no lo ubicaran plenamente y también explica que no hayan notado alguna señal del fallecimiento.
El hallazgo fue hecho por okupas, personas que se instalan en locales o casas deshabitadas sin la aprobación de los propietarios, quienes ya habían intentado ubicarse en otros espacios del edificio sin éxito. El siguiente paso para los dueños será hacer los trámites para la demolición.
El triste desenlace de Antonio Torralba ocurrió en España , pero estos sucesos no son extraños en Estados Unidos. En 2015, el New York Times publicó un artículo sobre las personas que mueren solas, en casa, sin que nadie se pregunte por ellas durante un largo tiempo y reveló que es algo que ocurre con al menos 50 mil residentes de Nueva York cada año.
El diario contó la historia de George Bell, un hombre de 72 años que fue encontrado muerto en la alfombra, solo después de que los vecinos avisaran a las autoridades por el mal olor que provenía de su vivienda.
Bell llevaba varios días en ese lugar, mientras la vida seguía su curso en los alrededores. Su cuerpo fue llevado a la morgue y aunque esperaron a que alguien reclamara los restos, nadie lo hizo. Las únicas pistas que llevaron a conocer más sobre su identidad fueron aportadas por documentos y fotografías encontradas en el departamento, pero no había un teléfono ni una computadora para rastrear a posibles familiares.
Fue entonces que se supo que George Bell perteneció al ejército y se dio de baja en 1966. Su muerte en soledad le dio la vuelta al mundo a través de dicho artículo del Times porque representó a los miles que cada año se despiden de mundo sin tener a nadie cerca, como también sucedió ahora con Torralba. Lo sorprendente en este caso es el tiempo que pasó sin que alguien se preguntara por su ausencia.
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agv